Metaf¨ªsica propia
Entre 1971 y 1999 el Valencia estuvo en coma. Tuvo algunos espasmos m¨¢s o menos ¨¦picos, como la Copa del Rey y la Recopa de 1979, pero s¨®lo se trat¨® de calambres sin epistemolog¨ªa. Incluso en uno de ellos, en 1986, se precipit¨® al abismo de la Segunda Divisi¨®n, reduciendo la autoestima ind¨ªgena a harina de derribo muy refinada. En todos los a?os que dur¨® esa frondosa nox dormienda, ser hincha del Valencia fue un asunto muy interior y apenas confesable. Como una mala enfermedad. Ese sentimiento tan reprimido se convirti¨® en un sistema para amplificar el sufrimiento y endurecerse por dentro, como si se tratara de uno de los ejercicios penitenciales que se aplicaba el joven Siddhartha de Hermann Hesse para llegar a ser transl¨²cido.
En el fondo de ese pozo negro el equipo nunca lleg¨® a desarrollar su propia metaf¨ªsica, como el Real Madrid de Inocencio Arias y Javier Mar¨ªas, o el Bar?a de Fabi¨¤ Estap¨¦, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n y Joan Manuel Serrat, clubes que en su tramo de m¨¢xima destilaci¨®n eran capaces de producir elocuentes popes como Jorge Valdano o Johan Cruyff. El Valencia, en cambio, era par¨¢frasis de casino y picor agrario. Su territorio era la raci¨®n de mejillones en escabeche y la cerveza desgasificada. Ten¨ªa muy poco charol social y mucho menos lustre intelectual. Encima, su apuesta cafre durante la transici¨®n, y la convicci¨®n ¨¢grafa de sus consejos directivos, provoc¨® que muchos de los que pod¨ªan contribuir a d¨¢rselo, exceptuando a Manuel Vicent, o bien se alejaran del f¨²tbol porque el marxismo se lo mostraba como el opio del pueblo, o simplemente no soportaron el pulso con el lado oscuro y se pasaron al Barcelona, como el novelista Ferran Torrent y tantos otros.
A finales de los ochenta, el Bar?a del dream team ten¨ªa m¨¢s pe?as en la Comunidad Valenciana que el propio Valencia, a lo que sin duda contribu¨ªa la escasa vertebraci¨®n social de esta comunidad, la falta de br¨ªo de su capital y su poca sinton¨ªa con Alicante y Castell¨®n. El Valencia apenas era el equipo de la ciudad y su ¨¢rea de influencia inmediata, entre D¨¦nia, X¨¤tiva y Burriana. Sin embargo, el equipo tom¨® impulso en el fondo de su propia cat¨¢strofe y sobre ese muelle, tan s¨®lo una d¨¦cada despu¨¦s, dio el primer s¨ªntoma de vitalidad en Sevilla, alcanzando la Copa del Rey frente al Atl¨¦tico de Madrid.
Luego ha sido capaz de invertir esa tendencia newtoniana para la que parec¨ªa estar dise?ado, y en dos a?os consecutivos ha rozado la c¨²spide de Liga de Campeones y ha inscrito su nombre entre los grandes de Europa. En este proceso de recuperaci¨®n ha sido decisivo que se olvidase del espejismo del Barcelona, que fue la zanahoria que le puso delante el presidente Ramos Costa, y fijase sus objetivos en su m¨¢ximo adversario, que no es otro que el Real Madrid, puesto que toda la periferia se vertebra contra ese equipo y viceversa. Y como reflejo de esa vitalidad ha ensanchado su musculatura, sus seguidores por el resto del territorio y su grandeza.
En todas esas sacudidas la afici¨®n ha aprendido mucho, pero ya se ha dado cuenta de que eso no le serv¨ªa de nada. El timo kavafiano de que lo importante era el camino ya no le sirve de consuelo. Ahora est¨¢ construyendo su propia metaf¨ªsica. El domingo en M¨¢laga puso los fundamentos de ese prop¨®sito con los nombres de todos esos jugadores que ya llevamos tatuados en el cerebro para siempre. Ahora es tiempo de sacar fuera todo lo que hemos acumulado dentro.
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