Pederastia
Hasta la palabra resulta dif¨ªcil de pronunciar. Es como si la g¨¦nesis del castellano hubiera buscado intencionadamente un t¨¦rmino cuya vocalizaci¨®n se atragantara para ser empleado lo menos posible. La Real Academia Espa?ola define 'pederastia' como el abuso deshonesto cometido contra ni?os. En Estados Unidos es la palabra de moda, aquella que conmociona a la opini¨®n publica desde hace meses tras salir a la luz los delitos cometidos por sacerdotes cat¨®licos con ni?os y j¨®venes que ten¨ªan a su cargo. El puritanismo imperante ha descolocado a la sociedad americana. All¨ª no consiguen entender c¨®mo ministros de Dios que predican moral, buenas costumbres y amenazan a los pecadores con el fuego eterno, pueden meter mano a los ni?os. Su estupor, claramente reflejado en la intensidad con que los medios de comunicaci¨®n han tocado el asunto, es una prueba m¨¢s de la ingenuidad de aquella ciudadan¨ªa. Aqu¨ª nadie se hubiera sorprendido, nadie al menos que conozca la acostumbrada indulgencia con que la Iglesia espa?ola ha tratado a los cl¨¦rigos que tuvieron alguna 'peque?a debilidad humana' . Dejo completamente al margen los casos de hipocres¨ªa ya tradicionales, como el de esos p¨¢rrocos cuya ama de llaves le presta servicios complementarios ajenos a las labores dom¨¦sticas, o los se?ores obispos a los que brotan las sobrinas como si fueran setas. Entiendo que lo del celibato es duro y que la fe no siempre proporciona la fortaleza necesaria para mantener inc¨®lume el voto de castidad. Pero lo de los ni?os es muy distinta cosa. Abusar de un cr¨ªo cuyo cuidado espiritual tienen a su cargo no s¨®lo es un atrocidad que vulnera las normas internas de la Iglesia, constituye adem¨¢s un delito que el C¨®digo Penal castiga con la c¨¢rcel sea su autor cura o compa?ero del metal. Y esto precisamente es lo que las autoridades eclesi¨¢sticas nunca han sabido o han querido entender. Cuando en una parroquia, un seminario o un centro docente regentado por religiosos surge un problema de esas caracter¨ªsticas, la jerarqu¨ªa de la Iglesia rara vez denuncia el caso a la justicia. La reacci¨®n es siempre encubrir al culpable y tratar de convencer a los familiares de la v¨ªctima para que eviten cualquier esc¨¢ndalo que pueda 'perjudicar' al chico o ' confundir' su fe cristiana. Para el culpable habr¨¢ como mucho una reprimenda y, eso s¨ª, un fulminante traslado a otro destino donde nada sepan de sus fechor¨ªas. La experiencia confirma que semejante proceder ha propiciado la reiteraci¨®n de esos delitos que sistem¨¢ticamente fueron resueltos con nuevos traslados. Lo cuento con tanto convencimiento porque me consta que sucesos muy similares a los que convulsionan la Iglesia cat¨®lica norteamericana han tenido lugar en numerosos centros religiosos de Madrid y jam¨¢s escuch¨¦ el menor ruido. As¨ª ocurri¨® sin ir mas lejos con alg¨²n cura 'excesivamente cari?oso' que impart¨ªa clases en el colegio donde curs¨¦ mis estudios de bachillerato. Ese mismo centro del que casualmente fui expulsado por uno de esos cl¨¦rigos sobones con el que me negu¨¦ a compartir sus correr¨ªas perversas. Imaginen lo duro que puede resultar para un cr¨ªo quitarse de encima a uno de estos individuos de sotana que primero te acojonan con las llamas del infierno y luego tratan de ponerte mirando a Toledo. Un asco inolvidable. Puedo asegurarles que este tipo de hechos no son en nuestro entorno tan aislados como cabr¨ªa deducir por la poca resonancia que tienen. A pesar de lo cual est¨¢ lejos de mi intenci¨®n satanizar a un colectivo que respeto por el lamentable proceder de unos cuantos. Lo que los jerarcas de la Iglesia s¨ª deben saber es que esa pol¨ªtica de ocultaci¨®n que hasta ahora han practicado les convierte en part¨ªcipes y c¨®mplices del pecado. Una actitud que ha de cambiar radicalmente hasta el punto de ser la propia Iglesia la que primero denuncie y entregue a la justicia a quienes aprovechan el alzacuellos para sus 'travesuras' sexuales. Como ya supongo que lo que yo diga les importar¨¢ un pimiento, conf¨ªo al menos en que le hagan caso al Papa. Juan Pablo II ha dicho que la pederastia es un delito civil, lo que significa que son los poderes civiles quienes han de intervenir y castigar a los curas pederastas como har¨ªa con cualquier otro ciudadano. Si no, habr¨¢ que rogar a Dios que nos proteja de quienes se dicen ministros de su Iglesia.
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