'La poes¨ªa es el n¨²cleo de mi obra'
Un espectacular d¨ªa de primavera inunda el piso en el que Hans Magnus Enzensberger trabaja en M¨²nich, en las inmediaciones del Jard¨ªn Ingl¨¦s. El tel¨¦fono repica sin cesar, pero el afable escritor, desde por la ma?ana ha decidido no contestar. Aunque algo inc¨®modo por el gran inter¨¦s period¨ªstico que recay¨® ayer sobre su persona, se le nota alegre, y tambi¨¦n orgulloso de recibir el Pr¨ªncipe Asturias de Comunicaci¨®n y Humanidades.
Entre las obras de Hans Magnus Enzensberger, traducidas a m¨¢s de 40 idiomas, destacan los ensayos Detalles; Pol¨ªtica y delito; La gran migraci¨®n; ?Europa, Europa! o Perspectivas de la guerra civil; la obra teatral El fil¨¢ntropo; El corto verano de la anarqu¨ªa: vida y muerte de Durruti, o los libros de poemas Mausoleo y El hundimiento del Titanic, todos ellos publicados en Anagrama. Uno de sus libros recientes se convirti¨® en un espectacular ¨¦xito de ventas, a pesar de que se ocupa de matem¨¢ticas. Se trata de El diablo de los n¨²meros (Siruela ha vendido en Espa?a m¨¢s de 120.000 ejemplares, y tambi¨¦n se public¨® en el C¨ªrculo de Lectores, y en Barcanova, en catal¨¢n). Los ¨²ltimos t¨ªtulos traducidos en Espa?a han sido ?D¨®nde has estado, Robert? (Siruela y C¨ªrculo de Lectores, Barcanova en catal¨¢n) y Di¨¢logos entre inmortales, muertos y vivos (Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores). En Alemania acaba de aparecer Los elixires de la ciencia, que recopila textos antiguos y nuevos ensayos, en los que plantea la ciencia como un hecho ineludible tambi¨¦n en los ¨¢mbitos de la literatura y la poes¨ªa.
'La investigaci¨®n pura se ha convertido en sucia, al integrarse en un complejo cient¨ªfico-industrial'
'Rara vez he visto c¨®mo una sociedad ha cambiado tan r¨¢pido como la espa?ola. Y tan pac¨ªficamente'
El escritor alem¨¢n es una firma habitual en la secci¨®n de Opini¨®n de EL PA?S, y en 1985, y por iniciativa de este peri¨®dico, recorri¨® durante tres meses Espa?a para escribir una serie de reportajes que se publicaron con el t¨ªtulo de Cristales rotos de Espa?a. En 1987 public¨® otros tres reportajes, con el t¨ªtulo gen¨¦rico de Meditaciones portuguesas, dedicados a analizar lo que ocurr¨ªa en el pa¨ªs vecino.
Pregunta. Usted alguna vez dijo: la enfermedad profesional del escritor es el narcisismo.
Respuesta. S¨ª, toda profesi¨®n tiene su deformaci¨®n, y segura-mente es provechoso cuestionarse un poco al respecto. Yo no estoy a salvo del narcisismo, pero, por otra parte, tampoco es el ¨²nico riesgo de esta profesi¨®n. Est¨¢ tambi¨¦n la repetici¨®n, la rutina, el ¨¦xito.
P. Y, sin embargo, se alegrar¨¢ del Pr¨ªncipe de Asturias. ?O no?
R. S¨ª, mucho, y sobre todo que un premio as¨ª se me conceda en un lugar que no es mi casa. De todos modos, tengo la sensaci¨®n de que los espa?oles me tienen muy consentido. Se ve tambi¨¦n en la labor de traducci¨®n: casi todos mis libros han sido publicados en espa?ol.
P. Pareciera que el aprecio es mutuo.
R. S¨ª, es cierto. Espa?a siempre me ha interesado. Su poes¨ªa, por ejemplo. He tenido tambi¨¦n una peque?a obsesi¨®n con su guerra civil; eso forma parte del bagaje pol¨ªtico de mi generaci¨®n y de los que son algo mayores. Espa?a tambi¨¦n es muy fascinante en otro punto: los procesos hist¨®ricos y el cambio de las mentalidades, normalmente lentos, como en el caso de los pa¨ªses de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. Espa?a es el ejemplo contrario. En mi vida, rara vez he visto c¨®mo una sociedad ha cambiado tan r¨¢pido como la espa?ola. Y tan pac¨ªficamente. Creo que la primera vez que estuve en Espa?a fue en 1952. Recuerdo que en las ciudades del sur las mujeres no sal¨ªan solas a la calle... Para un observador externo es fascinante, sin que esto quiera decir que Espa?a es un idilio.
P. Para El corto verano de la anarqu¨ªa usted investig¨® bajo el franquismo.
R. S¨ª, tuvimos que filmar dos pel¨ªculas: una oficial y otra desde debajo del abrigo. Hubo peque?as aventuras, nada heroico: todas las noches tuvimos que sacar el material fuera del pa¨ªs. Hasta que se dieron cuenta. Tampoco eran tontos.
P. En sus casi anuales visitas de hoy d¨ªa, ?observa algo as¨ª como una homogeneizaci¨®n europea en Espa?a?
R. Creo que no. Si usted es arrojado con un paraca¨ªdas sobre Europa y cae en una plaza de mercado, de inmediato sabr¨¢ d¨®nde est¨¢. El lenguaje corporal, por ejemplo, no cambiar¨¢. Y el orgullo espa?ol -s¨¦ que es un clich¨¦- tampoco ha desaparecido. Y est¨¢ bien as¨ª, porque tampoco queremos parecernos demasiado. Uno quiere que ese brillo se conserve en alguna parte del mundo y que no todos seamos pobres calvinistas.
P. Poes¨ªa, libros infantiles, teatro, traducciones... Es impresionante la gama de g¨¦neros en la que ha trabajado. ?Nunca ha tenido ganas de escribir una novela?
R. Creo que no tengo el don del narrador. Desde un punto de vista t¨¦cnico, me podr¨ªa sentar y escribir tambi¨¦n una novela, montando una pieza tras otra. Mucha gente lo hace. Pero yo creo que hay algo especial en la voz del narrador. En Marruecos, en las plazas de mercado a¨²n se ve a narradores, parados encima de un caj¨®n. Si cuentan con el don, la gente se queda escuch¨¢ndoles. Si no, prosiguen su camino. Yo no lo tengo. Tambi¨¦n me falta la paciencia: los novelistas, con 800 p¨¢ginas, tienen que ser personas muy pacientes. Thomas Mann, Baroja, Clar¨ªn, Cervantes. Corredores de fondo todos.
P. ?Podr¨ªamos decir que es un amigo de lo concreto?
R. No lo s¨¦. Entre todos estos juegos a los que me he dedicado el central para m¨ª es la poes¨ªa. Si se pudiese hablar del n¨²cleo de mi obra, yo sospechar¨ªa que est¨¢ ah¨ª. Pero ser poeta no es una profesi¨®n como pueden ser la del polic¨ªa o la del mec¨¢nico. Un novelista se puede sentar todos los d¨ªas en su mesa y escribir entre las nueve de la ma?ana y las dos de la tarde. El poeta, no. Eso no funciona as¨ª. Me motiva hacer muchas otras cosas. De lo contrario, de aqu¨ª surgir¨ªa una producci¨®n patol¨®gica. Hay poetas as¨ª, que escriben miles y decenas de miles de poemas y eso tiene algo de absurdo. No hay tantos buenos poemas.
P. ?En qu¨¦ est¨¢ trabajando ahora?
R. Pienso sacar un nuevo libro de poemas el pr¨®ximo a?o. Y adem¨¢s est¨¢n mis otras peque?as profesiones: hay un proyecto de gui¨®n teatral, est¨¢ mi trabajo editorial, habr¨¢ una exposici¨®n...
P. Usted ha conseguido muchos amigos con sus libros infantiles.
R. Fue una gran sorpresa para m¨ª, que no soy un autor de best-sellers. De ese peque?o libro que trata de las matem¨¢ticas esenciales -El diablo de los n¨²meros- se vendi¨® m¨¢s de un mill¨®n de ejemplares. Es interesante porque yo no creo que esto se pueda planificar. Yo lo escrib¨ª inocentemente para mi hija y, de repente, como en una m¨¢quina tragaperras, comenz¨® a llover dinero... No me puedo quejar en absoluto, tampoco de c¨®mo se han vendido mis otros libros.
P. Pareciera que ¨²ltimamente ya no escribe tantos ensayos.
R. Bueno, los ¨²ltimos trabajos han tenido que ver con la ciencia, y ha aparecido un libro que ha recogido algunos de estos escritos: Los elixires de la ciencia. La f¨ªsica de las part¨ªculas, la astronom¨ªa... Las ciencias naturales siempre me han interesado.
P. Pero ya escribe muy poco de temas pol¨ªticos y sociales.
R. La pol¨ªtica interior alemana es tan aburrida que se requiere de cierta dosis de hero¨ªsmo para ocuparse de ella. Imag¨ªnese usted un pa¨ªs que durante 40 a?os debate si el comercio debe cerrar a las siete o a las ocho de la tarde...
P. ?Qu¨¦ piensa sobre lo que dice el canciller, de que Alemania ya es un pa¨ªs 'normal'?
R. De eso ya escribimos hace diez o doce a?os. Con frecuencia, la pol¨ªtica es el campo de lo repetitivo. Pasa un tiempo infinito hasta que una sociedad haya amasado un tema. Una vez que el proceso est¨¢ en marcha, yo, por lo general, siento que sobro. Si hay algo que no se est¨¢ diciendo, en cambio, la tentaci¨®n de expresarse es grande. Pero si todos los peri¨®dicos tratan un mismo tema -ahora todos hablan de violencia en los colegios- no puede ser mi funci¨®n agregar otra voz a las 10.000 que ya existen. A m¨ª no se me paga para cantar en un coro.
P. El 11 de septiembre es otro ejemplo.
R. Escrib¨ª algo peque?o. Lo de la tendencia al suicidio es un tema interesante. Pero, en fin, todo esto es otro riesgo profesional: que se espere de los intelectuales que asuman una postura frente a todo.
P. ?El escepticismo ante el progreso, tambi¨¦n frente a lo que sucede con la ingenier¨ªa gen¨¦tica, es uno de los hilos conductores de su trabajo?
R. Creo que la continuidad de un escritor no radica en sus opi-niones, sino en las experiencias que determinan c¨®mo se sit¨²a en el mundo. En mi caso, ser¨ªa la ¨¦poca del nacionalsocialismo y la Segunda Guerra Mundial. Si como ni?o se ha visto c¨®mo un mundo tan aparentemente poderoso se derrumba cual castillo de naipes hasta que s¨®lo queda una monta?a de escombros, eso marca. Da una consciencia de la precariedad.
P. Usted ha alertado de los peligros de la ingenier¨ªa gen¨¦tica.
R. Aparte de que los seres humanos tengan un inter¨¦s obvio en este tema, porque concierne a su propio su cuerpo, creo que ah¨ª tambi¨¦n hay una cuesti¨®n interna a la ciencia, donde hay deformaciones. En parte por ingenuidad, pero tambi¨¦n por cinismo, la investigaci¨®n pura se ha convertido en una investigaci¨®n sucia, al integrarse en una especie de complejo cient¨ªfico-industrial y subordinarse a la l¨®gica del capital. Eso tiene consecuencias, aunque a los cient¨ªficos no les gusta escucharlas.
P. Y tambi¨¦n ha pronosticado que habr¨¢ una reacci¨®n violenta de muchas personas a estos desarrollos.
R. Es posible. Para decirlo de una manera dr¨¢stica, como para un titular: cuando los primeros monstruos aparezcan, habr¨¢ una reacci¨®n de la sociedad, y ¨¦sta ser¨¢ distinta a lo que prev¨¦n las comisiones de ¨¦tica. Eso tambi¨¦n es algo con lo que no cuentan los cient¨ªficos: no est¨¢n acostumbrados a ello, no fueron socializados as¨ª. Se extra?an de que gente que no entiende nada de lo que hacen se preocupe. Es un vestigio de una consciencia predemocr¨¢tica.
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