Un festival de opulencia
Los ciclos Orquestas del Mundo han clausurado su 32? temporada con la actuaci¨®n de la Filarm¨®nica de San Petersburgo. Su colaborador y adjunto Yuri Temirkanov (Daragej, 1938) hereda la gran centuria rusa tras la muerte de su antecesor, Mravinski, en enero de 1988. Con ambos maestros y tambi¨¦n con Mariss Jansons y Pavel Kogan, los filarm¨®nicos visitaron Espa?a y repetidas veces intervinieron en las series de Alfonso Aij¨®n.
Una vez m¨¢s hemos asistido a un festival de opulencia sonora y virtuosismo de ejecuci¨®n, pero tambi¨¦n a una demostraci¨®n de flexibilidad din¨¢mica y de recto y hasta sobrio criterio musical. Como otros maestros de la escuela rusa, Temirkanov no a?ade pasi¨®n, patetismo o fluir sentimental a una obra como la Cuarta Sinfon¨ªa de Chaikowski que puso fin al programa en su exhibici¨®n de calidad y virtuosismo por todos los grupos orquestales. A modo de propina, las cuerdas se intimizaron sutilmente para tocar el Momento musical en fa menor; arcos, maderas, metales y percusi¨®n alzaron su voz en la escena de la muerte de Tebaldo, de Romeo y Julieta, de Prokofiev.
Orquestas del Mundo
Orquesta Filarm¨®nica de San Petersburgo. Director: Y. Temirkanov. E. Batiashvili, violinista. Obras de Liadov, Shostak¨®vich y Chaikovski. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de junio.
Antes aplaudimos a una sensacional violinista, la georgiana Elisabeth Batiashvili. P¨²blico y cr¨ªtica coinciden al situarla entre las grandes solistas de la nov¨ªsima generaci¨®n y la Batiashvili se encarg¨® de confirmar tales opiniones en una versi¨®n preciosa y arrolladora del Concierto en la menor, de Shostak¨®vich.
La obra alcanza la expresi¨®m m¨¢s desolada en el primer movimiento, algo as¨ª como la puesta en pentagramas del vac¨ªo, fruto de una soledad invasora del ama. Cant¨® el viol¨ªn de la Batiashvili como pudo cantar el del patriarca Oistrakh el d¨ªa del estreno en los a?os cincuenta: doliente y espl¨¦ndido, noble, decidido y refinado. El drama hace crisis en el Scherzo, antes de abordar el Passacaglia y la Burlesca finales. La complejidad de la textura sit¨²a a la orquesta, a pesar del alto protagonismo del viol¨ªn, en un plano colaborador al mismo nivel. Y el total fue un triunfo pleno, ver¨ªdico y aclamatorio.
Para comenzar, retorn¨® una muy bell¨ªsima p¨¢gina de Liadov: Kikimora (1909), de Anatoli Liadov. Es m¨²sica resumidora de leyendas afiliadas a la tradici¨®n rusa -magia, ¨¦pica o folclore-, resuelta en formas breves. El misterioso comienzo de Kikimora nos hace pensar en el de El p¨¢jaro de fuego, pr¨¢cticamente contempor¨¢neo, y el plan general, en las posibilidades de un impresionismo ruso de im¨¢genes, evocaciones y sugerencias.
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