El nuevo roquismo
Para conocer las claves de la pol¨ªtica catalana durante los pr¨®ximos a?os, cada vez resulta m¨¢s interesante observar la actuaci¨®n pol¨ªtica de Artur Mas y los cambios que est¨¢ imprimiendo a la estrategia de Converg¨¨ncia. Las tensiones internas de la formaci¨®n que dirige, previas a su voto favorable a la Ley de Partidos, son una clara expresi¨®n de estos cambios.
Hagamos un poco de historia para poder entenderlos. Situ¨¦monos en el ¨²ltimo ciclo electoral: en el periodo comprendido entre las elecciones locales de mayo de 1999 y las generales del marzo siguiente, pasando por las auton¨®micas de octubre. En aquellos tiempos, Converg¨¨ncia era un partido oficialmente orientado hacia el soberanismo -?recuerdan esa palabra?-, un partido que mostraba con orgullo las nuevas leyes de pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y de selecciones deportivas catalanas como prueba de su fuerza y fidelidad a unas ideas, un partido que hab¨ªa firmado junto con el PNV y el BNG la Declaraci¨®n de Barcelona, una alianza estrat¨¦gica hacia un indefinido horizonte confederal.
Recuerden aquella foto: Pere Esteve, Arzalluz y Beiras, cogidos de la mano, sonrientes, triunfantes. Al mes siguiente, Arzalluz acordaba en secreto con ETA el Pacto de Estella, cuya r¨²brica oficial coincidi¨® -no por casualidad- con la segunda reuni¨®n de los tres l¨ªderes nacionalistas, que mediante otro documento daban un nuevo paso adelante en sus aspiraciones. Aquello no acab¨® nunca de convencer al siempre cauto Pujol, que se desmarc¨® apresuradamente haciendo aparecer un documento de tono muy moderado, elaborado por otro sector convergente, una fantasmal Fundaci¨®n Barcelona de la que nadie sab¨ªa nada y de la que nunca m¨¢s se supo.
Pues bien, el resultado de aquella descabellada operaci¨®n fue electoralmente catastr¨®fico. En las cuatro elecciones siguientes, celebradas en menos de un a?o, CiU perdi¨® m¨¢s de doscientos mil votos: el peor resultado de su historia. Pere Esteve, Felip Puig y la llamada ala soberanista de Converg¨¨ncia se dieron de bruces contra el pa¨ªs real, que estaba en otras cosas. Adem¨¢s, el PP obtuvo una amplia mayor¨ªa absoluta en las elecciones generales; ETA volvi¨® a matar; el PNV s¨®lo moder¨® su lenguaje en la semana anterior a las elecciones vascas, pero sigue atado al abertzalismo radical; el pintoresco populismo nacional-marxista de Beiras parece que retrocede. Y un ¨²ltimo dato: Pujol no es tonto.
Su ¨ªntima colaboradora Marta Ferrusola expres¨® muy bien el dilema ante el que se encontraba el presidente: el coraz¨®n nos dice una cosa, pero el bolsillo otra. De acuerdo con su esposa y con Maquiavelo, opt¨®, naturalmente, por el bolsillo: anunci¨® que no se volver¨ªa a presentar a las elecciones, hizo cesar al bueno de Pere Esteve y nombr¨® secretario general del partido, conseller en cap y sucesor a todos los efectos, al joven Artur Mas.
En absoluto se trataba de una simple sustituci¨®n de personas ni de una renovaci¨®n generacional. Se trataba de un cambio de estrategia. El roquismo -?recuerdan?- por fin hab¨ªa vencido. Pero para que ello sucediera el nuevo roquismo deb¨ªa hacerse sin Roca. Pujol se f¨ªa de Mas, de Roca siempre hab¨ªa desconfiado. Se dice que Aznar tiene un gran sentido del poder: Pujol le supera.
Desde que ocupa esta posici¨®n de sucesor, Artur Mas ha orientado su pol¨ªtica en un triple sentido. En primer lugar, Mas ha optado por dejar de lado, como tema cotidiano, las reivindicaciones nacionalistas, aunque sin abandonarlas oficialmente. Lo dijo muy claramente en el debate de la frustrada moci¨®n de censura: negociaremos nuestras reivindicaciones en bloque, no por partes. Con ello evita el fatigante goteo victimista, ya tan gastado. En segundo lugar, Mas intenta poner orden en la ca¨®tica pol¨ªtica de la Generalitat. La ineficacia de los sucesivos gobiernos de Pujol es ya demasiado conocida y supone un lastre excesivamente pesado. Como gestor, Pujol es p¨¦simo: ni hace ni deja hacer. Dudo que Mas tenga tiempo de arreglar mucho las cosas, pero intentar¨¢ dar una mejor imagen en cuanto a realizaciones y, sobre todo, proyectos futuros. Francesc Homs, como contable, le es de gran ayuda. Con todo ello, en tercer lugar, Mas pretende recuperar los votos perdidos de la ¨²ltima etapa, atraer de nuevo la confianza de sus tradicionales votantes moderados. Le queda un poco m¨¢s de un a?o; si lo hace bien, est¨¢ a tiempo.
Quiz¨¢ el problema lo tenga Mas con algunos de los suyos, con los j¨®venes nacionalista de su entorno y con un coro medi¨¢tico crecientemente deprimido por las concesiones al PP. En pol¨ªtica no se puede tener a todo el mundo a favor, en ciertos momentos hay que escoger; sin embargo, el poder, asegurarse el poder pol¨ªtico, es una cosa que a veces une m¨¢s que las ideas. Y en todo caso, siempre est¨¢ Esquerra Republicana para recoger el voto de los descontentos. Pujol sabe, por experiencia, que un voto al partido de Carod nunca es para ¨¦l un voto perdido. Todo lo contrario del inseguro voto de otros sectores: por ejemplo, aquellos que creen en la filosof¨ªa de fondo expresada en el reciente y famoso art¨ªculo del abogado Emilio Cuatrecasas, que refleja el sentir de un sector que puede, sin problemas, ser infiel a Converg¨¨ncia. ?ste es el voto que se necesita asegurar.
El apoyo parlamentario a la Ley de Partidos tiene este trasfondo. En la ¨¦poca de Pere Esteve, cuando el ideal era ir por el camino del PNV, el voto convergente hubiera sido contrario. Hoy las cosas han cambiado. El pragm¨¢tico Mas es un conservador: sobre todo quiere conservar a Converg¨¨ncia al frente de la Generalitat.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona
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