Duraci¨®n, vida, memoria
Andr¨¦s Neuman (Buenos Aires, 1977) ha sedimentado, en muy poco tiempo, una significativa obra po¨¦tica -y narrativa, no olvidemos que ha sido finalista de los premios Herralde y Primavera-. Si tenemos en cuenta que M¨¦todos de la noche, su primer poemario, data de 1998, y que El tobog¨¢n, con el que acaba de obtener el Premio Hiperi¨®n, es el tercero, no es dif¨ªcil concluir que estamos ante un autor prol¨ªfico. Sus tres libros po¨¦ticos publicados en este tiempo ponen de relieve, sobre cualquier otra consideraci¨®n, que, en un panorama caracterizado por la diversidad, ¨¦l ha optado por una l¨ªnea de continuidad respecto a la poes¨ªa figurativa, neoexperiencial de las d¨¦cadas de los ochenta y noventa.
EL TOBOG?N
Andr¨¦s Neuman
Hiperi¨®n. Madrid, 2002
68 p¨¢ginas. 7 euros
El tobog¨¢n es, ante todo, un libro de la memoria, una dilatada b¨²squeda de los restos de una felicidad abolida. Est¨¢ estructurado en cuatro cap¨ªtulos que representan, en el imaginario del autor, otros tantos espacios de la conciencia: la memoria de la infancia, el amor, las relaciones sentimentales pasajeras y cierta nostalgia del futuro. Aunque Neuman ha situado los poemas de amor en los cap¨ªtulos centrales (En ocasi¨®n de ti y Cinco canciones), la mayor densidad significativa se encuentra en el que lo abre, En el origen, y en el que lo concluye, En el futuro. En ambos se desarrolla, abiertamente o de manera impl¨ªcita, una meditaci¨®n sobre el papel de la memoria en la construcci¨®n de la vida: 'Igual que en el mercado, yo quisiera / quedarme con el cambio, ser ayer / sabiendo mi ma?ana sin embargo'. La p¨¦rdida de un tiempo que la memoria embellece tiene como complemento, en El tobog¨¢n, la construcci¨®n imaginaria de un futuro. No desde la neutralidad y la distancia, sino con el velo de melancol¨ªa nacido de la p¨¦rdida de lo ya vivido. No de otro modo cabe entender el poema que da t¨ªtulo al libro: 'Ya comienzo a notar / una aceleraci¨®n ajena de los a?os. / No digo que presienta la vejez / -aunque la veo- / ni inventar¨¦ tampoco precoces experiencias'. El viejo tobog¨¢n rememorado no es otra cosa que una met¨¢fora de la fugacidad con que la vida resuelve ni?ez y adolescencia y un anticipo de la 'aceleraci¨®n' con que resolver¨¢ la vejez del sujeto po¨¦tico (y, m¨¢s all¨¢, el itinerario hasta la muerte). A este respecto, poemas como El columpio o Palabras a una hija que no tengo son reveladores. As¨ª concluye este ¨²ltimo: 'Existe la alegr¨ªa, pero duele; / tendr¨¢s que conseguirla. / Y cuando la consigas tendr¨¢s miedo'.
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