El papel de los desesperados
Los extranjeros encerrados debaten en asambleas nocturnas radicalizar su protesta con el inicio de una huelga de hambre
Es medianoche. La segunda (martes) que pasan los inmigrantes en el campus sevillano de la Universidad Pablo de Olavide. Muy pocos est¨¢n durmiendo, la mayor¨ªa se arremolina en corrillos y grupos donde se debate en varios idiomas sobre la conveniencia de endurecer los actos de protesta. Las voces de los extranjeros que se alzan a favor de iniciar una huelga de hambre cuanto antes comienzan a proliferar. Tienen la sensaci¨®n de que un encierro a secas, a pocos kil¨®metros de Sevilla, no les ayudar¨¢ mucho para lograr sus preciados papeles.
La mayor¨ªa de los inmigrantes desconoce otras coyunturas pol¨ªticas que le ayudar¨¢n menos como el anuncio del Gobierno de endurecer la actual Ley de Extranjer¨ªa o la cumbre de la Uni¨®n Europea que se celebrar¨¢ en Sevilla los d¨ªas 21 y 22 con la inmigraci¨®n como tema estrella. Son elementos que no le escapan, sin embargo, a los integrantes de las organizaciones que han colaborado en la disposici¨®n del encierro casi en v¨ªsperas del Consejo Europeo y que tratan de frenar la r¨¢pida escalada hacia la huelga de hambre, el ¨²ltimo refugio que tienen los que no tienen nada, el arma de la desesperaci¨®n.
En uno de los corros habla Decio Machado, un integrante de la Organizaci¨®n Democr¨¢tica de Inmigrantes y Trabajadores Extranjeros (Odite), que promovi¨® los encierros protagonizados en Huelva hace un a?o. Machado recomienda menos premura a los inmigrantes: 'Mi opini¨®n personal es que es muy pronto para una huelga de hambre'.
Ajeno a las discusiones que se suceden en la explanada que rodea los pabellones deportivos, Karim Kabbali, de 20 a?os, hace muecas de dolor mientras dos compa?eros le ayudan a descender de una unidad m¨®vil de M¨¦dicos del Mundo. Kabbali se ha roto un dedo al caerse en la ducha, pero s¨®lo acepta las curas de urgencia que puedan prestarle dentro del campus. No se f¨ªa. Teme que si sale para hacerse una radiograf¨ªa, como le propone el personal de la ONG, la polic¨ªa le cierre el camino de vuelta: 'He sufrido mucho para entrar aqu¨ª y no quiero abandonar esto'.
Durante las noches previas al encierro, el inmigrante durmi¨® al raso en Sevilla. Incluso la chabola en la que malvivi¨® en Huelva durante los ¨²ltimos ocho meses puede empeorar. El marroqu¨ª cree que le compensa cambiar la intemperie por un pabell¨®n deportivo, donde se siente arropado por otros con tan poco futuro para 'buscarse la vida' dentro de la legalidad como ¨¦l.
M¨¦dicos del Mundo ha llegado al recinto tras recibir una llamada de urgencia de los encerrados por el accidente de Karim Kabbali. La ambulancia de Cruz Roja, que monta guardias diurnas, no est¨¢. 'Hubiera sido interesante hacerle una radiograf¨ªa', expone Carmen Zamora, la coordinadora del programa de atenci¨®n a los inmigrantes de M¨¦dicos del Mundo.
La ONG est¨¢ dispuesta a poner en marcha un dispositivo de atenci¨®n un par de d¨ªas a la semana para reforzar la atenci¨®n sanitaria de los encerrados. 'De momento son gente joven, sana, que acaba de empezar', dice.
Para evitar problemas sanitarios, Zamora quiere transmitirles lo importante que es la prevenci¨®n con consejos como que se limiten a consumir agua potable, que desinfecten bien los ¨²tiles de cocina y que eviten colocar alimentos al sol.
La procedencia de las provisiones que han recibido hasta ahora los inmigrantes es variopinta, desde una arrocera que ha donado 200 kilos a los ayuntamientos de Dos Hermanas o Alcal¨¢ de Guada¨ªra. El de Sevilla ha abierto una cuenta en una gran superficie para que se adquieran alimentos y productos de primera necesidad. A pesar de ello el suministro de comida sigue siendo un problema 'urgente' para los encerrados.
Los inmigrantes disponen de dos pabellones cubiertos para dormir, pero las altas temperaturas que se registraron en Sevilla la madrugada del mi¨¦rcoles obligaron a muchos a sacar sus colchones o cartones a la intemperie.
La preocupaci¨®n parece mellar m¨¢s el ¨¢nimo de unos que otros. Mustafa Naidj, de 26 a?os, sigue sentado en mitad del gran pabell¨®n semicubierto donde cocinan y comen durante el d¨ªa. S¨®lo fuma y mira. Accedi¨® a Espa?a despu¨¦s de obtener un visado del consulado franc¨¦s para viajar desde Or¨¢n hasta Marsella.
Descubri¨® Espa?a a trav¨¦s de las antenas parab¨®licas. Le gust¨® tanto que ni siquiera contempl¨® la opci¨®n de quedarse en Francia con su hermano. Le gusta el Real Madrid, y no s¨®lo por su compatriota Zinedine Zidane, tambi¨¦n por Ra¨²l. Le disgusta lo que ha encontrado, pero cree con la fe de los desesperados que obtendr¨¢ una salida para quedarse en el pa¨ªs que ha elegido.
Los argelinos no apelan s¨®lo a la necesidad para justificar por qu¨¦ han abandonado su tierra. En las conversaciones siempre acaba aflorando la situaci¨®n de inestabilidad pol¨ªtica para explicar de qu¨¦ huyen. Incluso alguien que roza la cincuentena como Bendriss Abdelkader, que dej¨® seis hijos y un empleo de camionero, est¨¢ dispuesto a empezar de cero en una sociedad extra?a.
Al igual que har¨¢n a la ma?ana siguiente al despertar, algunos han rezado. Los inmigrantes despiertos aprovechan cualquier hora de la madrugada para preguntar con ansia si el Gobierno les conceder¨¢ los papeles. Cuando reciben una negativa, callan. Y cuando les preguntan si en ese caso retornar¨¢n a su pa¨ªs, entonces niegan ellos.
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