Terrorismo sin fronteras, opini¨®n p¨²blica y prensa
Abordar la problem¨¢tica del terrorismo internacional tras los sucesos del pasado 11 de septiembre, tomando en consideraci¨®n los pareceres de la opini¨®n p¨²blica y el papel de los medios de comunicaci¨®n, es algo que adquiere especial sentido desde una perspectiva espa?ola. No en vano en Espa?a se ha podido consolidar una democracia liberal pese a la actividad terrorista que vienen sufriendo sus ciudadanos y que contin¨²a afectando a la vida pol¨ªtica desde el inicio mismo de la transici¨®n a partir del anterior r¨¦gimen franquista, hace ya m¨¢s de veinticinco a?os. De hecho, se trata en buena medida de un envenenado legado de la dictadura que ha persistido hasta nuestros d¨ªas, porque los terroristas no reivindican la democracia ni son dem¨®cratas, sino que aspiran a imponer desp¨®ticamente sus ideas totalitarias cualquiera que sea el contexto pol¨ªtico en que se desenvuelven. En concreto, la banda armada ETA, inspirada en los postulados de un nacionalismo vasco ¨¦tnico y excluyente, es responsable del noventa por ciento de las m¨¢s de ochocientas v¨ªctimas mortales ocasionadas por el terrorismo en Espa?a, desde la segunda mitad de los setenta hasta nuestros d¨ªas. Por cierto que los atentados contra Estados Unidos de hace ya ocho meses provocaron m¨¢s bien regocijo en el entorno encubridor y c¨®mplice de dicha organizaci¨®n terrorista.
Precisamente cuando la globalizaci¨®n del terrorismo se hizo de s¨²bito manifiesta aquel 11 de septiembre, los espa?oles reaccionaron de una manera que resulta interesante conocer. No se trata de meras especulaciones al respecto. A finales de ese fat¨ªdico mes, el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas, un ente oficial prestigioso por la calidad de sus estudios demosc¨®picos, llev¨® a cabo una encuesta sobre el tema, seleccionando para ello una muestra estad¨ªsticamente representativa de personas adultas residentes en el territorio espa?ol. Como cabr¨ªa suponer, de los resultados se deduce que aquellos actos de megaterrorismo maquinados y cometidos por fundamentalistas isl¨¢micos fueron seguidos con extraordinario inter¨¦s por la poblaci¨®n espa?ola, a trav¨¦s de los distintos medios de comunicaci¨®n y en especial de la televisi¨®n. M¨¢s all¨¢ de eso, ocho de cada diez individuos entrevistados declararon sentirse cercano al pueblo estadounidense e hicieron expl¨ªcitos sus sentimientos de solidaridad para con el mismo. El sondeo puso asimismo de manifiesto que los sucesos del 11 de septiembre y sus consecuencias se hab¨ªan convertido en fuente de gran preocupaci¨®n para la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
Seis de cada diez personas que respondieron al cuestionario cre¨ªan que se trataba no de un incidente terrorista m¨¢s sino del comienzo de una nueva etapa en la evoluci¨®n de dicho tipo de violencia, al tiempo que se mostraban convencidas de la existencia de un entramado terrorista internacional. Indicativo a mi entender de una cultura c¨ªvica saludable, la proporci¨®n de los entrevistados que rechazaba la posibilidad de recortar libertades p¨²blicas con el pretexto de combatir mejor el terrorismo resultaba significativamente mayor que la de cuantos se mostraban partidarios de dicha idea. Sin embargo, hasta un 85 por ciento del total de los mismos se decantaba con nitidez a favor de una coalici¨®n internacional para contrarrestar un fen¨®meno que atraviesa jurisdicciones estatales, aunque apenas siete de cada diez atribuyeran a dicha coalici¨®n eficacia suficiente bajo las circunstancias entonces existentes. Parece l¨®gico que la opini¨®n p¨²blica espa?ola se decante con tanta claridad respecto a la necesaria cooperaci¨®n internacional contra un terrorismo sin fronteras. As¨ª lo expresan mujeres y hombres frecuentemente afectados por un terrorismo, como es el que practica ETA, ampliamente transnacionalizado. En consonancia con ello, los sucesivos Gobiernos espa?oles, al margen del partido pol¨ªtico al que los electores hayan encomendado las tareas del Ejecutivo, destacan por su insistencia en fomentar la colaboraci¨®n internacional contra el terrorismo, tanto en el seno de la Uni¨®n Europea como en otros foros intergubernamentales.
Ahora bien, cuando nos referimos al modo en que las democracias liberales deben hacer frente a los desaf¨ªos del terrorismo lo hacemos tanto de respuestas estatales como de reacciones sociales. Otro tanto cabe argumentar, salvando prudentemente las distancias, en el ¨¢mbito internacional, al menos entre reg¨ªmenes pol¨ªticos afines. Es precisa la cooperaci¨®n intergubernamental en aspectos policiales y judiciales, militares en determinados supuestos, pero resulta igualmente necesaria la solidaridad entre las sociedades civiles de distintos pa¨ªses. Desgraciadamente, este no es siempre el caso y la prensa, en tanto que componente fundamental de esas sociedades civiles, proporciona ella misma pruebas lacerantes. Demasiado a menudo, por ejemplo, las agencias de noticias y los peri¨®dicos estadounidenses tienden a presentar como terroristas a aquellos grupos que atentan sistem¨¢ticamente contra ciudadanos e intereses norteamericanos, eludiendo calificar de igual modo a organizaciones que hacen exactamente lo mismo pero contra ciudadanos de otras nacionalidades e intereses de otros pa¨ªses, incluso democr¨¢ticos. Al Qaeda es as¨ª inequ¨ªvocamente presentada en la prensa estadounidense como una red terrorista internacional, de igual modo que hacen los medios de comunicaci¨®n espa?oles. Por el contrario, ETA raras veces es descrita como una organizaci¨®n terrorista en los rotativos y canales de televisi¨®n de EE EE, aun a pesar de que hace ya mucho tiempo que cierne su cruenta amenaza sobre los profesionales de la prensa espa?ola en general y de la vasca en particular. Incluso ha causado v¨ªctimas mortales entre miembros del Grupo Correo de Comunicaci¨®n, representado en el comit¨¦ ejecutivo del propio Instituto Internacional de Prensa, al que pertenecen ejecutivos y profesionales de los m¨¢s influyentes peri¨®dicos tanto estadounidenses como de otros cien pa¨ªses. Esta asociaci¨®n tiene precisamente entre sus principales objetivos, adem¨¢s de proteger la libertad de opini¨®n y expresi¨®n, velar por la seguridad de los periodistas.
Una buena ilustraci¨®n de esa conducta habitual de la prensa estadounidense, de entre los innumerables ejemplos a que podr¨ªa hacerse referencia, la proporciona el modo en que fue tratado informativamente, por parte del International Herald Tribune, el pasado 20 de febrero, el atentado de ETA perpetrado la ma?ana del d¨ªa anterior contra el joven secretario de pol¨ªtica institucional del Partido Socialista de Euskadi, Eduardo Madina, quien perdi¨® una de sus piernas tras estallar una bomba adosada a los bajos de su autom¨®vil. Recogiendo un escrito distribuido por la agencia de noticias Reuters, dicho incidente se ofreci¨® en las p¨¢ginas del citado diario con el siguiente titular: 'Basque bomb wounds politician'. Es decir, 'Bomba vasca hiere a un pol¨ªtico'. Llama poderosamente la atenci¨®n, en primer lugar, el hecho de que lo vasco sea predicado de una bomba y reducido as¨ª a la actividad de la banda armada que coloca ese tipo de artefactos. Por otra parte, en el texto que sigue a dicho titular no se alude a la circunstancia, sin duda relevante, de que la v¨ªctima es no s¨®lo un joven pol¨ªtico sino, para ser m¨¢s precisos, un joven pol¨ªtico vasco. A?¨¢dase a todo ello que ETA es descrita sencillamente como 'grupo separatista vasco', que los t¨¦rminos terrorismo o terrorista no aparecen por ninguna parte, y se podr¨¢ deducir con cierta facilidad el modo en que un lector estadounidense o europeo medio, generalmente desconocedor de la pluralidad constitutiva de la sociedad vasca y de las instituciones de autogobierno all¨ª vigentes desde hace m¨¢s de veinte a?os, tender¨¢ a descodificar la noticia recibida.
Si tenemos en cuenta el papel que los medios de comunicaci¨®n desempe?an a la hora de configurar las percepciones del p¨²blico y de enmarcar su conocimiento de temas especialmente sensibles, tan flagrante inconsistencia opera, seg¨²n mi opini¨®n, en beneficio de los terroristas que logran no ser etiquetados como tales. Tambi¨¦n en detrimento de la rec¨ªproca comprensi¨®n con que los ciudadanos de distintas democracias deben respaldar las medidas de cooperaci¨®n internacional desarrolladas por sus respectivas autoridades para hacer frente a un terrorismo sin fronteras, transnacionalizado en unos casos y hasta globalizado en otros. Un terrorismo que necesita de unos m¨¢rgenes suficientes de tolerancia social y pasividad popular, tambi¨¦n a escala internacional, para movilizar los recursos con que autoperpetuarse y seguir amenazando tanto el mantenimiento de determinadas democracias como incluso la paz mundial. No se trata de constre?ir la libertad de expresi¨®n o la independencia editorial de la prensa. En este sentido, suscribo la resoluci¨®n sobre terrorismo y medios de comunicaci¨®n adoptada por la Unesco a principios de este mismo mes. Se trata, simple y llanamente, de que en el empe?o com¨²n que las democracias liberales deben asumir contra el terrorismo, ese elemento fundamental de nuestras sociedades civiles que es la prensa no incurra irreflexivamente en h¨¢bitos poco ecu¨¢nimes y nada precisos, de los cuales puedan sacar provecho las organizaciones terroristas, sea cual fuere la nacionalidad de la personas y los intereses que convierten en blanco de su criminal violencia. A la postre, el Instituto Internacional de Prensa tambi¨¦n tiene entre sus fines declarados los de mejorar la pr¨¢ctica del periodismo y contribuir as¨ª al entendimiento entre las gentes de todo el mundo.
Fernando Reinares es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director acad¨¦mico de la titulaci¨®n en Ciencias de la Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos.
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