FBI en 'zona cero'
Con la zona cero de Nueva York aplanada, no es s¨®lo el terreno del World Trade Center el que hay que redise?ar, sino que EE UU ha empezado la reestructuraci¨®n de unos servicios secretos que fracasaron estrepitosamente en la prevenci¨®n del ataque terrorista del 11 de septiembre que tantas cosas en el mundo ha cambiado. La Oficina Federal de Investigaci¨®n, en el punto de mira de las cr¨ªticas por no haber sabido detectar los preparativos de los atentados, se propone cambiar como nunca lo hab¨ªa hecho en su historia, para pasar de concentrarse en la persecuci¨®n de los cr¨ªmenes m¨¢s habituales a prevenir el terrorismo.
El FBI parece haber descubierto una nueva misi¨®n, de la misma manera que el siniestro J. Edgar Hoover hizo de la lucha contra el supuesto peligro comunista el foco de atenci¨®n de la Oficina Federal de Investigaci¨®n durante los peores a?os de la guerra fr¨ªa. Pero ahora, como entonces, es de temer que consideraciones sobre la seguridad lleven a un nuevo recorte de las libertades ciudadanas y la privacidad, y otorguen mucho m¨¢s margen de maniobra a los agentes federales.
Las nuevas directrices para esta organizaci¨®n presentadas por el archiconservador fiscal general John Ashcroft y por el director del FBI, Robert Mueller, van en esta direcci¨®n. Pretenden ser un conjunto de medidas inocuas, pero en realidad conceden enormes poderes a los investigadores para realizar todo tipo de vigilancias, desde el comercio a Internet y la inmigraci¨®n, as¨ª como de reuniones p¨²blicas y organizaciones religiosas y pol¨ªticas, incluso sin datos concretos sobre actividades ilegales. Cuando a su vez la CIA ha recuperado medios y licencia para matar, la reforma anunciada puede hacer caer a EE UU en una peligrosa caza de brujas, esta vez contra el extranjero y el islam.
Casi tanto como el 11-S en s¨ª, el revulsivo que ha precipitado los cambios en marcha en el FBI ha sido la revelaci¨®n de una agente especial -Coleen Rowley, encargada de seguir a Zacarias Moussaoui, el supuesto secuestrador n¨²mero 20- de que no s¨®lo no se hab¨ªa hecho caso a sus informes de que se preparaban atentados terroristas, sino que no se le permiti¨® investigar suficientemente las pistas que segu¨ªa. A estas alturas es m¨¢s que evidente que hubo fallos en la informaci¨®n y en su procesamiento hacia arriba, y resulta ins¨®lito que en un pa¨ªs en el que el Congreso abre comisiones de investigaci¨®n sobre casi todo, haya preferido no hurgar mucho en este asunto.
El FBI que quiere Mueller, que no asumi¨® su jefatura hasta una semana antes del fat¨ªdico ataque, debe emplearse a fondo en medidas de prevenci¨®n del terrorismo 'masivas, comunes y apoyadas por una amplia tecnolog¨ªa y capacidad anal¨ªtica', para lo que cambiar¨¢ de destino a 1.500 agentes, contratar¨¢ a un millar de expertos en idiomas y utilizar¨¢ m¨¢s ordenadores e investigaci¨®n cient¨ªfica para concentrarlos en la lucha antiterrorista. Y deja en manos de los servicios de los Estados federados lo m¨¢s importante en la persecuci¨®n de otros cr¨ªmenes, desde robos y secuestros a fraudes financieros. El FBI dispondr¨¢ de una Oficina de Inteligencia, encabezada por un miembro de la CIA, algunos de cuyos agentes tambi¨¦n ha contratado para trabajos de campo.
Poderosas y turbadoras maquinarias se ponen, pues, en marcha. Como pocas veces antes, la supervisi¨®n de ese proceso por el Congreso estadounidense resulta crucial para evitar abusos y garantizar el m¨¢s escrupuloso respeto hacia las libertades civiles.
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