Pol¨ªtica e inmigraci¨®n
El autor apuesta por el consenso de todas las partes implicadas para lograr que la inmigraci¨®n no sea un arma arrojadiza
Hace pocas semanas, alguien por quien siento aprecio y consideraci¨®n me recomend¨® un libro: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. En ¨¦l, el soci¨®logo alem¨¢n Ulrich Beck da por iniciado el proceso de transformaci¨®n del industrialismo, con todos sus post, hacia un futuro incierto en el que la tecnolog¨ªa toma la primac¨ªa. En ese proceso describe un momento de la transformaci¨®n de la propia esfera de lo pol¨ªtico de la siguiente guisa: 'La situaci¨®n amenaza con convertirse en algo grotesco: el ¨¢mbito de lo no pol¨ªtico empieza a ejercer la funci¨®n de gu¨ªa de la pol¨ªtica. La pol¨ªtica se convierte en una agencia, p¨²blicamente financiada, para los aspectos positivos de un desarrollo que ella misma desconoce y en el que no puede influir. Su desconocimiento general es superado por el car¨¢cter inevitable del proceso. Los pol¨ªticos fingen mantener el statu quo aunque fomentan el cambio a una sociedad de la que no tienen la menor idea, y a su vez aparecen como responsables ante las 'protestas cr¨ªticas' por las inc¨®gnitas del futuro'.
La recepci¨®n del otro deber ser compatible con la construcci¨®n de la identidad valenciana
Ni los inmigrantes equivalen a los delincuentes, ni cuestan m¨¢s de lo que aportan
Beck no cree que el final del industrialismo y del propio proyecto ilustrado suponga el fracaso de la racionalidad. M¨¢s bien se abre ante nosotros un mundo de una racionalidad m¨¢s compleja que debemos comenzar a averiguar despoj¨¢ndonos de los paradigmas mentales de un pasado demasiado ideol¨®gico. Es decir, Beck a¨²n conf¨ªa en la racionalidad y hace uso de ella. A m¨ª no me emociona la nueva modernidad que Beck, con absoluta distancia cient¨ªfica, adivina. Pero tampoco soy capaz de discutir una inevitabilidad que ya es presente. Lo que s¨ª puedo es renovar la apuesta por la racionalidad pol¨ªtica como ¨²nica forma de ayudar a afirmar la autonom¨ªa de la esfera de lo pol¨ªtico y ayudar a esquivar la grotesca imagen descrita por Beck.
En ese sentido la inmigraci¨®n es uno de los factores del futuro que ya forma parte de nuestro presente. Lejos de soluciones milagrosas, requiere de una gesti¨®n pol¨ªtica tan decidida como prudente pero, sobre todo, ejercida desde una racionalidad compartida. Una desigual distribuci¨®n mundial de la riqueza, la globalizaci¨®n, y las diferentes realidades demogr¨¢ficas entre los pa¨ªses del primer y del segundo y tercer mundo, est¨¢n a la base de la potente emergencia del fen¨®meno migratorio. La segunda cuesti¨®n es la relativa a la gesti¨®n de la entrada en los pa¨ªses receptores y a ella le siguen los procesos de integraci¨®n o incorporaci¨®n de los inmigrantes a las sociedades de acogida. Hoy pocos dudan que la primera de las cuestiones exige la vinculaci¨®n de las pol¨ªticas de cooperaci¨®n internacional y codesarrollo a las pol¨ªticas de inmigraci¨®n. Son tambi¨¦n menos cada vez, los que discuten la necesidad de que los pa¨ªses receptores adopten medidas encaminadas a la regulaci¨®n y control de los flujos migratorios. La opini¨®n mayoritaria subraya que ¨¦sta es una condici¨®n sin la que la integraci¨®n es imposible, pues cualquier posibilidad de integraci¨®n pasa por el disfrute de una civilidad normalizada y la inserci¨®n laboral digna, aspectos ambos muy ligados a las posibilidades del mercado laboral de la sociedad de acogida. Sin regulaci¨®n de los flujos migratorios la integraci¨®n es imposible y, sin integraci¨®n, la fractura social est¨¢ servida y, con ella, la m¨¢s que posible emergencia de formas pol¨ªticas indeseables. Pero lo que nadie niega es que el fen¨®meno de la inmigraci¨®n, tremendamente complejo, forma ya parte ineludible de nuestro presente social y pol¨ªtico.
La inmigraci¨®n ha saltado a primer plano en las agendas pol¨ªticas de la mayor parte de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea y lo vigoroso del impacto ha producido reacciones que pretenden reconducir una situaci¨®n que ha desbordado las capacidades de acogida y de integraci¨®n de muchos pa¨ªses. Italia, Holanda, Francia, Alemania, Dinamarca, Austria, Gran Breta?a o Espa?a anuncian un fortalecimiento de sus criterios de regularizaci¨®n. Hace tiempo que en muchos pa¨ªses de la Uni¨®n no se conceden permisos de residencia por motivos de trabajo. Espa?a e Italia vienen siendo unas de las excepciones y es una realidad que el m¨¢s que notable incremento inmigratorio en la Europa de los ¨²ltimos 4 o 5 a?os ha venido dado a trav¨¦s de la reagrupaci¨®n familiar o por la v¨ªa de esa nueva forma de esclavismo que es la inmigraci¨®n ilegal. Nadie, tampoco Espa?a, apuesta por nuevos procesos de regularizaci¨®n extraordinaria y todos abogan por el endurecimiento de las medidas contra quienes contratan mano de obra ilegal y la persecuci¨®n de las mafias que trafican con seres humanos. La inmigraci¨®n ilegal se ha convertido en un caballo de batalla de una Uni¨®n que ans¨ªa y necesita una pol¨ªtica com¨²n y compartida en la materia.
Otro rasgo significativo del momento europeo lo constituye el clamor por el consenso en materia de inmigraci¨®n entre las fuerzas pol¨ªticas. Cabe recordar a los buscadores de utop¨ªas, en el peor de los sentidos del t¨¦rmino, que muchos de los pa¨ªses de nuestro entorno, con bastante m¨¢s experiencia en materia de inmigraci¨®n, que han adoptado restricciones, lo han hecho con altos grados de consenso y desde gobiernos de distinto signo pol¨ªtico. Sin duda su experiencia les ha llevado a la convicci¨®n de que la utilizaci¨®n de la inmigraci¨®n en la lucha pol¨ªtica s¨®lo ha conducido al deterioro de la representatividad pol¨ªtica, al incremento de la fractura social y al ascenso de la xenofobia y la ultraderecha. Peligroso deslizamiento ¨¦ste que cursa con especial perjuicio para la sociedad inmigrante regularizada e integrada o en v¨ªa de integraci¨®n que, ante la indiferenciaci¨®n generalizada, ve c¨®mo recaen sobre ella todos los anatemas de la xenofobia y no se reconoce su aportaci¨®n a las sociedades de acogida. A?adimos as¨ª una complicaci¨®n m¨¢s a los procesos de integraci¨®n en la que la confianza y apertura mutuas son vitales para evitar el repliegue sobre s¨ª mismos y el rechazo al otro en cualquiera de las dos direcciones. Por decirlo gr¨¢ficamente: nadie accede a integrarse en una sociedad que le escupe.
Espa?a no es una excepci¨®n, salvedad hecha del apartado del consenso general respecto de la no utilizaci¨®n partidista del fen¨®meno de la inmigraci¨®n. Ahora bien, las pol¨ªticas de integraci¨®n apuntan a procesos extensos en el tiempo y que no pueden variar sustancialmente en funci¨®n de los cambios de gobierno. Por ello, el acuerdo b¨¢sico y el juego limpio entre las fuerzas pol¨ªticas m¨¢s representativas, los sectores sociales implicados y los propios inmigrantes es crucial. Y lo es al punto de que ¨¦l mismo puede servir de medida para establecer la altura de miras de todos los participantes, entre ellos, l¨®gicamente, la de nuestra clase pol¨ªtica en la que me incluyo. Quien no sea capaz de actuar en consecuencia, obra, al menos en este tema nada balad¨ª, a favor del desarrollo del pat¨¦tico escenario apuntado por Beck.
En t¨¦rminos generales ha ido ganando terreno la idea de que un crecimiento controlado no es sin¨®nimo de insolidaridad sino de buen juicio en el reparto: podemos ofrecer lo que tenemos y los procesos de integraci¨®n celebran la diversidad pero sin menoscabo de la universalidad de nuestras conquistas democr¨¢ticas. Cada d¨ªa que pasa pierden fuerza aquellas cr¨ªticas a la Ley de Extranjer¨ªa que se ejercen desde la defensa de una pol¨ªtica de puertas abiertas. Incluso gana terreno la idea de que la eclosi¨®n inmigratoria de los ¨²ltimos dos a?os guarda relaci¨®n con el desplazamiento de bolsas de inmigraci¨®n ilegal asentadas en otros pa¨ªses hacia las importantes y masivas regularizaciones extraordinarias habidas en Espa?a.
El propio l¨ªder de los socialistas espa?oles, en una entrevista hace apenas dos semanas en EL PA?S, protagoniz¨®, sin rubor y supongo que a la vista de la experiencia reciente de algunos de sus adl¨¢teres europeos, una reorientaci¨®n dr¨¢stica de la pol¨ªtica de su partido: de una ambig¨¹edad que jugaba en el terreno de los que han venido defendiendo la opci¨®n de puertas abiertas y papeles para todos, pas¨® a afirmar que el problema de la inmigraci¨®n se reduce b¨¢sicamente a tres cuestiones: control de fronteras, lucha contra la inmigraci¨®n ilegal e integraci¨®n de la legal. Ciertamente no fue una idea muy feliz elegir la inseguridad ciudadana y la inmigraci¨®n como temas centrales de una campa?a pol¨ªtica de desgaste contra el gobierno y pretender, al mismo tiempo, que la ciudadan¨ªa no vinculara de modo casi autom¨¢tico ambas cuestiones. Verdad es, tambi¨¦n, que, estad¨ªsticas al margen, la vinculaci¨®n encontr¨® ayudas y un terreno abonado, pero la actitud de instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica de la inmigraci¨®n que, desde posiciones, como m¨ªnimo, tremendamente ambiguas hab¨ªa venido manteniendo el PSOE, provoc¨® la respuesta reactiva: si el todo vale es norma para unos en la contienda pol¨ªtica, nada impide que pueda convertirse tambi¨¦n en criterio para los otros. Un futuro de cooperaci¨®n franca exigir¨¢ rehacer la confianza y no instrumentalizar un tema de enorme trascendencia y que nos interesa a todos, incluidos, por supuesto, los y las inmigrantes. Esperemos que as¨ª acontezca, porque la inmigraci¨®n debe ser un tema de Estado y no un arma arrojadiza para el desgaste pol¨ªtico. Los catalanes as¨ª parecen haberlo entendido, pero no es ese el caso del conjunto de Espa?a y las reacciones al anuncio del gobierno de modificaci¨®n de la Ley de Extranjer¨ªa en la l¨ªnea de los acuerdos que, sobre inmigraci¨®n, puedan alcanzarse en la cumbre europea de Sevilla, son buena muestra de ello.
Por otra parte, en toda refriega se producen efectos no deseados por ninguna de las partes y suele salir perjudicado el m¨¢s d¨¦bil. En este sentido, los ¨²ltimos meses arrojan un balance que debe hacernos reflexionar. Amplios sectores de la poblaci¨®n espa?ola, m¨¢s numerosos justamente all¨ª donde hay mayor presencia del fen¨®meno migratorio, parecen percibir prejuiciosamente al inmigrante como un peligro o problema a trav¨¦s de tres estereotipos b¨¢sicos: o es alguien que cuesta m¨¢s de lo que aporta, o es un peligro potencial para la seguridad ciudadana o es una amenaza para la identidad. La desorientaci¨®n y los m¨²ltiples miedos del hombre moderno han sido batidos desde todos los frentes, con especial referencia al medi¨¢tico y al de la lucha pol¨ªtica, hasta el punto de sustanciar el peligro de un futuro a¨²n sin forma en la realidad concreta del inmigrante. La desproporci¨®n entre la alarma social generada y la realidad migratoria en nuestro pa¨ªs en comparaci¨®n con otros pa¨ªses de la Uni¨®n es palmaria al extremo que la inmigraci¨®n es fuente ya de las m¨¢s caprichosas teor¨ªas: desde la conspiraci¨®n saud¨ª al incremento desmesurado de la oleada migratoria en los pr¨®ximos a?os hasta el punto de convertirla en un gigantesco maremoto que borrar¨¢ del mapa la identidad de Espa?a.
Al respecto podemos estar bastante m¨¢s tranquilos: ni los inmigrantes equivalen a los delincuentes, ni cuestan m¨¢s de lo que aportan, ni suponen un peligro capital para la identidad. Es adem¨¢s previsible que, aunque contin¨²e, la presi¨®n migratoria se estabilice y, contra los que no quieren creer en el Estado, el control de los flujos migratorios es posible aunque no sea al cien por cien. En cualquier caso un control siempre es m¨¢s efectivo que ninguno. Y, tambi¨¦n, espera a nuestras sociedades un futuro m¨¢s diverso para cuya preparaci¨®n todos debemos contribuir, los unos desde la tranquilidad y la apertura, los otros desde el compromiso y la integraci¨®n, y, todos, desde la responsabilidad y el llamar a las cosas por su nombre. Volvemos as¨ª a resaltar la importancia de las pol¨ªticas de integraci¨®n. La integraci¨®n, c¨®mo hacerla posible y evitar las situaciones de fractura social, es el factor sobre el que basculan buena parte de las decisiones pol¨ªticas en torno a la inmigraci¨®n. Es el c¨®mo hacer posibles los complejos procesos de integraci¨®n, lo que est¨¢ a la base de las pol¨ªticas que abogan por la regularizaci¨®n del fen¨®meno migratorio. Nuestras sociedades quieren ejercer la solidaridad y tambi¨¦n recibir los beneficios de una inmigraci¨®n regulada que necesitan.
El caso valenciano no es distinto en absoluto. La sociedad valenciana es una sociedad abierta y din¨¢mica que ha mostrado secularmente su gran capacidad para absorber flujos migratorios. Es adem¨¢s una sociedad dialogante y segura de sus recursos, que no teme el mestizaje, es, incluso, hist¨®ricamente una sociedad nacida de diversos procesos de mestizaje. Paralelamente es l¨®gico que defienda sus conquistas sociales y pol¨ªticas y sus proyectos identitarios, incluida, por supuesto, la defensa de su singularidad ling¨¹¨ªstica. Una pol¨ªtica valenciana de integraci¨®n debe tener en cuenta todos estos aspectos y combinar la creciente y enriquecedora presencia de la diversidad cultural con la prevalencia de la universalidad de los derechos y libertades democr¨¢ticas por las que tanto tiempo hemos luchado. Y lo mismo cabe decir respecto de nuestro proyecto como pueblo: la recepci¨®n del otro, portador de la diferencia, debe ser compatible con la construcci¨®n de la identidad com¨²n valenciana. Una empresa que ha superado tantas dificultades hist¨®ricas podr¨¢ adaptarse y afrontar con garant¨ªas los nuevos retos con tolerancia y esp¨ªritu de respeto a los derechos de los que han venido y vendr¨¢n, porque a ellos tambi¨¦n se les exige justamente compromiso para con la sociedad que los acoge.
El presente y el futuro de la Comunidad Valenciana lo exige y, al fin y al cabo, mutatis mutandis, aqu¨ª no hay m¨¢s dicotom¨ªa que la contenida en la meditaci¨®n de Marco Aurelio: 'Los hombres han nacido los unos para los otros. Instr¨²yelos o sop¨®rtalos'.
Antonio Lis es Comisionado del Consell para la Inmigraci¨®n.
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