D¨®nde empieza
Cuando escribes una novela, tienes la necesidad de hacerte algunas preguntas sobre sus personajes. Esas preguntas pueden ser de muchos tipos y obedecer a diversas razones, pueden ser m¨¢s profundas o m¨¢s superficiales, m¨¢s necesarias o m¨¢s prescindibles; pero hay una que me ha interesado siempre por encima del resto, una pregunta de cuya respuesta depende, tal y como yo lo veo, toda la perspectiva del personaje, todo su volumen: ?De d¨®nde viene y qu¨¦ le ocurri¨® all¨ª? Es una pregunta dif¨ªcil, porque el que la hace quiere saberlo todo del otro, quiere meter la cuchara en todo, en el pasado del personaje y en su conciencia, en su yo y en su circunstancia, como dir¨ªa Ortega. Pero, aun as¨ª, me gusta esa pregunta. Debe de ser porque a¨²n pertenezco a ese grupo de personas, casi marginales en este mundo de hoy, tan dominado por la inmediatez, el pragmatismo y la dictadura de los resultados, que cree que los hechos no son tan importantes como las razones, que el problema no son las heridas, sino las enfermedades.
Fuera de los libros, la pregunta es tambi¨¦n posible y es tambi¨¦n necesaria. Podemos hacernos esa pregunta, por ejemplo, acerca de las jaur¨ªas ultraqui¨¦nsabequ¨¦ que se pasean por los estadios de f¨²tbol y las plazas p¨²blicas de nuestras ciudades como leones hambrientos escapados de un circo. ?Qui¨¦nes son esos j¨®venes llenos de ira y violencia? ?De d¨®nde salen esos grupos de adolescentes rabiosos que golpean a los otros espectadores en el Santiago Bernab¨¦u, que matan con un cuchillo a los aficionados rivales en el Vicente Calder¨®n, que arrojan botellas y bolas de acero a la muchedumbre que baila alrededor de la Cibeles para celebrar la novena Copa de Europa, rompen relojes, queman cabinas de tel¨¦fono, arrojan vallas contra los coches y hasta disparan sobre las furgonetas de la polic¨ªa? ?De d¨®nde vienen y qu¨¦ ocurri¨® all¨ª?
Un canalla puede venir de muchos sitios, ser el producto de la miseria o de la estupidez, ser el resultado de una sociedad enferma, de un mundo marginal, de una familia destruida o de un ambiente presidido por la degradaci¨®n moral o la falta de esperanza, y, si quisi¨¦ramos una respuesta exacta a nuestra pregunta, tendr¨ªamos que ir haci¨¦ndosela ultra a ultra, ir descubriendo poco a poco qu¨¦ hay detr¨¢s de cada navaja, de cada pu?o americano, de cada bate de b¨¦isbol y cada bandera fascista. Un canalla puede venir de muchos sitios, pero un grupo de canallas siempre proviene de la impunidad, siempre surge de la dejadez, la indiferencia o, en los peores casos, la camarader¨ªa de quienes deber¨ªan erradicarlo. Creo que no hace falta ser un lince para darse cuenta de que eso es justo lo que han encontrado las pandillas ultra en la sociedad en general y en los clubes de f¨²tbol en particular: dejadez, indiferencia, camarader¨ªa. Visto as¨ª, el problema parece muy grande pero tambi¨¦n muy sencillo: s¨®lo hace falta borrar esas tres palabras del diccionario del deporte y el problema desaparecer¨¢.
Hasta ahora, eso no se ha hecho. Los famosos Ultra Sur llegaron incluso a tener su propia oficina en el campo de Chamart¨ªn. Los clubes financian los viajes de esas pe?as cuando sus equipos se desplazan fuera de Madrid. Los jugadores, en una actitud cobarde y vergonzosa, se han plegado siempre a esos grupos porque son los que m¨¢s animan, los que gritan todo el partido, los que intimidan a los jugadores del equipo rival, les tiran monedas y mecheros a los guardametas del otro conjunto. Esa intimidaci¨®n, de hecho, se considera un valor dentro del mundo del f¨²tbol, y cuando un directivo o un entrenador habla del p¨²blico como 'el jugador n¨²mero doce' y le pide que se vuelque con el equipo, sabe de sobra lo que dice: animen a los nuestros y asusten al contrario, hagan del campo un infierno, una olla a presi¨®n o cualquiera de esos t¨®picos que los responsables de las oficinas y los banquillos repiten una y otra vez, porque les interesa y para halagar los o¨ªdos de los j¨®venes ultras, siempre dispuestos a creer que la gloria del Real Madrid o del Atl¨¦tico de Madrid dependen de ellos, est¨¢n en sus manos. Le das un bal¨®n de rugby a Zidane y te devuelve un globo perfecto. Le das un piropo a un ultra y te devuelve una navaja, un bate de b¨¦isbol, un pu?o americano.
?De d¨®nde salen los ultras? De la complicidad de sus presuntos enemigos. Porque son sus enemigos, ?o no?
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