?Hip, hip!
No se lo van a creer, pero los toros sal¨ªan al ruedo queriendo enga?ar; como el juerguista que llega a su casa y pone cara de interesante para evitar la bronca de la parienta. Pero, amigo, el alcohol hace estragos y en cuanto husmeaban el burladero: ?Hip, hip! Hubo alguno que hasta lleg¨® a canti?ear por buler¨ªas. En cuanto se les acercaba un se?or de luces, se descubr¨ªan: los ojos, saltones; la mirada, perdida; las piernas, temblonas, y, al primer envite, al suelo, cataplaf, plaf...
?De d¨®nde vendr¨ªan? ?De los corrales? Ya, ya... ?Qu¨¦ habr¨ªan bebido? ?Agua? Cu¨¦nteselo a otro.
Borrachos como una cuba estaban todos los toros del Puerto de San Lorenzo. Los pobrecitos no se manten¨ªan en pie. Que ven¨ªan de una juerga era evidente. Lo que hab¨ªan bebido era un misterio porque es que no pod¨ªan articular palabra. As¨ª, uno, y otro, y otro, hasta los seis. Una verg¨¹enza presentarse a trabajar en Las Ventas en tan lamentable estado. Pero as¨ª fue.
Puerto / Finito, Morante, Romero
Toros de Puerto de San Lorenzo, el cuarto, devuelto, justos de presentaci¨®n, anovillado el quinto, mansos y absolutamente inv¨¢lidos. El sobrero, de El Toril, manso y flojo. Finito de C¨®rdoba: casi entera muy tendida y cuatro descabellos (silencio); dos pinchazos, media trasera -aviso- y un descabello (pitos). Morante de la Puebla: cinco pinchazos -aviso- y un descabello (pitos); tres pinchazos, estocada perpendicular -aviso- y seis descabellos -2? aviso- (pitos); Alfonso Romero: pinchazo enhebrado y media estocada (silencio); un pinchazo y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas. 27 de mayo. 15? corrida de feria. Lleno. Asistieron los Duques de Lugo.
Ahora, en serio. Si en Madrid, que se considera la primera plaza del mundo, salen toros de esta guisa y se burlan del p¨²blico con tal descaro, ?qu¨¦ ocurrir¨¢ en los dem¨¢s ruedos de este pa¨ªs? Mejor no pensarlo.
?C¨®mo es posible que la autoridad asista impasible a un desfile de borrachos y los mantenga en el albero? S¨®lo el desconocimiento y la paciencia infinita del p¨²blico evitan un conflicto de orden p¨²blico de incalculables consecuencias. Porque lo de ayer en Las Ventas fue otro enga?o, otro fraude, otro atraco m¨¢s, o la evidencia de la degradaci¨®n total del toro bravo.
?Qu¨¦ comen estos toros? ?Qu¨¦ beben? ?Qu¨¦ cuidados sanitarios reciben? ?Es que no sabe el ganadero lo que tiene en el campo? Es m¨¢s: si lo que trajo a Madrid es lo mejor de su ganader¨ªa, ?qu¨¦ es lo que cr¨ªa este hombre?
Lo peor, si es que hay algo peor, es que mientras parte del p¨²blico protesta en¨¦rgicamente, profiere improperios y toca palmas de tango, el presidente reposa el codo derecho sobre el palquillo, se lleva los dedos pulgar e ¨ªndice a la barbilla, se aprieta los m¨²sculos de la cara, escudri?a con mucha atenci¨®n el penoso espect¨¢culo, se lo piensa detenidamente, y saca el pa?uelo blanco para que contin¨²e la estafa.
?Qu¨¦ pensar¨¢ el presidente? Dif¨ªcil cuesti¨®n. Lo cierto es que entre la inhibici¨®n de la autoridad, la birria de material del ganadero y la complicidad de la empresa est¨¢n matando la fiesta.
Y los toreros tampoco se pueden ir de rositas. Cuentan con apoderados influyentes, expertos veedores, asesores varios y todo un entorno de supuestos entendidos. Pero, ?qu¨¦ es lo que ven? ?Qui¨¦n los enga?a dici¨¦ndoles que la corrida es muy bonita y que va a embestir?
Almas en pena
Aunque alguien no lo crea, todav¨ªa puede ser peor. Y puede serlo porque los tres espadas, dos a los que llaman figuras, Finito y Morante, y un tercero que aspira a serlo, Romero, estuvieron a la altura de las circunstancias; es decir, como almas en pena, sin recursos para resolver con dignidad tan grotesca caricatura de una corrida de toros. Intolerable.
Es l¨®gico que les molestara el aliento alcoh¨®lico de sus oponentes, pero ello no es justificaci¨®n suficiente para una tarde tan nefasta. Hasta para ejercer de enfermero hay que saber hacerlo con categor¨ªa.
Finito de C¨®rdoba, por ejemplo, es un diestro experimentado que ha toreado ya cientos y cientos de corridas, pues all¨ª estaba cual principiante como protagonista de un rid¨ªculo vergonzante. No es s¨®lo que se dejara enganchar la muleta en cada embestida, sino que a la hora de matar lo hac¨ªa ech¨¢ndose fuera como si tuviera delante un barrab¨¢s y no un muerto en vida, que es lo que ten¨ªa.
?Y Morante? Cuatro ver¨®nicas estimables en su primero, mucha pinturer¨ªa en las posturas y tropecientos mil pinchazos huyendo de la suerte como un descosido. Alfonso Romero permiti¨® un desorden absoluto en la lidia de su borracho primero y puso voluntad y toreo del malo en el sexto. Una tanda con la derecha y pare de contar.
Se acab¨® la corrida. Los borrachos duermen. Ma?ana, una nueva esperanza. Ojal¨¢ que la juerga no sea contagiosa.
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