Diferencias
Algo misterioso debe haber para que coincida yo con los curas y los obispos vascos. Siempre que hay uno de estos misterios, aprend¨ª en los cl¨¢sicos de g¨¦nero policiaco filos¨®fico -Wells, Chesterton, Doyle-, es que no existe: no coincidimos. Ellos defienden a Batasuna, yo a la democracia; ellos quieren liberar al partido que aman; al de sus feligreses: yo creo que ning¨²n partido democr¨¢tico puede ser ilegalizado. No puedo tener seguridad de que ese partido haya delinquido, porque sale indemne de los juicios. Mis sospechas son, claro, otras. En resumen, yo creo en la libertad de opini¨®n, y en que el Gobierno y sus diputados deben defenderla, y no restringirla, y no creo que el clero de ninguna nacionalidad tenga las mismas bases; por el contrario, le he visto siempre prohibitivo, perseguidor, aficionado al castigo y a la representaci¨®n de las cosillas que constitu¨ªan mis coordenadas vitales: libertad, sexo, pensamiento, antidogmatismo. Tampoco veo claro que se pueda ser cura y vasco, porque el catolicismo es en su propio t¨¦rmino universal. Me pasa lo mismo con los del dogma contrario, con los vascos espa?olistas: 'Es que yo soy vasco', me dijo un humanista con el que algo discut¨ª. 'Pues no lo seas'. Si se es un humanista, librepensador, internacionalista, antidogm¨¢tico, aficionado a la libertad en todos los sentidos.
?C¨®mo va a ser uno vasco, catal¨¢n, extremo o de Chamber¨ª? Eso son otros valores, adjetivos, gratos, divertidos, entra?ables, satisfactorios, pero no pueden ni deben conformar una personalidad. Eso era en otras etapas de la historia, en la del feudalismo y en la que se fund¨® despu¨¦s del patriotismo, que trajo el veneno mortal de la ¨²ltima guerra europea. Con tal fuerza que las acciones de Bush y hasta las del tr¨¢gico beato Sharon eluden las cuestiones de patria y hasta las de religi¨®n, y las sustituyen por el comod¨ªn del terrorismo. Se lo ha ense?ado Aznar. Ah, el misterio de las coincidencias: ellos son vascos, curas, independentistas; yo soy ateo, humanista, de pensamiento libre. Pero estoy m¨¢s cerca de ellos, por la rid¨ªcula coincidencia de que nos negamos a prohibir un partido y porque la groser¨ªa de Aznar al juzgarlos, el chivateo de Piqu¨¦ al Vaticano, el coro de editorialistas, me parece que no roza en nada el examen de las ideas y entra de lleno en la pol¨ªtica de mercado.
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