Un estado de ¨¢nimo
El comienzo de este filme destemplado, autoritario y militarista no puede ser m¨¢s sugerente: el alcaide de una prisi¨®n militar, el coronel Winter (James Gandolfini, protagonista de los Soprano) escucha m¨²sica cl¨¢sica, y un leve movimiento de c¨¢mara encuadra el disco que est¨¢ sonando, una sonata de Salieri, esa sombra que proyectaba su envidia tras el genio imponente de Mozart. As¨ª, de un plumazo, se nos va a dar toda la informaci¨®n que necesitamos sobre el personaje en cuesti¨®n: como Salieri, nuestro hombre ans¨ªa la gloria que los dioses han concedido a otro, un general degradado (al que interpreta Robert Redford) que pronto ser¨¢ uno m¨¢s de los hu¨¦spedes del penal militar que el coronel regenta con mano de hierro.
LA ?LTIMA FORTALEZA
Director: Rod Lurie. Int¨¦rpretes: Robert Redford, James Gandolfini, Mark Ruffalo, Delroy Lindo, Paul Calderon. G¨¦nero: drama carcelario, EE UU, 2002. Duraci¨®n: 130 minutos.
Luego sabremos m¨¢s de ¨¦l, entre otras cosas, porque dos horas y diez minutos de duraci¨®n de metraje total dan para mucho. Que nunca ha estado en combate, que ans¨ªa una notoriedad que le es esquiva; que admira y odia en lo m¨¢s profundo al brillante estratega e impecable guerrero que, a pesar de su actual infortunio, sigue siendo el general. Se convendr¨¢ en que no est¨¢ mal como punto de partida para iniciar la trama; pero el problema no es la salida, sino la llegada; o, para ser m¨¢s precisos, el alcance que persigue el director, Rod Lurie, antiguo periodista y a¨²n m¨¢s antiguo estudiante en la academia militar de West Point -una mezcla explosiva-, y que no es otro que una rigurosa reivindicaci¨®n de la necesidad del mando.
Met¨¢fora de un pa¨ªs
Es ¨¦se el verdadero tema de esta morosa, excesivamente larga y ejemplarmente ultramontana peripecia: el establecer de d¨®nde viene la noci¨®n de mando, qu¨¦ hace respetable a un hombre de armas y c¨®mo se obtiene la adhesi¨®n de la clase de tropa. C¨®mo se puede hacer, en fin, para resta?ar el maltrecho patriotismo de unos soldados, tambi¨¦n ellos degradados, que, como se comprender¨¢ con s¨®lo ver la fecha de producci¨®n del filme y su estreno a 8 meses del malhadado 11 de septiembre, son la perfecta met¨¢fora que retrata el estado de ¨¢nimo que padece todo un pa¨ªs.
De esta manera, y no de otra, debe leerse una pel¨ªcula, por lo dem¨¢s previsible, como el paso de las estaciones; una historia que huele a cuartel y m¨ªstica patriotera, clausurada, como no pod¨ªa ser de otra manera, con una monumental bandera americana ocupando todo el encuadre, como si estuvi¨¦ramos en las arenas de Iwo Jima. Preguntarse qu¨¦ hace un liberal de pro y militante como Robert Redford en un engendro tan rabiosamente patriotero es, en fin, hacerse a la idea de que estos tiempos, los nuestros, son terribles... Como cualquier ¨¦poca en la que prima la restauraci¨®n del orden a cualquier precio.
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