Asombros
El espect¨¢culo que suspende las respiraciones del planeta es en Espa?a un show clandestino. Los especialistas informan que cuatro mil millones de espectadores ven maravillas que aqu¨ª llegan codificadas. ?C¨®mo extra?amos los pa¨ªses pobres donde la vitrina de cualquier tienda de electrodom¨¦sticos tiene una pir¨¢mide de 30 televisores que transmiten el partido! Tendremos que resignarnos a los res¨²menes de goles que son como anti-novelas policiacas donde s¨®lo sabemos qui¨¦nes fueron los asesinos. Cosa rara, Francia-Senegal ocurri¨® ante nuestros ojos. A esta extra?eza se agrega el descubrimiento de supersiticiones compartidas por Senegal y Camer¨²n: el entrenador de gran melena, que funge de le¨®n simb¨®lico, y la danza en torno a la camiseta del anotador, convertida en r¨¢pida fogata.
La victoria de Senegal record¨® el triunfo de Camer¨²n sobre Argentina en la inauguraci¨®n de Italia 90. En ambos casos el gol solitario cay¨® por una pifia y el campe¨®n vigente fue desafiado por un f¨²tbol que promete vistosas depredaciones: gacelas imaginadas por un tigre. Nadie esperaba que perdiera Francia. Pero esto apenas tiene que ver con la verdadera sorpresa del partido. Senegal gan¨® con justicia; sin embargo, Francia es mejor equipo, y no me refiero a su historial, sino a sus 90 minutos de avasallante e infructuoso poder¨ªo. El asombro profundo del juego deriva de una paradoja: los campeones mostraron su entrega y su jerarqu¨ªa y su t¨¦cnica, y perdieron. Hay razones para especular en la ca¨ªda (la ausencia de Zidane, el cuestionable papel de Thuram como lateral ante expertos en descolgadas, la terrible mala suerte), pero lo que engrandece la aventura es que Francia no se derrumb¨® de repente, sino que domin¨® con ambici¨®n sin merecer ganar en momento alguno. No estamos ante una sorpresa f¨¢cil ('los buenos jugaron mal'), sino ante el incre¨ªble hero¨ªsmo de la debilidad. En los grandes d¨ªas, el f¨²tbol tiene que ver m¨¢s con el misterio que con la calidad. Senegal se enfrentaba a un equipo que no iba a dejar de ser mejor; no pod¨ªa apostarle a la fortuna ni a los calambres en las piernas del rival. Su haza?a depend¨ªa de recuperar la condici¨®n central del hero¨ªsmo: superar al adversario siendo m¨¢s d¨¦bil. Los pases al hueco, las carreras por las estepas sin due?o, las atajadas del portero, los arabescos suicidas contra tres defensas eran tareas para seres comunes en trance de excepci¨®n. Senegal gan¨® como marca la ¨¦pica, contra los que demostraron ser m¨¢s poderosos. Al l¨ªmite del campo, Zidane, como el vencido Aquiles, vio el trabajo de los hombres, y se tap¨® los ojos.
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