La semilla del campe¨®n
Todav¨ªa estamos celebrando la excepcional gesta del Valencia CF, tanto m¨¢s estruendosa por las cuasi frustraciones que la han precedido en la Champions League, donde, sucesivamente, tanto en Par¨ªs como en Mil¨¢n s¨®lo llegamos a rozar la gloria. No obstante, fueron los precedentes de un aldabonazo como del que ahora se ufanan justamente todos cuantos han contribuido a que haya sonado a los cuatro vientos. Aludo a todos los protagonistas y el lector, en gracia a la brevedad, sabr¨¢ ordenarlos por sus respectivos m¨¦ritos: jugadores, afici¨®n, consejo directivo y etc¨¦tera. Los medios de comunicaci¨®n, por su parte, ya ponen buen cuido en darle a cada cual lo suyo al elaborar la cr¨®nica del singular episodio.
Sin embargo, en estos relatos pormenorizados de la haza?a, con la pertinente evocaci¨®n de otras p¨¢ginas y personajes se?eros que ahorman la historia del club, no he hallado la menor referencia a alguien que, para bien y para mal, qui¨¦rase o no, ha sido un elemento decisivo de este nuevo pulso e ins¨®lita ambici¨®n del club merengue. Me refiero -y ap¨¢rquense un momento el pasmo o el esc¨¢ndalo- a Paco Roig, el patr¨®n de aquel eslogan que, en 1994, apostaba inmoderadamente per un Val¨¨ncia campe¨®, que presidi¨® la entidad con el estilo abrupto e impredecible de los iluminados y que a¨²n hoy, como opulento accionista, es un revulsivo, una suerte de cardo borriquero en la ingle de la entidad.
No est¨¢ en mi ¨¢nimo reproducir aqu¨ª, ni sumariamente, su perfil biogr¨¢fico y, menos todav¨ªa las trapisondas que le afamaron en tanto presidi¨® el consejo de administraci¨®n valencianista. La rememoraci¨®n podr¨ªa cobrar visos de ajuste de cuentas por la cantidad de damnificados y platos rotos que dej¨® a su paso. Tampoco se comprender¨ªa este varapalo cuando lo que prima hoy es la germanor y el alborozo. Muy al contrario, y por m¨¢s a que muchos les choque, creo que en esta oportunidad hay que subrayar la inyecci¨®n de fe, de mesianismo o poco menos, que Paco Roig supo inculcar en el postrado magma merengue, resignado a perpetuarse entonces como un respetable segund¨®n del escalaf¨®n futbol¨ªstico espa?ol.
Es posible que a los actuales mandatarios del Valencia, o a parte de ellos, no les gratifique este recordatorio, siendo as¨ª que muy a menudo sufren la espuela de Roig. Pero pocos de entre ellos podr¨¢n negar el hecho constatado que supuso esa nueva frontera entre alocada y descarada que predic¨® quien fue su l¨ªder incontestado, hasta que ¨¦l mismo socav¨® su propia peana. ?l sembr¨® la semilla del campe¨® y fue capaz de contagiar a su entorno, con la fe del carbonero o con los ardides del encantador de serpientes. Pero sin aquella semilla es m¨¢s que dudoso que celebr¨¢semos estos fastos que nadie pudo imaginar seis u ocho a?os atr¨¢s cuando incluso los presupuestos econ¨®micos del club era de pan llevar.
Quiero pensar que cuando se escriba la historia del Valencia, y no un repertorio m¨¢s de fechas, nombres y titulares de prensa, como viene siendo el caso, a Paco Roig, adem¨¢s de crucificarle por su mala cabeza, se le valore la singular capacidad galvanizadora con que sacudi¨® a la familia xe, los desaf¨ªos que se impuso y que, a la postre, han decantado estas efem¨¦rides. Hasta sus cr¨ªticos menos benignos hemos de rendirle este tributo.
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