Un pa¨ªs en libertad provisional
El juicio de Malabo contra la oposici¨®n es un reflejo de la dram¨¢tica situaci¨®n pol¨ªtica en Guinea Ecuatorial
En Guinea Ecuatorial nadie est¨¢ seguro de su libertad. Benedicto Ns¨¦ Ndong se halla preso desde marzo, tiene las manos rotas y sigue siendo magistrado del Tribunal Supremo. Ni siquiera los tres fiscales saben por qu¨¦ se encuentra procesado en el supuesto intento de golpe de Estado. Su delito es haber criticado al ministro de Justicia, Rub¨¦n May¨¦, hecho que ¨¦l niega. A Bat¨®, uno de los fundadores del PDGE, el partido gubernamental, y diputado de la Asamblea Nacional, le vinculan con la conspiraci¨®n 'por haber realizado una comilona en honor de Felipe Ond¨® ', en 1997. Bat¨® declar¨® ayer que la fiesta consisti¨® en almorzar un puerco esp¨ªn. A Jes¨²s Ndong, secretario general de la Conferencia Episcopal, le han tenido encerrado dos meses por su amistad con Ond¨® y por revisar la redacci¨®n de los estatutos del partido a¨²n no legalizado Fuerza Democr¨¢tica Republicana (FDR).
El juicio est¨¢ regado de irregularidades procesales y de casos de indefensi¨®n
El juicio de Malabo est¨¢ regado de irregularidades procesales y de casos de indefensi¨®n. La m¨¢s grave es que tanto los fiscales como los cinco jueces dan por hecho que se tortura en los interrogatorios policiales, y en el caso de los primeros, dan plena verosimilitud a las declaraciones obtenidas por ese m¨¦todo. 'No s¨¦ si act¨²an as¨ª por ignorancia, malicia o miedo', afirma uno de los abogados sobre la conducta del tribunal. Ayer, uno de esos fiscales se apropi¨® la potestad de condenar y absolver sin que el presidente del tribunal, siempre presto a cortar toda referencia a las palizas -'eso nada tiene que ver con este caso'-, le llamase la atenci¨®n.
Tras cuatro d¨ªas de juicio en el cine Marfil de Malabo, donde desde 1979 se escenifica la justicia en este pa¨ªs, nadie ha presentado una sola prueba material: armas, resguardos de compras, planos de los acuartelamientos... Una ringlera de testigos maltrechos escalan a diario hasta el estrado a desdecirse de sus declaraciones policiales y algunos, como C¨¦sar, el hijo de Felipe, denuncian a este periodista nuevos golpes en el penal tras la declaraci¨®n del s¨¢bado ante la sala. Los fiscales, cada vez menos quisquillosos, sucumben a la falta de sustancia de un caso que algunos tildan de 'pol¨ªtico'.
En la primera fila de la descuajeringada bancada de la izquierda, el ministro de Justicia, Rub¨¦n May¨¦, se afana en anotar en un dietario caducado los pormenores de una reuni¨®n en Bata, admitida por dos de los procesados, en la que se habl¨® de impulsar la legalizaci¨®n de la FDR, el partido con el que Felipe Ond¨® deseaba concurrir a las urnas en 2003. Uno de ellos, Pablo, dijo que Ond¨® acarici¨® la idea de presentarse como independiente si no hab¨ªa legalizaci¨®n, algo que al fiscal le pareci¨® sospechoso, pues fabric¨® una cascada de preguntas sobre ese t¨¦rmino que tantos recelos levantaba.
El jefe de la Seguridad Nacional, Manuel Nguema, sentado al lado de May¨¦, parec¨ªa perplejo por la marcha de un macrojuicio que, de proseguir as¨ª, puede transformarse en otro muy distinto sobre los m¨¦todos del r¨¦gimen. La preocupaci¨®n de Pl¨¢cido Mic¨®, l¨ªder de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS) -'Han tenido todo el domingo para fabricar algo nuevo'-, se hizo realidad con el ¨²ltimo procesado, Isaac Mba Momsuy, ex comandante, que asegur¨® haber o¨ªdo en febrero de boca de uno de los procesados que un golpe estaba en marcha. Tanto May¨¦ como Nguema, dieron un respingo y no disimularon su alegr¨ªa por el testimonio. Aunque los defensores lograron socavar la credibilidad de Isaac, no consiguieron que se desdijera o cayera en contradicciones. 'Es un testigo preparado', me advirti¨® un guineano: 'Se trata de un familiar de la mujer de Teodoro Obiang Nguema'. El juez, tras conversar por en¨¦sima vez en su tel¨¦fono m¨®vil, levant¨® la sesi¨®n hasta hoy.
'Con un testigo as¨ª les basta para ir adelante con las condenas', advirti¨® uno de los defensores. Al preguntar al ministro May¨¦ por la duraci¨®n estimada del proceso, respondi¨®: 'Habla con el presidente del tribunal'. Al insistir, espet¨® serio: '?Quieres tener problemas conmigo?'. En el otro extremo, en la bancada derecha de los procesados, un sargento que parec¨ªa Idi Amin daba un manotazo a Benedicto Ns¨¦ Ndong, juez del Supremo, cuando intentaba a duras penas escribir en un pedazo de papel. '?ste es el sistema: cada cuatro a?os se instruye un proceso en el que se mete a gente del r¨¦gimen y s¨®lo la voluntad presidencial salva a unos y condena a otros; as¨ª nadie est¨¢ a salvo y las lealtades se reafirman', asegura un profundo conocedor del pa¨ªs.
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