Besos
A falta de un artilugio de precisi¨®n que sea capaz de calibrar los estados afectivos, el beso es la mejor y m¨¢s natural manera de medir el momento en que se halla nuestra vida amorosa. Basta con hacer la prueba. La pr¨®xima vez que entreabra sus labios para buscar los de su pareja habitual tome nota de lo que siente al probarlos. Si la experiencia no le trasmite nada, es decir, si el beso en cuesti¨®n no encuentra alg¨²n resquicio de sorpresa, si es un beso vac¨ªo de contenido, neutro, si no provoca en usted una m¨ªnima reacci¨®n som¨¢tica, en cadena, que afecte de un modo elemental ciertos ¨®rganos m¨¢s o menos vitales, si no existe secreci¨®n ¨ªntima alguna y ni siquiera se aprecia un gramo de aventura en el intento, conviene que haga un alto en su ritmo cotidiano, se coloque frente al espejo y reconozca de una vez que su relaci¨®n amorosa ha alcanzado un grado de consistencia lamentable, un estadio plano y trivial, una fase de normalidad tan acusada que s¨®lo le falta rubricar su propia sentencia para seguir disfrutando de treinta a?os y un d¨ªa de mansedumbre y hast¨ªo. Aunque quiz¨¢ no sea ¨¦ste su caso y el beso que recibe o que regala del modo m¨¢s generoso a la persona que ha irrumpido en su existencia tenga el aroma inconfundible de lo nuevo, un sabor que le resulta familiar, s¨ª, pero que alberga al mismo tiempo un punto de frescura capaz de estremecerle, de pillarle a contralengua o con la respiraci¨®n cambiada. Hay quienes viven sin haber conocido esta segunda modalidad, quienes se conforman con cumplir con la fr¨ªa estad¨ªstica de uno o dos intercambios bucales por semana, siempre sobre el t¨¢lamo, y como obligado preludio al acto copulativo. Y hay quienes ni eso, porque el beso para ellos es una est¨²pida ret¨®rica apta s¨®lo para debutantes.
Le aconsejo que no se tome a broma el asunto. El beso es una de las formas m¨¢s primitivas de comunicaci¨®n y puede que tambi¨¦n la ¨²ltima. Es de f¨¢cil aplicaci¨®n. Cualquier lugar es bueno, aunque la oscuridad lo intensifica. Resulta muy econ¨®mico y tiene doble valor si se administra por sorpresa y con aut¨¦ntico deleite. No sabe lo edificante que resulta jugarse la vida y el carm¨ªn en el intento.
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