El fin de la impecabilidad
Holanda ha vuelto a poner de manifiesto el lento pero sostenido declive de los partidos socialdem¨®cratas europeos. Los votantes de nuestro continente parecen corroborar as¨ª las palabras de Aznar durante la reciente reuni¨®n en Madrid de la Internacional Dem¨®crata de Centro. Ah¨ª se explay¨® a gusto sobre la incompetencia de la izquierda moderada, y del PSOE en particular, a la hora de ofrecer respuesta a las dos grandes inquietudes del momento: la inmigraci¨®n y la inseguridad ciudadana. Su argumento fue similar al que utiliz¨® durante el mitin del pasado domingo en Zaragoza, cuando critic¨® los 'remilgos democr¨¢ticos' de los socialistas ante la Ley de Partidos. Con sus discursos 'f¨¢ciles, t¨®picos y pol¨ªticamente correctos' los socialistas no s¨®lo mostraban su 'incapacidad para asumir la realidad', sino que tambi¨¦n provocaban el auge de la extrema derecha. En estos momentos dif¨ªciles de la resaca del 11-S no habr¨ªa que caer en la 'tiran¨ªa de corto plazo de lo pol¨ªticamente correcto' y hab¨ªa que cargarse de 'certidumbres, seguridad y liderazgos fuertes'. En suma, ser menos impecables y mucho m¨¢s implacables, por valernos de la ya acu?ada distinci¨®n del profesor Rafael del ?guila.
Es indudable que los socialistas tienen un problema en estos tiempos en los que pintan bastos y la mayor¨ªa de las sociedades han ca¨ªdo en el furor hobbesiano por la seguridad. Casi por naturaleza son al¨¦rgicos al populismo barato. No dudan en ponerse del lado de la libertad en su enfrentamiento con la seguridad, y s¨®lo en situaciones de aut¨¦ntica excepcionalidad se inclinan a favor de retocar las instituciones del Estado de derecho. Para m¨¢s inri, siguen creyendo en el deber moral de la solidaridad, incluso en estos severos momentos de la globalizaci¨®n econ¨®mica. Y hasta piensan que el Estado puede proveer determinados servicios p¨²blicos mejor y m¨¢s equitativamente que las instituciones de la sociedad civil. Encima son cosmopolitas en un mundo reconcentrado sobre las identidades particularistas, y europe¨ªstas ilusionados -todav¨ªa- en la ¨¦poca del reflujo hacia el Estado-naci¨®n. Como se puede ver, no gozan precisamente de las mejores cartas para participar en esta dif¨ªcil partida pol¨ªtica que se est¨¢ jugando en la mayor¨ªa de las sociedades democr¨¢ticas desarrolladas. Sobre todo porque tienen principios y, parafraseando a Groucho Marx, si no gustan no tienen otros. No les resulta f¨¢cil deshacerse de sus 'remilgos democr¨¢ticos' y, como en el caso de los socialistas holandeses, prefieren perder antes que desprenderse de ellos.
Es evidente que, en un sentido estricto, tienen grandes dificultades para construir un 'discurso' o un aut¨¦ntico 'proyecto de ideas'. Para darse cuenta de ello basta con leer el ¨²ltimo libro de Anthony Giddens (Where now for New Labour, Polity, 2002), que es tan ligero que casi se lee sin necesidad de sostenerlo. ?Pero acaso otros tienen un discurso mejor? Bajo tantas y tan intensas transformaciones ni el m¨¢s magn¨ªfico cient¨ªfico social es capaz de orientarse de verdad en la nueva realidad de la pol¨ªtica. Se acabaron ya los tiempos felices en los que cre¨ªamos que el mundo pod¨ªa caber en el programa de un partido pol¨ªtico o en un discurso ideol¨®gico. Pero los socialistas al menos tienen un norte, que es la terca defensa de los valores del Estado social y democr¨¢tico de derecho. Con esa br¨²jula deben seguir abordando el resto de las grandes cuestiones pol¨ªticas. Aunque por s¨ª misma no baste para darles grandes 'certidumbres' y 'seguridades' y les obligue a veces a adoptar una actitud irresoluta y perpleja.
Hoy asistimos a la reaparici¨®n de un nuevo realismo pol¨ªtico, que va acompa?ado tambi¨¦n de una excesiva simplificaci¨®n de la realidad. Tambi¨¦n a una p¨¦rdida generalizada de tab¨²es del discurso pol¨ªtico, que en s¨ª misma no es necesariamente mala. Los partidos socialistas habr¨¢n de saber adaptarse a este nuevo entorno sin perder sus se?as de identidad. Se les pide menos impecabilidad y m¨¢s respuestas concretas. Esperemos que sean capaces de construirlas. Donde s¨ª han de mostrarse implacables, sin embargo, es en no dejarse arrastrar en esta puja por ver qui¨¦n es el m¨¢s duro y 'seguro'.
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