Oratorio de discordia
La construcci¨®n en Premi¨¤ de Mar de un oratorio -llamarle mezquita ser¨ªa un exceso- musulm¨¢n ha reabierto la caja de los truenos de la intolerancia. Una parte de los vecinos de esa poblaci¨®n costera catalana se oponen a que personas de confesi¨®n musulmana, mayoritariamente magreb¨ªes, construyan un oratorio en un solar adquirido para ese fin en el centro de la localidad y para el que cuentan con la debida licencia municipal. La presi¨®n vecinal ha provocado que el Ayuntamiento -gobernado por socialistas, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya- se haya echado atr¨¢s y proponga ahora que el oratorio se ubique en la zona industrial de la poblaci¨®n.
?Ser¨ªa de recibo que la Iglesia cat¨®lica se viera obligada a construir un templo en un pol¨ªgono industrial ante la oposici¨®n de un colectivo de vecinos a que lo hiciera en el casco urbano? No parece probable que la pregunta llegue siquiera a plantearse. Pero se considera normal si se trata de otra confesi¨®n. Algunos partidos pol¨ªticos incluso se han apuntado al oleaje de la ¨²ltima moda populista europea. El PP de Premi¨¤, por ejemplo, apoya ese traslado a la zona industrial, vulnerando el principio de respeto a la propiedad privada que otras veces considera prioritario. No es la primera vez que los populares juegan esa carta.
Es evidente que el libre ejercicio de la religi¨®n debe mantenerse de acuerdo con el ordenamiento legal. De la misma manera que hombre y mujer -le pese a la confesi¨®n que le pese- son iguales ante la ley. Son condenables actitudes como la del antiguo imam de Premi¨¤ -Abdelaziz Khafo-, que se neg¨® a dialogar con la alcaldesa por el hecho de ser mujer. Ahora se han alzado voces de pol¨ªticos desinformados pidiendo la expulsi¨®n de ese dirigente religioso, que vive desde hace un a?o en Holanda. Aseguraba el l¨ªder de Esquerra Republicana, Carod Rovira, que los intolerantes deben ser expulsados, una reflexi¨®n a la que se sum¨® ayer el propio conseller en cap, Artur Mas, y que nunca se hace extensiva a aquellos ciudadanos que la ejercen contra los reci¨¦n llegados. Y en el caso de Premi¨¤ de Mar hay muestras suficientes.
Lo triste del caso es que las declaraciones han secuestrado el debate y han convertido los problemas de integraci¨®n de inmigrantes en arma pol¨ªtica arrojadiza. Los ayuntamientos se ven superados -t¨¦cnica y materialmente- por la oleada migratoria. El Gobierno central no contribuye a financiar los gastos de adaptaci¨®n que la inmigraci¨®n supone y la Generalitat catalana fantasea con su intenci¨®n de fijar directamente el cupo de inmigrantes. Con estas actitudes se aleja cualquier posibilidad de sustraer de los vaivenes pol¨ªticos un problema de fondo como es la integraci¨®n de los ciudadanos extranjeros y la adaptaci¨®n de las mentalidades de las poblaciones que los acogen.
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