Humanizar el ambiente

Podemos seguir mir¨¢ndonos al ombligo de nuestra tasa de crecimiento econ¨®mico o elevar la vista y observar lo que ocurre en nuestra propia casa y fuera, sinti¨¦ndonos solidarios con los que comparten nuestra naturaleza humana. Hace ya bastantes a?os que toda reuni¨®n pol¨ªtica internacional concluye que nada es posible mientras subsistan grand¨ªsimas bolsas de hambre, pobreza y condiciones sanitarias insoportables. La reuni¨®n de Bali ha sido un reflejo claro de la consolidaci¨®n de ese convencimiento ya generalizado. As¨ª, el concepto de desarrollo sostenible alcanza ya unos perfiles n¨ªtidos que se formalizar¨¢n en Johannesburgo el pr¨®ximo mes de septiembre.

En los textos oficiales que se manejan queda definitivamente claro que crecimiento econ¨®mico, desarrollo social y protecci¨®n ambiental no pueden ser tratados de forma aislada; cada decisi¨®n pol¨ªtica ha de tener en cuenta los tres simult¨¢neamente. Sobre el dogma instrumental de la econom¨ªa de mercado se ha superpuesto la apuesta racional de bases ¨¦ticas, que al mismo tiempo es un principio de supervivencia, al que convenimos en llamar desarrollo sostenible.

M¨¢s importantes que los cambios en el derecho positivo son las transformaciones culturales

Asistir a una sesi¨®n plenaria de las Naciones Unidas nos provoca recuerdos de patios de colegio en hora de recreo, apariencia de desorganizaci¨®n debida a las distintas formas de expresi¨®n, de atuendo y de color. La realidad, sin embargo, es algo distinta: las votaciones son m¨¢s que previsibles en la mayor¨ªa de los casos. Las reuniones previas, formales e informales, los grupos de presi¨®n, en este caso relacionados con el medio ambiente y el desarrollo sostenible, asaltando a las delegaciones gubernamentales m¨¢s poderosas para incluir sus propuestas en la decisi¨®n final, configuran un panorama especial, muy distinto de lo que acostumbramos a ver en los parlamentos convencionales. El observador a veces se deprime al ver debates absurdos o posiciones socialmente inadmisibles de algunos pa¨ªses ricos. Pero una chispa de esperanza vuelve a aparecer cuando se comprueba que hay una pr¨¢ctica consolidada institucionalmente de di¨¢logo como ¨²nica arma, que hace posible el entendimiento y el progreso. Se ha criticado con frecuencia a las Naciones Unidas por su inoperancia, pero lo cierto es que ya nadie puede imaginarse un mundo en el que no existiera esta manifiestamente mejorable pero indispensable instituci¨®n.

Los textos que se van a proponer en la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible son a los ojos de mucha gente una confesi¨®n p¨²blica de que lo acordado en R¨ªo de Janeiro hace 10 a?os no se ha cumplido. Y tienen raz¨®n. Los datos oficiales sobre el deterioro ambiental demuestran que estamos peor. Los datos sobre desarrollo econ¨®mico demuestran que las diferencias entre ricos y pobres han aumentado. Y los datos sobre el hambre o el abastecimiento de agua potable son sencillamente estremecedores. El espacio geogr¨¢fico ocupado en Bali por la Conferencia es paradigm¨¢tico: un ¨¢rea de acceso restringido con todos los lujos y comodidades imaginables y s¨®lo a diez minutos barrios miserables donde la gente vive hacinada, sin las condiciones higi¨¦nicas y sanitarias m¨ªnimamente exigibles y con proyectos de vida que apenas alcanzan la expectativa de la pura supervivencia. Es una de las muchas sucursales que los pa¨ªses ricos tienen en los denominados en v¨ªas de desarrollo, para el ocio y la diversi¨®n. No parecen necesarios grandes compromisos ideol¨®gicos, ¨¦ticos o religiosos para sentir que esto no es justo.

Otra cr¨ªtica justificada est¨¢ en que los textos no son jur¨ªdicamente vinculantes, ya que no se propone la firma de Tratado alguno. Es cierto. Pero mi impresi¨®n, quiz¨¢s ayudada por un cierto voluntarismo, es que m¨¢s importantes que los cambios en el derecho positivo son las transformaciones culturales. Y el que se refleja en los textos de Bali nos dice que con hambre en el mundo no puede ser leg¨ªtimo un sistema econ¨®mico, que sin educaci¨®n y sanidad universalizados no puede ser leg¨ªtimo un sistema pol¨ªtico y que sin protecci¨®n ambiental no cabe sistema alimentario viable. Aunque no sea nueva, es una propuesta de revoluci¨®n social incruenta y globalizada, puesto que abarca a todos los pa¨ªses, culturas e ideolog¨ªas. Se trata de garantizar el m¨ªnimo vital existencial para todos los seres humanos. Esto es, alimentaci¨®n, vivienda, sanidad, educaci¨®n y derechos humanos para todos. Es evidente que esto recuerda mucho al contenido de la cl¨¢usula de Estado social que tienen muchas Constituciones. El desarrollo sostenible se presenta as¨ª como dicha cl¨¢usula actualizada.

Naturalmente, despu¨¦s de compartir un diagn¨®stico y un prop¨®sito queda pendiente quiz¨¢s lo m¨¢s dif¨ªcil, poner a punto las t¨¦cnicas para su consecuci¨®n. Debemos exigir a nuestros pol¨ªticos que recuperen el aliento ¨¦tico, que sientan el orgullo de administrar bien a los suyos, sin perjudicar a otros y siendo solidarios con los pa¨ªses m¨¢s necesitados. Que se convenzan de que un Estado es s¨®lo una unidad administrativa bajo su responsabilidad, no una entidad superior, ausente en los problemas ajenos, en cuya defensa se puede matar o entregar la propia vida. Muchos vemos en estos proyectos de Declaraci¨®n el establecimiento de un objetivo pol¨ªtico mundial que convierte a nuestro planeta en una suerte de pa¨ªs ¨²nico, donde cada circunscripci¨®n a la que llamamos Estado pueda ejercer su autonom¨ªa a partir de su efectivo compromiso con el desarrollo sostenible. Evidentemente es una opci¨®n civilizatoria, pero creo que es la ¨²nica que garantiza la estabilidad pol¨ªtica internacional y un futuro de esperanza para las futuras generaciones.

Demetrio Loperena Rota es catedr¨¢tico de Derecho Administrativo y delegado de la Corte Internacional de Arbitraje y Conciliaci¨®n Ambiental en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible.