La segunda v¨ªctima
Uno. Las obras que m¨¢s me seducen son las que contradicen mis expectativas o mis prejuicios, y los personajes que m¨¢s me conmueven son los protagonistas secretos: aquellos que crecen inesperadamente, sorprendi¨¦ndose a s¨ª mismos con sentimientos y acciones que no preve¨ªan. ?sa es, para m¨ª, la se?al inequ¨ªvoca de que relato y personaje est¨¢n vivos, porque siguen las pautas de la vida: el azar, la sorpresa, las pulsiones ocultas, las sacudidas de la pasi¨®n. En La se?orita de Trevelez, la obra maestra de Arniches, el protagonista secreto es Don Gonzalo, el hermano de Flora. Ella vive, ajena, en su propia ficci¨®n de dama enamorada, pero nosotros sufrimos con ¨¦l, porque es dolorosamente consciente de la ficci¨®n que ha inventado para apuntalar el mundo irreal de su hermana: es la segunda v¨ªctima, y su padecimiento es m¨¢s conmovedor porque no lo esper¨¢bamos y porque lo vemos crecer en escena.
?ngel Guimer¨¢, como Arniches, es un autor 'mal visto' por la seudomodernidad, porque tambi¨¦n trabajaba con materiales 'sospechosos': el costumbrismo y el melodrama al servicio de la emoci¨®n. La filla del mar, estrenada en 1899 por la compa?¨ªa de Mar¨ªa Guerrero y D¨ªaz de Mendoza, se representa en estos momentos, con gran ¨¦xito de p¨²blico, en el Nacional de Barcelona. Se ha vuelto a hablar, sin embargo, de obra menor y de 'teatro de alpargata': quiz¨¢ har¨ªa falta una operaci¨®n similar a la efectuada por David Mamet con El caso Winslow, del despreciad¨ªsimo Terence Rattigan, para que m¨¢s de uno se percatara de la gran sabidur¨ªa humana y esc¨¦nica de Guimer¨¢ como constructor de emociones.
El objetivo de Guimer¨¢ siempre fue ensanchar el coraz¨®n de su p¨²blico: no buscaba juzgar sino comprender, y en eso reside su grandeza esencial como dramaturgo, por encima de algunas imperfecciones formales. A priori, La filla del mar parece articularse sobre el mismo precepto de complicidad emocional de Terra baixa: el inocente en un entorno hostil, v¨ªctima propiciatoria de un conflicto de intereses. ?gata, la 'hija del mar' es, como Manelic, un coraz¨®n puro. Asexuada, semisalvaje, marcada por sus or¨ªgenes ('hija de moros') en la comunidad marinera que la acogi¨®, servir¨¢ de tapadera a los amores secretos entre Mariona, la hija del rico del pueblo, y Pere M¨¤rtir, la sorprendente segunda v¨ªctima del relato, tan outsider y estigmatizado como ?gata. Pere M¨¤rtir, arquetipo del seductor, del robanovias, es el verdadero objeto de deseo del drama. Por amor a Mariona, aceptar¨¢ seducir a ?gata, pero se enamorar¨¢ total y absolutamente de ella. La comunidad, que jam¨¢s ha aceptado a 'la extra?a', tampoco puede asumir el s¨²bito amor loco de Pere M¨¤rtir, pues se sale del arquetipo. Los celos de Caterina, antigua amante despechada, ser¨¢n el motor de la cadena de recelos y malentendidos que infecta y destruye a la pareja.
M¨¢s all¨¢ de su tema superficial -la cr¨®nica del racismo latente en un microcosmos cerrado-, la potencia de la obra radica en ese desplazamiento de la empat¨ªa del espectador, que descubre la pasi¨®n y los sentimientos de Pere M¨¤rtir (nunca un nombre fue m¨¢s premonitorio) al mismo tiempo que el propio personaje: su tragedia es mucho m¨¢s terrible, porque ?gata sufre, sin comprender,ignorante del complot, y Pere M¨¤rtir sufre comprendiendo, con plena conciencia de sus actos.
Dos. Tan notable es el hallazgo y tan conmovedor el segundo drama que La filla del mar constituye un verdadero bomb¨®n envenenado para cualquier actriz protagonista. La ¨²ltima vez que se mont¨® la funci¨®n -en el 1992, dirigida por Sergi Belbel-, ?gata era la estupenda Anna G¨¹ell, pero el espect¨¢culo fue la rampa de lanzamiento de Pere Arquillu¨¦. En el actual montaje de Josep Maria Mestres no sucede lo mismo pero casi: Helena Fortuny (?gata), que hasta ahora s¨®lo hab¨ªa hecho peque?os papeles, se revela como una actriz a tener muy en cuenta; todav¨ªa algo carente de presencia esc¨¦nica, pero supliendo su falta con una interpretaci¨®n poderosa y entregad¨ªsima, mientras que el rol de Pere M¨¤rtir supone la consagraci¨®n de Joan Carreras, uno de los actores j¨®venes m¨¢s vers¨¢tiles de Catalu?a. A los que aplaudieron su furioso Aaron de Titus Andr¨°nic les costar¨¢ reconocerle aqu¨ª haciendo gala de una vulnerabilidad extrema, muy en la l¨ªnea del primer Christopher Walken. Del amplio reparto hay que destacar a Marta Marco (una Mariona m¨¢s maggiorata que nunca), a la sulf¨²rica Rosa Vila, a la que no ve¨ªamos desde La casa de Bernarda Alba, convirtiendo a Catarina en un feroz Yago con faldas, y al sobrio y human¨ªsimo Baltasar de Jaume Bernet. Josep Maria Mestres ha ambientado la acci¨®n en la posguerra, jugando a un cierto neorrealismo que choca con la tendencia al cromo de alguna escena, como una procesi¨®n marinera perfectamente prescindible, pero guiando con mano muy firme las riendas de la emoci¨®n.
La gran dificultad de cualquier puesta en escena de La filla del mar es que, para entendernos, ha de arrancar en la l¨ªnea del Renoir de Toni y culminar como Ruby Gentry, de Vidor, sin perder en ning¨²n momento la toma de tierra ni perderse por vericuetos simb¨®licos. La principal baza del espect¨¢culo es la sensualidad a flor de piel, la qu¨ªmica entre los protagonistas, que eleva el voltaje de su pasi¨®n fatal en un crescendo perfecto, para rematar la funci¨®n con un estallido de amor y muerte (un asesinato y un suicidio) que, pese a su desmesura, se producen ante nuestros ojos con la precisi¨®n irremediable de un teorema.
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