Playas en el coraz¨®n de la Costa Brava
Las calas de Begur y Palafrugell resumen un litoral de pinos y acantilados
Desde las ruinas del castillo de Begur, a doscientos metros sobre el nivel del mar, se divisa una de las mejores vistas de la Costa Brava. Hacia el Norte se dibuja el elegante arco de la larga playa de Pals, enmarcado por la sierra del Montgr¨ª y las islas Medes, que se dir¨ªa que son como puntos suspensivos que se niegan a alejarse mar adentro. M¨¢s lejos a¨²n, en la l¨ªnea del horizonte, el macizo del cabo de Creus parece marcar un l¨ªmite absoluto, un final sin excusas. Hacia el Este, por contra, el color que domina sin discusi¨®n es el azul luminoso del Mediterr¨¢neo, mientras que en el interior se suceden las colinas salpicadas de pinos, urbanizaciones y encinas que van a morir al mar en un atractivo desorden, dando origen a una serie de acantilados rocosos y de calas ocultas. Camufladas a los pies del castillo, las casas del pueblo -un confuso abigarramiento de paredes blancas y viejos tejados- recuerdan los lejanos tiempos de las incursiones piratas, cuando vivir en primera l¨ªnea de la costa conllevaba una osad¨ªa que se pagaba a menudo con un rosario de pillajes, secuestros y muerte recogido por los cronistas locales.
Sa Riera, Aiguafreda, Sa Tuna, Aiguablava y Fornells son los nombres de las cinco calas de Begur, de unas calas que parece que se han abierto paso a codazos en medio de un paisaje abrupto, de una costa que merece mil veces el nombre de brava
Si hay que poner banda sonora a este paisaje, no hay ninguna duda de que tiene que ser de habaneras. Los viejos pescadores han sabido conservarlas y hay grupos que las cantan en las tabernas mientras cumplen con el ritual nocturno del 'cremat'
Como los dedos de una mano abierta, un conjunto de peque?as carreteras desciende desde lo alto hacia las distintas calas de Begur. Son trazos sinuosos y de fuerte pendiente, viejos caminos que avanzan entre ¨¢rboles y rocas en busca de la promesa de unas aguas en las que el azul y el verde del mar se suman a los tonos rojizos y ocres de la costa. Sa Riera, Aiguafreda, Sa Tuna, Aiguablava y Fornells son los nombres de las cinco calas de Begur, de unas calas que parece que se han abierto paso a codazos en medio de un paisaje abrupto, de una costa que merece mil veces el nombre de brava. No hace tantos a?os, esas calas eran s¨®lo abrigo de pescadores; ahora aparecen cercadas por un amasijo de pinos, rocas y casas estrat¨¦gicamente situadas para poder disfrutar al m¨¢ximo de la belleza de un mundo secreto que con la cercan¨ªa del verano alcanza todo su esplendor.
Aunque el t¨¦rmino Costa Brava se aplica, como una acreditada marca tur¨ªstica, al litoral de la provincia de Girona que va desde Blanes hasta la frontera con Francia, la costa torturada de los municipios de Begur y Palafrugell es quiz¨¢ la que mejor resume sus esencias. El estallido puntual de almendros, olivos y algarrobos marca un ambiente mediterr¨¢neo con ecos del antiguo mundo griego o romano.
Por desgracia, la belleza tambi¨¦n est¨¢ amenazada en el coraz¨®n de la Costa Brava. Alrededor del pueblo de Begur hay m¨¢s de cincuenta urbanizaciones, lo que da idea de una fuerte presi¨®n urban¨ªstica que puede traducirse en un molesto overbooking en verano, cuando las carreteras se llenan de coches, cuesta hacerse con un lugar en la arena de la playa y son frecuentes las largas colas a la puerta de los restaurantes. Afortunadamente, lo abrupto del terreno ha evitado que se construyeran esos grandes bloques de apartamentos que tanto han contribuido a desgraciar una costa id¨ªlica.
Una casa para bailar
El castillo de Begur, que ejerce de centro de esta zona privilegiada, ya exist¨ªa en el siglo XI. Se levant¨® sobre un viejo asentamiento ib¨¦rico y romano, y ha sido destruido tres veces, en los siglos XV, XVII y XIX. La ¨²ltima, en 1810, fue la definitiva. Sin embargo, si uno aguza el o¨ªdo y la imaginaci¨®n, todav¨ªa puede bucear en la historia para escuchar los ecos de los desmanes de los se?ores feudales y de los ataques piratas. Tambi¨¦n, por qu¨¦ no, puede sentir la magia del baile de Carmen Amaya. La mas¨ªa donde vivi¨® la genial bailarina, Can Pinc, transformada en centro de experimentaci¨®n de t¨¦cnicas art¨ªsticas, se levanta en un prado cercano, junto a una imponente torre de defensa. Otro eco que sobrevive en el castillo es el del rodaje de la pel¨ªcula De repente, el ¨²ltimo verano, dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1951, con Liz Taylor, Montgomery Cliff y Katharine Hepburn.
Los habitantes de Begur est¨¢n convencidos de que sus calas son las m¨¢s hermosas de la Costa Brava. No les falta raz¨®n. La playa de arena de Sa Riera, el frescor recogido de Aiguafreda, las casas de pescadores de Sa Tuna o la perfecta armon¨ªa de agua, rocas y pinos en la bella bah¨ªa de Fornells y Aiguablava permiten plantar cara a cualquier otra candidatura. Es cierto que tambi¨¦n aqu¨ª se han cometido algunos desastres, como lo atestigua la mole desproporcionada del Cap Sa Sal -un hotel de los a?os cincuenta reconvertido en bloque de apartamentos- o el parador de Aiguablava, construido en 1966 en la Punta des Mut. Son mazacotes que rompen la armon¨ªa de un paisaje muy cuidado, aunque es cierto que el parador es el lugar ideal para mirar los juegos constantes del verde y el azul del mar o para iniciar la exploraci¨®n de las numerosas cuevas de la zona.
Otra amenaza continua para esta costa son los incendios, esa historia repetida de todos los veranos que deja tras de s¨ª un rastro de desolaci¨®n y de paisaje roto, como por desgracia a¨²n puede verse en la zona de Fornells. M¨¢s all¨¢, sin embargo, tras saltar la monta?a, se encuentran las acogedoras calas de Tamariu y de Aigua Xellida, pertenecientes ya al municipio de Palafrugell, otro n¨²cleo con pasado glorioso -fue capital de la industria del corcho y tierra de pescadores y de indianos- que aspira a ejercer de coraz¨®n de la Costa Brava.
El faro de Sant Sebasti¨¤ es otro de los puntos obligados de esta costa. Si desde el castillo de Begur, agazapado en el interior, se contempla una vista impresionante que abarca grandes dimensiones de tierra y mar, Sant Sebasti¨¤ es un balc¨®n volcado al Mediterr¨¢neo. Josep Pla (1897-1981), el escritor que consigui¨® plasmar en su obra con exacta fidelidad toda la belleza de esta regi¨®n, dej¨® escrito que este cabo de 167 metros es 'el ¨¢ngulo recto m¨¢s sublime que la geograf¨ªa de la tierra y el mar hacen en Catalu?a'. Pla, nacido en Palafrugell, sol¨ªa ir andando de joven hasta Sant Sebasti¨¤ con una libreta y un l¨¢piz, en busca del adjetivo que se ajustara con precisi¨®n matem¨¢tica al espect¨¢culo.
En el siglo XV se levant¨® en Sant Sebasti¨¤ una torre de defensa que todav¨ªa existe: s¨®lida, contundente. Pegada a ella se construy¨® m¨¢s adelante una antigua hosteler¨ªa que recientemente se ha transformado en un hotel de lujo de situaci¨®n inmejorable (hotel El Far). El conjunto se completa con una ermita del siglo XVIII y con un faro de 1857. Hacia el Sur se recortan las otras dos calas de Palafrugell (Llafranc y Calella) y al fondo se alza la silueta del imponente Cap Roig y la de las coquetas islas Formigues. Hacia el interior se extiende el llano del Empord¨¤, con la poblaci¨®n de Palafrugell como centro y con un sinf¨ªn de urbanizaciones que intentan camuflarse en un paisaje de postal.
Comparada con las recogidas calas de Begur, la de Llafranc cobra apariencia de gran playa, con espacio suficiente para un puerto, una playa de arena abundante y un elegante paseo de pinos. En la primera l¨ªnea de mar se levanta un importante n¨²cleo de casas, con el dominio del hotel Llafranc, santificado por la leyenda de su propietario -apodado El Gitano- y las visitas de su amigo Dal¨ª. Las largas estancias en esta parte de la costa del escritor brit¨¢nico Tom Sharpe, autor del impagable Wilt, y la reputada gastronom¨ªa del hotel Llevant son tambi¨¦n referentes del Llafranc de ahora mismo.
Entre Llafranc y Calella es mejor olvidarse del coche y andar por el camino que discurre paralelo a la costa. Lleva el nombre de Xavier Miserachs, un fot¨®grafo que supo valorar y retratar la belleza de esta costa, y contiene las suficientes dosis de acantilados, pinos, casas de ensue?o, rocas y mar para justificar cualquier desv¨ªo. Al final, tras un paseo de apenas quince minutos, surge la sorpresa de Calella de Palafrugell, con las elegantes casas de veraneo alineadas en la playa del Canadell, las barcas y los porches de la playa de Port-Bo enmarcando una belleza mil veces fotografiada. 'Con su extrema modestia', escribi¨® Pla, 'los porches o las b¨®vedas de Calella son el trozo de arquitectura m¨¢s notable de todo este litoral'.
Si hay que poner banda sonora a este paisaje, no hay ninguna duda de que tiene que ser de habaneras. Los viejos pescadores han sabido conservarlas, y todav¨ªa hay grupos que las cantan en tabernas de la zona mientras cumplen con el ritual nocturno del cremat. Los acordes de La bella Lola y de otras canciones m¨ªticas evocan los largos viajes por mar, los naufragios, el contrabando, las estancias en Cuba y aquellas ex¨®ticas mujeres que volv¨ªan locos a los marineros.
Una pareja especial
El Cap Roig, con su silueta escarpada, el esplendor de su cuidado jard¨ªn y su castillo, marca el punto final de este tramo estelar de la Costa Brava. La historia de este cabo coronado de pinos est¨¢ unida a la de un coronel ruso y una dama irlandesa: Nicol¨¢s y Dorothy Woevowsky. ?l era hijo de un almirante del zar y hab¨ªa sido agregado militar en Londres. Ella, apellidada Wester-Paget de soltera, se hab¨ªa divorciado de sir Dennistoun, era amiga de lord Carnarvon y fue centro de rumores te?idos de esc¨¢ndalo en el Londres de los a?os veinte. Ambos se casaron y peregrinaron por el Mediterr¨¢neo en busca del escenario ideal para sus sue?os de amor. Cuando en 1927, por consejo del pintor Sert, llegaron a Calella de Palafrugell quedaron fascinados por el encanto de esta costa. Compraron los terrenos del Cap Roig, construyeron las primeras edificaciones en 1931 y en los a?os setenta culminaron el sue?o de levantar un castillo que parece surgido de otros tiempos y un jard¨ªn con m¨¢s de quinientas especies que hoy es admirado por numerosos visitantes. En 1975 falleci¨® el coronel Nicol¨¢s Woevowsky; su esposa, Dorothy, lo hizo en 1980. Sobreviven, sin embargo, su leyenda y su original para¨ªso, levantado sobre una historia de amor y exilio. Los dos est¨¢n enterrados en el jard¨ªn del Cap Roig, en uno de los parajes m¨¢s bellos de la Costa Brava, en el lugar que les rob¨® el coraz¨®n.
GU?A PR?CTICA
- Parador de Aiguablava (972 62 21 62). Playa de Aiguablava, s/n. Begur. La doble, 156,26 euros. - Hotel Llafranc (972 30 02 08). Passeig Cipsela, 16. Llafranc. La habitaci¨®n doble, de 97 a 123 euros. - El Far de Sant Sebasti¨¤ (972 30 16 39). Llafranc. La doble con terraza hacia el mar, 220 euros; con vista a la monta?a e interior, 170 y 190 euros. - Hotel Llevant (972 30 03 66). Francesc de Blanes, 5. Llafranc. La doble, de 128,10 a 161,15, con media pensi¨®n.
- Oficinas de Turismo y p¨¢ginas 'web' oficiales de: Begur (972 62 45 20 y www.begur.org). Pals (972 66 78 57 y www.ajuntamentdepals.com). Palafrugell (972 61 40 05 y www.palafrugell.net). Girona (972 22 65 75).
- 'Web' de toda la Costa Brava: www.costabrava.org. Ofrece, adem¨¢s de informaci¨®n general, 'links' a asociaciones de turismo rural y c¨¢mpings en la zona, y listado de alojamiento por poblaciones. - www.spaintour.com/brava.htm - www.costabrava.com - www.costabravainfo.com - www.costabravanord.com
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