Algunas razones para el optimismo
El autor detalla los problemas que acechan al sistema de pensiones que, en su opini¨®n, no son insalvables.
Los desequilibrios demogr¨¢ficos que est¨¢n originando las bajas tasas de natalidad y el aumento de las esperanzas de vida han convertido el problema que el envejecimiento provoca en uno de los temas centrales del debate social en la Uni¨®n Europea (UE). Y el principal problema que este desajuste poblacional produce afecta a la viabilidad de los sistemas de pensiones, porque una menor disponibilidad de personas en edad de trabajar supone una merma de las cotizaciones sociales, su fuente de financiaci¨®n.
En Espa?a, las proyecciones revelan una estructura de su poblaci¨®n poco propicia a la actividad laboral; aunque el efecto en las cotizaciones sociales no ser¨¢ lesivo a corto y medio plazo, debido a que nuestro pa¨ªs, que hasta ahora ha tenido una estructura por edades muy desfavorable a la actividad, con generaciones muy numerosas en el grupo de edad de 16 a 25 a?os y en el de 50 a 65, a partir de ahora, va a ver incrementada su poblaci¨®n activa por la llegada al mercado laboral de los abundantes nacimientos de los a?os sesenta y setenta. Al mismo tiempo, las entradas en la jubilaci¨®n crecer¨¢n con menor intensidad, por el acceso a la misma de las llamadas generaciones huecas (nacidos entre 1936 y 1945), lo que constituir¨¢ un importante respiro para el Sistema de Seguridad Social; aunque esta circunstancia se puede impugnar con el argumento de que la mayor longevidad supone un superior periodo de permanencia en el sistema. Otro potencial recurso es el previsible y deseable aumento de la participaci¨®n de la mujer en el mercado de trabajo, puesto que, a pesar del importante incremento de los ¨²ltimos a?os, Espa?a est¨¢ muy alejada de la tasa media de actividad femenina de la UE, y ¨¦ste es un remanente social cuyo est¨ªmulo favorece la justicia distributiva y debe suponer un valor econ¨®mico para el sistema.
Por otra parte, tambi¨¦n se cuenta con el recurso de la inmigraci¨®n, que beneficia al sistema en una doble orientaci¨®n: a corto plazo, por la incorporaci¨®n inmediata de trabajadores al sistema productivo, y a largo plazo, como incentivo de la natalidad, por la juventud de estos colectivos de trabajadores y por sus h¨¢bitos natalistas, menos restrictivos que los de la actual poblaci¨®n aut¨®ctona espa?ola.
Pero adem¨¢s de las variables demogr¨¢ficas, econ¨®micas y laborales, hay una variable que es fundamental para el sostenimiento y el equilibrio del sistema de pensiones: el funcionamiento del propio sistema. De c¨®mo seamos capaces de conducirlo y de nuestros reflejos para activar las alarmas con suficiente antelaci¨®n, va a depender la supervivencia del modelo. Para ello contamos con el mejor garante que nos pod¨ªamos haber dado: el Pacto de Toledo y todo el acervo de compromiso pol¨ªtico y social que el mismo representa y defiende.
A modo de resumen, ¨¦stos son los ingredientes para las conjeturas: en el lado enemigo, en principio, un ¨²nico pero categ¨®rico condicionante: el implacable envejecimiento, con dos consecuencias nocivas para el equilibrio financiero del sistema: menos personas en disposici¨®n de trabajar y m¨¢s personas dispuestas a recibir una pensi¨®n vitalicia. Entre los aliados: a) un sistema solvente hasta el 2015 o 2020; b) que s¨®lo debe financiarse a s¨ª mismo y que en las circunstancias actuales tiene super¨¢vit; c) el fomento de la participaci¨®n de la mujer en el mercado laboral; d) el recurso de la inmigraci¨®n; e) el fondo de reserva y su rentabilidad financiera; f) la capacidad legislativa, con la facultad de alargar la vida laboral y favorecer la contributividad del sistema a trav¨¦s de la proporcionalidad entre cotizaci¨®n y nivel de prestaci¨®n, y g) toda la imaginaci¨®n para acometer pol¨ªticas de fomento de la fecundidad y del empleo.
Desde hace unos veinte a?os se viene preconizando la crisis del modelo del Sistema de Seguridad Social espa?ol y ¨¦ste a¨²n tiene sus constantes vitales estables. A pesar de ello, aceptemos los actuales modelos predictivos, con las dificultades que conlleva cualquier intento de imaginarse en el presente lo que puede ocurrir en el futuro y el clamoroso fracaso de algunas de las estimaciones de la d¨¦cada pasada sobre los desequilibrios inmediatos del sistema, que pusieron en entredicho lo que ya era un axioma: que las estimaciones en econom¨ªa eran cre¨ªbles a corto plazo.
En el seno de la Comisi¨®n Europea, de los sindicatos, de un buen n¨²mero de entidades privadas y en la propia Administraci¨®n p¨²blica se han llevado a cabo estimaciones del gasto en pensiones que han dado como resultado una amplia horquilla del porcentaje del PIB que va a ser necesario emplear, a largo plazo, para hacer frente al desequilibrio que puede suponer para el sistema el envejecimiento de la poblaci¨®n si no se empiezan a tomar medidas desde ahora. Los resultados de estas simulaciones difieren porque diferentes son los escenarios proyectivos de partida, si bien todas ellas contemplan el mencionado envejecimiento como una hip¨®tesis insoslayable. Y tambi¨¦n la mayor¨ªa de ellas concluyen que Espa?a se va a enfrentar al peor momento del problema alrededor del a?o 2050, cuando se calcula que tendremos la peor relaci¨®n cotizante-pensionista.
Una reciente proyecci¨®n que la Secretar¨ªa de Estado de la Seguridad Social ha realizado, y que est¨¢ siendo utilizada por la Comisi¨®n no Permanente del Pacto de Toledo en sus trabajos, revela que el gasto en pensiones previsto para el a?o 2040 supondr¨ªa el 12,06% del PIB, que es inferior al porcentaje que en la actualidad est¨¢n invirtiendo algunos pa¨ªses de la UE. ?Podremos soportar este gasto proyectado para ese a?o? Parece que s¨ª, porque para llegar a esta cifra, que representa el punto ¨¢lgido de la mencionada proyecci¨®n, tendr¨ªamos que crecer a un ritmo medio anual del 0,09% entre 2000 y 2040. S¨®lo en los 20 a?os que median entre 1980 y 2000 el gasto en pensiones contributivas subi¨® en nuestro pa¨ªs desde el 5,77% al 8,39% del PIB, y eso promedi¨® al 0,13% anual.
Entre los aliados antes mencionados, el fondo de reserva y el alargamiento de la vida laboral pueden suponer un importante apoyo para el sistema si en alg¨²n momento los gastos superan a los ingresos. Con el fondo de reserva s¨®lo estamos ante el final de una primera etapa que se va a saldar muy por encima de las previsiones iniciales, puesto que, este mismo a?o, el fondo tendr¨¢ una dotaci¨®n superior a 6.000 millones de euros (un bill¨®n de pesetas), lo que significa superar en 200.000 millones de pesetas lo fijado para el a?o 2004 por el acuerdo para la mejora y el desarrollo del Sistema de Protecci¨®n Social y, en consonancia con las orientaciones contenidas en el Plan de Estabilidad, alcanzar la m¨¢xima aspiraci¨®n del acuerdo. Adem¨¢s de su valor intr¨ªnseco, no hay que desde?ar, como recurso patrimonial del fondo, los rendimientos de cualquier naturaleza que generen los activos financieros p¨²blicos en que ya se est¨¢n materializando sus dotaciones y que en la actualidad tienen una rentabilidad media del 4,43%. Por su parte, la edad de jubilaci¨®n, en la actualidad por debajo de los 63 a?os de media, ofrece un importante margen de actuaci¨®n que ya ha empezado a utilizarse con la entrada en vigor del sistema de jubilaci¨®n gradual y flexible. Pero el mejor aliado del sistema es un intangible que ya forma parte de su m¨¢s preciado patrimonio: el asenso social que ha propiciado el Pacto de Toledo y los acuerdos que lo interpretan y actualizan, como es el caso del mencionado acuerdo, entre cuyas referencias de actuaci¨®n se encuentran el sostenimiento del sistema y su viabilidad futura.
Pero, adem¨¢s, nuestra ventura o desventura est¨¢ unida a la suerte de la UE, con unos problemas comunes que requieren de la misma medicina; aunque, en nuestro caso, por enfrentarse Espa?a a las dificultades m¨¢s tarde que el resto de Estados miembros, conoceremos la mejor receta aplicada en otros pa¨ªses. Y desde la Cumbre de Lisboa de 2000 nos estamos beneficiando de ese instrumento estrat¨¦gico que representa el nuevo 'm¨¦todo abierto de coordinaci¨®n', que trata de vincular los intereses de la pol¨ªtica econ¨®mica con los principios de la pol¨ªtica social.
En fin, asumamos las previsiones a largo plazo como un obligado ejercicio de responsabilidad pol¨ªtica, pero no hagamos de unas proyecciones con fecha de caducidad tan larga un dogma que el paso del tiempo convierta en sofisma. En medio siglo y al paso ligero que llevamos, la sociedad del 2050 tendr¨¢ pocas similitudes con la actual. Miremos 50 a?os atr¨¢s y nos daremos cuenta de lo que signific¨® el paso de estos a?os en nuestra sociedad. ?Eran predecibles, siquiera de manera aproximada, los cambios tan profundos que se produjeron en ese periodo de tiempo? Pocos organismos internacionales acertaron cuando predijeron el futuro m¨¢s all¨¢ de 20 a?os. Se dice que Keynes, como respuesta a quienes cuestionaban su modelo, por ser ¨¦ste s¨®lo v¨¢lido para el corto plazo, respondi¨®: 'A largo plazo... todos muertos'.
Jos¨¦ Luis G¨®mez-Calcerrada Gasc¨®n es director general de Ordenaci¨®n Econ¨®mica de la Seguridad Social.
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