Resurrecci¨®n
Baggio se despidi¨® de Estados Unidos 94 fallando el penalti que dio el t¨ªtulo a Brasil. Despu¨¦s de varios cambios de equipo y dilatadas meditaciones budistas, regres¨® al Mundial. No hab¨ªa olvidado el d¨ªa de sol y cansancio en que pate¨® el bal¨®n al cielo sin nubes de Norteam¨¦rica. Ante Chile, provoc¨® un penal y tuvo el valor de cobrarlo. En la misma situaci¨®n, un h¨¦roe de Conrad habr¨ªa fallado adrede y un h¨¦roe de Ch¨¦jov habr¨ªa anotado con br¨ªo para suicidarse al salir del campo. Baggio parec¨ªa desprovisto de vida interior. Vio la pelota como quien ve cualquier cosa y pate¨® con impecable displicencia. Sus compa?eros lo abrazaron sin sacarle una sonrisa. Quiz¨¢ en su peculiar figuraci¨®n del mundo hab¨ªa metido el penalti correcto en la porter¨ªa equivocada.
En Francia 98 Baggio cerr¨® un ciclo y Beckham abri¨® otro. Fue expulsado del partido Argentina-Inglaterra, que hasta ese momento hab¨ªa sido el mejor del Mundial. La batalla se decidi¨® en los penales, especialidad argentina. Un peri¨®dico ingl¨¦s explic¨® as¨ª la derrota: 'Jugamos con diez h¨¦roes y un imb¨¦cil'. Beckham fue abucheado en los estadios del reino mientras sus cortes de pelo se volv¨ªan progresivamente desafiantes.
Cuando el sueco Eriksson se hizo cargo de la selecci¨®n, el Daily Mail exclam¨®: 'Hemos puesto nuestro destino en manos de alguien que viene de un pa¨ªs con siete millones de esquiadores'. Eriksson estuvo de acuerdo: Inglaterra necesitaba heterodoxia. Beckham, que llevaba el cr¨¢neo rapado al estilo mohicano, fue nombrado capit¨¢n y calific¨® al equipo con un gol en el ¨²ltimo minuto del ¨²ltimo partido. Esto ya garantiza un melodrama. Pero la realidad dispone de guionistas m¨¢s exagerados. Beckham sufri¨® una fractura en v¨ªsperas del Mundial y se recuper¨® para encarar un penalty decisivo ante Argentina. De nuevo una rara jugada entre el presente y el pasado.
A diferencia del contenido Baggio, Beckham ten¨ªa los ojos err¨¢ticos de la angustia. No quiso colocar su disparo ni estaba en su poder hacerlo; no llegaba, como Baggio, a pagar una multa caducada, sino a decidir su derecho al juego. Pate¨® con fuerza ciega al centro de la porter¨ªa. Tal vez Chilavert, que apenas puede moverse, habr¨ªa desviado el tiro al modo de una estatua. Cavallero se lade¨® y eso bast¨® para que el ingl¨¦s reinventara su nombre. Beckham ya no juega contra lo que fue; es lo contrario a una leyenda, pues no depende de su pasado. Su saga recomienza. No hay duda de que el destino lo ha tratado con m¨¢s imaginaci¨®n que los peluqueros.
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