In¨¦dita Guerra Civil
Salta irrefrenable la curiosidad cuando desde la portada de un libro se le ofrecen al lector Im¨¢genes in¨¦ditas de la Guerra Civil. Si a ello a?adimos una introducci¨®n del hispanista americano Stanley G. Payne, su calidad parece garantizada. Pero, cuando se van abriendo las p¨¢ginas, lo que m¨¢s choca de todo ello es la frecuente falta de relaci¨®n entre textos e im¨¢genes. Un desafortunado error que no debieran haberse permitido los editores de la agencia Efe, m¨¢xime cuando el trabajo se presenta como una esforzada cosecha del fotoperiodismo de aquellos a?os.
No es nuevo o¨ªr por boca de los historiadores m¨¢s reputados el importante valor que se ofrece a las im¨¢genes como fuente de conocimiento privilegiada para el estudio de nuestro pasado. Sin duda, en estos casos pesa m¨¢s su peso informativo que el art¨ªstico y, sin que tengan que ser utilizadas como testimonios estrictos, nos permiten 'imaginar' el pasado de manera m¨¢s precisa. Gracias a la fotograf¨ªa y su analog¨ªa con la realidad se descubren m¨²ltiples detalles que de otra manera pasar¨ªan desapercibidos. Incluso podr¨ªa afirmarse que ha venido a cambiar nuestra manera de entender el pasado hist¨®rico.
Ser¨ªan interminables los ejemplos de prestigio a los que podr¨ªamos hacer referencia para ratificarnos en esta idea. Sin embargo, para que siga existiendo la excepci¨®n, nos encontramos este libro que hoy traemos a colaci¨®n donde textos y fotos campean a su libre albedr¨ªo, cada cual por su lado. Si bien tienen cierto parentesco tem¨¢tico, finalmente no se encuentran lazos de conexi¨®n entre ambos c¨®digos de expresi¨®n. Sencillamente, el texto con sus aciertos decora las fotos y en contrapartida, ¨¦stas lo hacen con su originalidad.
Adem¨¢s de acompa?ar, el prefacio las fotos est¨¢n compartimentadas en 16 cap¨ªtulos. Muchas de ellas vienen firmadas por su autor, del que desafortunadamente no se ofrecen m¨¢s datos. Est¨¢n realizadas en ambas partes de la contienda, por lo que ofrecen una panor¨¢mica muy sustancial. Una foto vertical marca el punto de partida: son cuatro paisanos arrastrando un f¨¦retro por el suelo de lo que puede ser un corral repleto de cascotes. Es una acertada introducci¨®n gr¨¢fica para marcar las pautas de un relato que a todas luces resulta dram¨¢tico y descarnado. Le siguen fotos de campesinos alzando sus armas, cuando en un carro tirado por mulos parten al frente; milicianas. posando orgullosas para el fot¨®grafo en la plaza de Catalu?a; cad¨¢veres en las calles de Madrid despu¨¦s de un bombardeo o una misa de campa?a en un Bilbao conquistado donde participan los ni?os que acuden a los comedores del Auxilio Social. Muerte, arrogancia y solidaridad se combina en un agitado c¨®ctel para desvelar sin cortapisas las contradicciones de una guerra fratricida.
De esta manera van desfilando cerca de 200 im¨¢genes en blanco y negro. Jefes militares y pol¨ªticos se entrecruzan con los civiles. La gente enca?onada es cacheada por unos o por otros, seg¨²n el lugar y las circunstancias. Las sonrisas del voluntariado antes de partir a la batalla provocan hilaridad cuando se contrasta con los hombres atrincherados, el transporte de los heridos o los edificios destruidos en pueblos y ciudades. Mujeres, ni?os y ancianos, todos amontonados, son evacuados en trenes o camiones. Les espera la huida, cuando no el destierro en lugares desconocidos.
El peso de la religi¨®n se manifiesta en masivas comuniones de soldados, juras de bandera ejercidas con la presencia de un sacerdote ante el altar o las misas radiadas desde Radio Nacional en Salamanca para que pudieran ser escuchadas por los cat¨®licos en zona republicana. Cierran el relato im¨¢genes contrapuestas: por un lado, la humillada columna de prisioneros de guerra; por otro, el glorioso desfile de las banderas falangistas. O el doloroso exilio y la desbocada alegr¨ªa de los ganadores que saludan brazo en alto a su caudillo. Fotoperiodismo, propaganda e historia, matices para explorar en una publicaci¨®n de este tipo.
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