Unas normas para toda la vida

La mayor¨ªa de los ni?os del asentamiento chabolista de Los Bermejales, en Sevilla, desconocen que se est¨¢ disputando el Mundial de F¨²tbol. Jap¨®n y Corea est¨¢n demasiado lejos. Aqu¨ª casi todos son del Betis por cuestiones de proximidad. Las estrellas b¨¦ticas entrenan a diario en la ciudad deportiva que se encuentra a la entrada del barrio y cuando se lesionan, acuden a la cl¨ªnica que linda con el asentamiento. Una valla separa el entorno del centro m¨¦dico del descampado que usan los ni?os chabolistas como campo de f¨²tbol.

Cuando hace apenas tres meses empezaron a entrenar, cog¨ªan el bal¨®n con las manos, se lo arrebataban al rival a manotazos y obviaban las m¨ªnimas reglas de juego que se asumen en cualquier patio de colegio. El entrenador, Jorge Morillo, sevillano de 44 a?os que lleva 17 'socializando a trav¨¦s del f¨²tbol', asegura que ya ha notado cambios en el comportamiento de los ni?os. 'Aprenden a seguir normas; se dan cuenta de que si sacan de banda como les da la gana, el bal¨®n es para el otro equipo, as¨ª que a la tercera vez que les pasa se preocupan por hacerlo bien'.

Cuando Jorge llega al asentamiento los ni?os ya saben que toca jugar al f¨²tbol. Los m¨¢s impacientes le quitan el bal¨®n de las manos para empezar cuanto antes. '?Investiga lo que hago, Jorge!', grita Jose, de 12 a?os, mientras regatea a dos de sus compa?eros m¨¢s peque?os. El entrenador tiene censados 133 ni?os entre el casi medio centenar de familias chabolistas, aunque rara vez re¨²ne a m¨¢s de 20 chavales para un mismo entrenamiento.

'Esta es una de las ocasiones en que he trabajado en peores condiciones', asegura el entrenador, que ha desarrollado altruistamente la misma labor entre chabolistas de Granada y en distintods barrios marginales de Sevilla. 'Aqu¨ª se complica todo porque no hay ni un espacio en el que realmente se pueda jugar', subraya Jorge. El campo en el que entrena es un sucio descampado repleto de jaramagos de medio metro de altura entre los que parece imposible encontrar el bal¨®n. Antes de cada entrenamiento, Jorge delimita el terreno con conos de pl¨¢stico para poder hacer valer las reglas de juego y recoloca las piedras que usan para se?alar las porter¨ªas.

Tambi¨¦n ha conseguido camisetas y calzonas para los m¨¢s asiduos al entrenamiento, pero ninguno las lleva puestas. 'A lo mejor se pasan 10 d¨ªas seguidos sin quit¨¢rselas y luego vete a saber d¨®nde acaban', justifica Jorge. Hoy trae medias de f¨²tbol para todos id¨¦nticas a las que ¨¦l lleva. Algunos se las ponen sobre la marcha y otros se las guardan en los bolsillos. 'No me las voy a poner encima de los vaqueros, esto habr¨¢ que pon¨¦rselo cuando lleve calzonas', argumenta Jose. Paco, de cuatro a?os, se preocupa menos por las apariencias. Va absolutamente desnudo, pero ha sido el primero en ponerse los calcetines, que le cubren toda la pierna.