Ken Loach recupera el vigor dram¨¢tico y Cronenberg cae en una rebuscada ret¨®rica
La tosca y confusa pel¨ªcula 'La hora de religi¨®n', de Marco Bellocchio, gana adeptos
El brit¨¢nico Ken Loach descansa de su militancia en las luchas obreras y entra en el territorio dram¨¢tico ¨ªntimo que se esconde detr¨¢s de esas luchas. Sweet sixteen es un filme lleno de calor de vida, por doloroso que sea lo que cuenta. Loach vuelve a su cine m¨¢s apegado a los sentimientos, y convence. No convence, en cambio, el canadiense David Cronenberg, que inicia Spider con ambiciosas im¨¢genes, pero el globo se le deshincha al hacerse f¨¢cil de prever su rebuscado misterio. Y la tosca y confusa La hora de religi¨®n gana inexplicablemente adeptos.
Este choque de opiniones entre quienes dicen que La hora de religi¨®n es una obra llena de grandeza y quienes replican que de lo que est¨¢ llena es de miseria, es lo que siempre busca Marco Bellocchio, un veterano cineasta que desde sus comienzos, hace 40 a?os, en Las manos en los bolsillos, busca con tes¨®n o¨ªr decir que con ¨¦l llega el esc¨¢ndalo, cuando lo que llega son tan s¨®lo escandalitos, como el de aquella pel¨ªcula donde manejaba la (es un decir) idea de que hay violaciones en las que la violadora es la mujer violada; y ¨¦sta La hora de religi¨®n, donde quiere arrojar (es un decir) luz sobre algunas mugres del Vaticano y, en realidad, lo que arroja son m¨¢s sombras, lo que hace de ella una pel¨ªcula tan mugrienta como las mugres que quiere denunciar y ni siquiera sabe enunciar.
En el polo opuesto a Bellocchio hay que situar las concisas y austeras im¨¢genes con que Ken Loach construye Sweet sixteen, la historia de un muchacho escoc¨¦s de 15 a?os, que tiene a su madre encarcelada y vive malamente con su hermana y el beb¨¦ de ¨¦sta. La l¨®gica de las aceras en que vive lleva al car¨¢cter emprendedor y combativo del chico a tomar decisiones veloces, duras y arriesgadas. Y emprende el camino de la busca de enriquecerse a la sombra de un gang de traficantes de droga de su ciudad y cuando avanza en su huida de la pobreza le salen al camino dolorosos obst¨¢culos y, con ellos, otras luces y otras metas.
Hay desgarro y emoci¨®n en el empe?o de este adolescente convertido en un adulto prematuro. La idea del filme procede de una variante argumental manejada en una pel¨ªcula precedente, Mi nombre es Joe, que Loach rod¨® hace cuatro a?os. Y tiene mucho que ver Sweet sixteen con esa notable obra. Pero tampoco hace Loach concesiones a la ligereza cuando aborda expresiones de sentimientos. Incluso metido en matices sigue haciendo cartograf¨ªa de las luchas de clase de su tierra. Dice el cineasta: 'Paul Laverty, el guionista, me dijo cuando rod¨¢bamos en Glasgow Mi nombre es Joe que me diera una vuelta por Greenock, una ciudad situada al este, en la orilla sur del estuario. El escenario es de una riqueza inusitada, pero no se puede decir lo mismo de sus habitantes tras el cierre de los astilleros. Se ha formado all¨ª uno de esos enormes pozos de pobreza que hacen de Gran Breta?a la primera generadora de ni?os con el nivel de pobreza m¨¢s bajo de toda la Uni¨®n Europea. Y estos niveles de pobreza tienen en Escocia condici¨®n de verdadera cat¨¢strofe'.
Sobre el suelo movedizo de esta cat¨¢strofe, Loach y sus actores, la mayor¨ªa naturales y procedentes de Greenock, crean un trenzado dram¨¢tico conmovedor, en el que el ni?o protagonista, Martin Compston, es ese tremendo y a ratos terrible muchacho forjador de su destino a pu?etazos y navajazos. Un cr¨ªo fr¨¢gil pero empujado por una valent¨ªa ilimitada. En palabras de Loach: 'Martin y su personaje, Liam, son hijos de la clase obrera. Son supervivientes'.
Miniaturismo
Si Sweet sixteen es cine formalmente sencillo, elaborado c¨¢mara en mano en las aceras de Greenock, Spider es todo lo contrario, una pel¨ªcula elaborad¨ªsima, que lleva dentro una composici¨®n hecha con minuciosidad cercana al miniaturismo. Se ven en ella esmero y cuidado extremados en cada encuadre, en cada fondo, en cada sombra y en cada contraluz. Todo es c¨¢lculo en el despliegue de rebuscadas im¨¢genes hecho por Cronenberg. Pero este c¨¢lculo, que comienza inquietando e intrigando, al cabo de media hora se hace repetitivo y deja ver las claves de su enigma, por lo que la pel¨ªcula comienza a hacerse sabida y tediosa.
Cronenberg se mete en honduras de la peor mitolog¨ªa freudiana, pero esta inconsistente base, que sin embargo en Inseparables condujo a un hallazgo de explosiva fuerza visual y dram¨¢tica, aqu¨ª conduce exactamente a ninguna parte o, si se quiere, a la nada. El truco visual de un hombre que contempla su vida metido en las escenas que evoca, procede literalmente de Las fresas salvajes, de Ingmar Bergman. Y las atm¨®sferas agobiantes, l¨®bregas, pringosas, m¨ªseras, l¨²gubres, donde tiene lugar este desaforado dram¨®n ed¨ªpico, huelen a cart¨®n piedra, a im¨¢genes creadas por se?oritos que s¨®lo conocen la miseria de o¨ªdas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.