Ciudad en huelga
El d¨ªa 20 de junio, los ilustres hu¨¦spedes del sevillano hotel Alfonso XIII, debido a la huelga general, tendr¨¢n que desayunar caf¨¦ y bollos del d¨ªa anterior, anuncian los camareros de CCOO y UGT. En un pa¨ªs como Espa?a y en una ciudad como Sevilla citar las palabras 'huelga general' es algo as¨ª como hurgar en las partes m¨¢s rec¨®nditas y sensibles de nuestra historia. Cualquiera que se haya acercado aunque fuera superficialmente a la historia de Sevilla a lo largo del primer tercio del siglo XX podr¨¢ darse cuenta de la capacidad de conmoci¨®n que tuvieron esos conceptos para las gentes de entonces. Para unos, esa burgues¨ªa que fracas¨® como proyecto regenerador, la convocatoria de la HG significaba literalmente el demonio, acostumbrada como estaba a un r¨¦gimen censitario y negador de los elementales derechos a aquellos que no eran de su clase.
Ninguna huelga general se hace para que las gentes de una ciudad se sientan c¨®modas
Para otros, los proletarios anarquistas, socialistas y comunistas de los barrios perif¨¦ricos de San Juli¨¢n, el Pumarejo o Macarena, la huelga era la llamada a la salvaci¨®n de este infierno, que as¨ª se pod¨ªan definir las condiciones de vida y de trabajo de aquellos hombres. Hablar del quebranto para la imagen de la ciudad ante la convocatoria de la huelga general revolucionaria era como hablar chino.
Ochenta a?os despu¨¦s, los bisnietos de aquellos proletarios que dieron sentido y utop¨ªa a la terrible historia de la Espa?a contempor¨¢nea, convocan una nueva huelga general no para hacer la revoluci¨®n sino para lograr frenar una de las andanadas m¨¢s brutales que se han dado contra los modernos derechos laborales de los espa?oles.
De nuevo, aunque de forma m¨¢s templada, puesto que tambi¨¦n los otros bisnietos han aprendido algo de la historia, surge el rechazo de la huelga aunque esta vez la censura principal parte de reflexiones tan sorprendentes como la negativa imagen que se puede dar de Sevilla.
Siempre me ha fascinado esa forma de hablar de la ciudad como una tercera persona, como algo presente por encima de las personas f¨ªsicas y de las voluntades de los propios sevillanos: 'Sevilla no puede admitir, Sevilla se merece, Sevilla es as¨ª'. Con este tipo de discursos cada sevillano formula su propia imagen de ciudad, posiblemente hecha de arquetipos y construcciones ideales, para enfrentarla y enfrentarse con quien no piensa como nosotros. Sevilla, con estos discursos, pasa de ser una ciudad foro de la pluralidad y la tolerancia de culturas e ideas para llegar a convertirse en plaza fuerte de la intolerancia y el dogmatismo ensimismado: estamos ya ante el sevillanismo como identidad de secta, de tribu.
Ninguna huelga general, que yo sepa, se hizo para que las buenas gentes de una ciudad se sintieran c¨®modas, tranquilas y sosegadas en su rutina diaria y para que los turistas de ese d¨ªa tuvieran todos los servicios a mano. Toda huelga supone por principio la ruptura de la normalidad y la costumbre y es se?al de aviso y toque de alarma de que algo no marcha bien en el juego de los intereses econ¨®micos y sociales contrapuestos. No conozco tampoco ninguna huelga general que haya sido aplaudida y jaleada por los patronos; s¨®lo recuerdo aquel infame boicoteo que los camioneros chilenos le hicieron a Allende en v¨ªsperas del golpe de 1973 y del que algo sabr¨¢ Mr. Kissinger.
No puede sorprendernos que portavoces de la patronal sevillana y de la derecha pol¨ªtica digan que la huelga general es un desprop¨®sito puesto que entra dentro de la l¨®gica del contraste social. Lo ex¨®tico es aludir a razones de imagen de una ciudad en el concierto universal y en v¨ªsperas de una cumbre europea para condenar la acci¨®n de protesta. Ser¨ªa lo mismo que invitar a los sindicalistas a hacer la huelga en un domingo de agosto y de ocho de la ma?ana a tres de la tarde. Que los l¨ªderes europeos vean modificada su agenda y sus h¨¢bitos de trabajo en la cumbre semestral a causa de la huelga general contra una concreta pol¨ªtica social puede ayudar a que esos mismos l¨ªderes comprendan que construir Europa es tejer redes de solidaridad y de cohesi¨®n social. No ocurrir¨¢ una tragedia si la ma?ana del d¨ªa 20 los ilustres asistentes a la cumbre y los periodistas tienen que desayunar leche y bollos del d¨ªa anterior ya que la huelga les ha impedido disfrutar del buffet contratado. Porque se trata de una huelga general y no de una huelga de hambre.
Javier Aristu es profesor de instituto y fue concejal del PCE en el Ayuntamiento de Sevilla.
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