C¨®mo poner cara de escritor
La inauguraci¨®n del Congreso The Next Generation de Nueva Narrativa Norteamericana, auspiciada por la editorial Mondadori, se inici¨® con un ballet de posturitas durante el cual los ponentes (Michael Chabon, Chuck Palahniuk, Jonatham Lethem, Heidi Julavits y David Sedaris) se sometieron a las peticiones de los fot¨®grafos. Fotografiar a un escritor no es f¨¢cil. A un actor porno se le puede pedir que se baje la bragueta, pero a un escritor que ha acudido a una sala tristemente enmoquetada s¨®lo se le puede sugerir que ponga cara de escritor. Si hay un mesa cerca, la cara de escritor consiste en sujetarse la barbilla con una mano y mirar al objetivo con una sonrisa metaf¨ªsica o est¨²pida. Pero como en el Instituto de Estudios Norteamericanos s¨®lo hab¨ªa una mesa y mogoll¨®n de escritores, se opt¨® por usar la mesa como soporte sobre el cual los narradores se sentaron para ser debidamente retratados. Chabon puso cara de escritor de ¨¦xito. Palahniuk puso cara de escritor desafiante. Lethem puso cara de escritor minoritario. Julavits puso cara de escritora descendiente de cu¨¢queros en su versi¨®n m¨¢s pop: luciendo ombligo y gafas tipo Rosa de Espa?a. Sedaris puso cara de escritor despistado. Insinuaba una sonrisa de pel¨ªcano, que luego justific¨® en su brillante intervenci¨®n del martes (rematada con la lectura de Claustros del mi¨¦rcoles).
Si hay una mesa cerca, la cara de escritor consiste en sujetarse la barbilla con una mano y mirar al objetivo con una sonrisa metaf¨ªsica o est¨²pida
Con una voz woodyalleniana, dominando el arte del titubeo, Sedaris no defraud¨® a los que acudieron a verlo. Mientras le fotografiaban, se mostraba divertido (Palahniuk, en cambio, no dud¨® en hacer muecas de esas que tanto agradecen los fot¨®grafos del sector m¨¢s radical). En medio de una de las sesiones, aprovech¨¦ la presencia de un escritor con cara de escritor con resaca para pedirle su opini¨®n sobre el acto. D¨ªjome: 'Sin novedad en el frente. Dicen lo mismo que o¨ªa decir hacer 25 a?os. El choque entre literatura y cultura pop... ?Oh! Llevamos lustros con lo mismo. Aunque, mejor esto que el canon patatero de Harold Bloom. Por cierto, hace un a?os hab¨ªa un anuncio que dec¨ªa 'Bloom los mata bien muertos'. Para combatir el l¨²cido y hep¨¢tico sentido cr¨ªtico de mi colega, me dispuse a disfrutar del espect¨¢culo. Comet¨ª la imprudencia de no recurrir a la traducci¨®n simult¨¢nea, as¨ª que, teniendo en cuenta lo defectuoso de mi ingl¨¦s, lo que interpret¨¦ s¨®lo responde vagamente a lo que dijo Sedaris. Dijo, creo, que vive en Par¨ªs para poder fumar tranquilamente y que necesita buscar la inspiraci¨®n en su biograf¨ªa no por egolatr¨ªa, sino porque la realidad le resulta agotadora; que escribe por dinero, para atrapar algunos momentos y, sobre todo, para llamar la atenci¨®n. Cont¨® que siempre quiso llamar la atenci¨®n. Quiso ser actor, pero sus tics se lo impidieron. Quiso ser bailar¨ªn, pero no ten¨ªa el cuerpo apropiado, as¨ª que intent¨® llamar la atenci¨®n dej¨¢ndose llevar por cualquier situaci¨®n que llevara impl¨ªcita la promesa de un desenlace inesperado. 'Cuando hago algo malo nunca me siento culpable, pero siempre me siento culpable cuando no hago nada malo', me pareci¨® entender. Lo anot¨¦ en mi libreta de aforismos poniendo cara de periodista y sal¨ª de la sala para dirigirme hacia la universidad, donde estaba citado con Manel Oll¨¦, un profesor poeta con cara de profesor poeta, autor de versos como 'ombres d'arbres quiets/ fan cels lactis sobre aigua t¨¨bia/ i clorada/ de piscina privada'.
Delante de la universidad, me cruc¨¦ con Ana Mar¨ªa Moix. Ella estaba fumando, quiz¨¢ en solidaridad con su hermano Terenci, uno de los escritores que m¨¢s han fumado y mejor han sabido dejarse fotografiar. Moix estaba paseando un perro que pon¨ªa cara de perro de escritora. En el patio de la facultad, retozaban hermosas jovencitas que le ense?aban el ombligo al cielo y los tirantes de sus sujetadores a unos compa?eros de clase que luchaban por contener sus justificados aludes hormonales. Al salir de la universidad, y en el mismo lugar donde un par de horas antes estaban Ana Mar¨ªa Moix y su perro, vi, lo juro, a Marta Pessarrodona con otro perro, distinto al de Moix. Pessarrodona pon¨ªa cara de escritora Bloosmbury pero, por su porte deportivo y su sonrisa, tambi¨¦n pon¨ªa cara de haber conocido a Cassius Clay. No detect¨¦ en ella ning¨²n s¨ªntoma de rabia cassiusclayano por la pol¨¦mica sobre Gabriel Ferrater. Su perro, en cambio, pon¨ªa cara de estar muy cabreado con Xavier Bru de Sala, que, por cierto, siempre ha tenido m¨¢s cara de cardenal conspirador que de escritor, lo cual explicar¨ªa su laxante tendencia a exagerar los pecados ajenos para expiar los propios. En eso se parece a Harold Bloom, que al d¨ªa siguiente actuaba patrocinado por nuestros impuestos. La Generalitat me hab¨ªa mandado tres lujosas invitaciones que no quise atender para protestar contra el despilfarro que supone mandarme tres invitaciones, a m¨ª, que no pienso ir a escuchar el discurso de un t¨ªo al que le regalamos una pasta que te cagas para que nos diga que los lectores son una especie en peligro de extinci¨®n y que el mejor escritor es el escritor muerto, es decir: aquel que ya no puede ni pasear a su perro, ni ense?ar el ombligo, ni tener un hermano escritor y fumador, ni llevar la bragueta abierta, ni poner cara de escritor con resaca.
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