Dos arriesgados y mal resueltos filmes de Kiarostami y Egoyan
Un filme palestino se convierte en la sorpresa de la jornada
La jornada de ayer fue variada e interesante. Fue frustrante la presencia de Martin Scorsese con el caramelo de s¨®lo 20 minutos de su pr¨®xima pel¨ªcula, Gangs of New York. Decepcion¨® tambi¨¦n Diez, filme de Abbas Kiarostami, en el que afronta un desaf¨ªo formal que no resuelve bien. Y decepcion¨® tambi¨¦n, aunque menos, Ararat, un complejo filme del canadiense Atom Egoyan. El filme palestino Intervenci¨®n divina, dirigido por Elia Suleiman y protagonizado por Manal Khader, se convirti¨® en la gran sorpresa.
El paseo ayer por La Croisette de Martin Scorsese fue irritante por lo que tiene de inmoral. Scorsese suele llevar su cine al festival de Venecia y esto molesta aqu¨ª, el aura de cl¨¢sico viviente que acompa?a al gran cineasta neoyorquino, a?adida a su conversi¨®n, algo rid¨ªcula a estas alturas, por la cinefilia francesa m¨¢s eclesial en un cineasta de los llamados de culto. Y lo que ayer tuvo lugar aqu¨ª fue, en efecto, una especie de misa en la que Scorsese y sus feligreses comulgaron con el regalo publicitario del festival al artista, que -tiempo al tiempo- tendr¨¢ alguna contrapartida de las de toma y daca.
Tras la tomadura de pelo del trailer del filme de Scorsese, llegaron tres pel¨ªculas discutibles, pero de verdad. La primera fue el demasiado esperado Diez, de Abbas Kiarostami. La idea ambiental -que flotaba aqu¨ª como una especie de globo hinchado por los pulmones de qui¨¦n sabe qu¨¦ distribuidor interesado- de que estamos ante la obra cumbre del cineasta iran¨ª result¨® ser un patinazo, porque si es cierto que la pel¨ªcula arranca con gana de emprender una aventura formal muy arriesgada y dif¨ªcil de sostener, no es menos cierto que esa aventura se echa a perder al llenarse la pantalla de cors¨¦s y amaneramientos, y convertirse la forma en f¨®rmula, es decir, en rutina.
El prurito de originalidad le ha gastado esta vez una mala pasada al eminente cineasta, que seduce al espectador en las primeras, y sorprendentes, tomas para ir creando en ¨¦l un sentimiento de frustraci¨®n a medida que se ve a la pantalla caer en subrayados y reiteraciones inexpresivas. Y esta dura historia de seis sojuzgadas mujeres iran¨ªes -que han de encerrarse dentro de un coche para poder hablar entre s¨ª libremente- deja de tener su peso inicial y pierde poco a poco intensidad, como si al final se desmembrase su armaz¨®n formal y dejase ver que en realidad se trata de un castillo de naipes. Las acusadas singularidades del cine de Kiarostami vuelven a aparecer aqu¨ª, pero da la impresi¨®n de que lo hacen con f¨®rceps, de manera mec¨¢nica y casi forzada. Y percibimos que el cineasta, que se hizo legendario por su don de la transparencia, lo pierde y se vuelve opaco, inexpresivo, incapaz de decir lo que tiene en la punta de la lengua, como si hubiese olvidado los mecanismos de la viveza de El sabor de las cerezas, A trav¨¦s de los olivos y el resto de sus grandes obras.
Es lo contrario de lo que ocurre en Ararat, donde las piezas del complicado relato puesto en marcha en forma de puzzle por Egoyan son de materia pesada y encajan a la perfecci¨®n unas con otras, logrando un conjunto sin fisuras, bien armado y trabado. Pero ese conjunto peca de opacidad y de espesura, toma forma de ladrillo y se hace as¨ª cine dif¨ªcil de tragar.
'Egoyismo'
Hay en Ararat la habitual sensaci¨®n de solvencia que transmiten las im¨¢genes de Egoyan. Pero hay tambi¨¦n en la pel¨ªcula ese desquiciado egoyismo -y esta distorsi¨®n verbal lo dice casi todo de este cineasta, embarcado en una especie de exploraci¨®n c¨®smica de su ombligo- que le hace buscar la distinci¨®n, el sello propio, la marca de estilo, a costa de lo que sea, incluidas la transparencia, la sencillez y la humildad consideradas como plataformas est¨¦ticas y ¨¦ticas de acceso a la verdad. Y vuelve Egoyan a poner el golpe narcisista de su yo filmo por encima de la materia humana filmada, cuando esta materia es de ¨¦sas que hay que filmar con sumo pudor, pues es nada menos que el exterminio de un pueblo, el suyo, el armenio, por la bestial batida genocida del Ej¨¦rcito turco en 1915. Y el prurito de originalidad, como a Kiarostami, oscurece y hace herm¨¦tico al suceso filmado, dej¨¢ndolo reducido a simple pretexto para la exhibici¨®n de la musculatura del estilo de Egoyan. Y hay por esto que seguir esperando -aunque en El viaje de Felicia se acerc¨® mucho a ello- a que este superdotado cineasta encuentre el adecuado equilibrio entre el qu¨¦ y el c¨®mo, sin hinchar a ¨¦ste ni empeque?ecer a aqu¨¦l.
Lo que m¨¢s le falta a Egoyan, que es humildad y sentido del humor, es algo que el palestino Elia Suleiman derrocha. Su Intervenci¨®n divina es una pel¨ªcula muy inteligente, libre, relajada, jugosa y de fondo m¨¢s que grave, pues bordea a la espantosa tragedia colectiva de su pa¨ªs. No es indulgente el filme con el lado palestino de la gran barricada de Oriente Pr¨®ximo, lo que le autoriza a ser, como realmente es, feroz con el lado israel¨ª. Hay un viv¨ªsimo humor en la casi muda visi¨®n -con ecos del cine de Jacques Tati, al que precisamente se homenaje¨® ayer con la reconstrucci¨®n de Playtime- de Suleiman a su mundo. De ah¨ª su porosidad y su serena manera de visualizar el tremendo absurdo de vivir en la Palestina de nuestros d¨ªas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.