Brecht y Nuria
Fue una gran ¨¦poca para Europa y para Estados Unidos, que recibi¨® lo mejor cuando ten¨ªa que huir y lo multiplic¨®: desde el principio del siglo XX hasta la guerra fr¨ªa. Bertolt Brecht, a quien o¨ªamos a trav¨¦s de Nuria Espert, era uno de los grandes escritores, poetas, dramaturgos, artistas de Alemania, que produjeron un verdadero caudal de inteligencia, desde la filosof¨ªa al cabaret: y tuvieron que huir.
Huyeron tambi¨¦n los franceses invadidos y la enorme generaci¨®n espa?ola de creadores perseguidos por el mismo Hitler, cuyo agente fue Franco. No tuvieron m¨¢s suerte los rusos, que a¨²n cantaban y compon¨ªan al principio de una revoluci¨®n que hab¨ªan presentido y por la que trabajaron, y que se encontraban con la contrarrevoluci¨®n de Stalin. Lo que abruma no es pensar en aquellas persecuciones y muertes, que dejaron tras de s¨ª unas obras trascendentales, imborrables, ni siquiera el desencanto que les acometi¨® a ellos mismos despu¨¦s -Brecht lo sinti¨® ya en Estados Unidos: pero a¨²n fue mayor cuando volvi¨® a la Europa de sus ideas, a la Alemania del Este donde estaban los suyos que ya no lo eran-, sino en la falta de creaci¨®n, o digamos de pensamiento, en Europa y en Estados Unidos, a partir de la paz; a partir de la guerra fr¨ªa, como digo antes, y hasta este mismo momento. En Am¨¦rica Latina a¨²n iba a florecer una gran generaci¨®n, que quiz¨¢ debe algo al siglo de oro de esa ¨¦poca espa?ola y al exilio espa?ol: muchos sufrieron luego su propio exilio, y el escenario de sus palabras es ahora un campo de batalla entre tiranos, caudillotes de la democracia, agentes de Estados Unidos y una pobreza inmensa.
Una hora de poemas y canciones
De Bertolt Brecht y Kurt Weill. Direcci¨®n e interpretaci¨®n de Nuria Espert, acompa?ada por el pianista Pedro Navarrete. Sala Jos¨¦ Luis Alonso del teatro de la Abad¨ªa. Madrid.
Las clases perdidas
Todo se agolpa escuchando el recital de Nuria; no porque Brecht fuese uno de los grandes de entonces, sino por las palabras y el pensamiento que contiene, la lucha por el pueblo, el trabajador, las clases perdidas; por el antifascismo, por las suposiciones de democracia y libertad. Ignoro de qui¨¦n es la traducci¨®n de versos y canciones, porque no se dice en el programa, pero suenan a actuales con una diferencia fundamental: entonces supon¨ªan un futuro y una esperanza, y ahora ya son nostalgia, recuerdo, envueltos por la fantasmal puesta en escena de Nuria Espert, con luces tenues, con m¨¢s espacio para la sombra, con la voz tenue traducida por un micr¨®fono templado. Todo vale en el peque?o recital, en la mesa de tres patas de donde sale el viejo esp¨ªritu rebelde que comenz¨® a perder en el mismo d¨ªa en que gan¨® su batalla.
La coincidencia de este estreno con el d¨ªa en que se premiaba en Espa?a a Arthur Miller, que fue el ¨²ltimo heredero de aquella conciencia, impregna de melancol¨ªa la sesi¨®n. Y despierta en el p¨²blico del estreno -p¨²blico seleccionado, invitado- no s¨¦ qu¨¦: la imagen de lo que pudo ser, la ca¨ªda del teatro, la condena de la ideolog¨ªa. Los bravos mezclados entre los aplausos no eran solamente para la int¨¦rprete y creadora de este espect¨¢culo, sino para las grandes sombras de quienes escribieron y musicaron una idea de libertad y de cambio que hoy no se sostiene.
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