Principios y consecuencias
El d¨ªa hab¨ªa sido largo y complicado. Las cosas no hab¨ªan salido como yo quer¨ªa. Me hab¨ªa equivocado en varias decisiones que cre¨ªa justas -ya se sabe, el trabajo, los ni?os...- y las consecuencias no hab¨ªan sido precisamente las deseadas. La cabeza me daba vueltas. Intent¨¦ leer un rato, pero no lograba concentrarme. Apagu¨¦ la luz y trat¨¦ de conciliar el sue?o, pero no pude. Nervioso e irritado, decid¨ª encender el transistor. Y entonces le o¨ª. Hablaba sobre la nueva Ley de Partidos y la ilegalizaci¨®n de Batasuna: 'No podemos gobernar pensando en las consecuencias, sino en los principios'. Aznar dixit. Ahhhh! El eco de la frase reson¨® en mis o¨ªdos y como por arte de magia me sumerg¨ª en un sue?o pl¨¢cido y profundo. Poco a poco fui entrando en un mundo nuevo y desconocido. Ve¨ªa a Aznar, vestido con una t¨²nica blanca, llamando a Rajoy y apremi¨¢ndole a elaborar una ley para proteger los derechos de los emigrantes. El ministro, sorprendido, le respond¨ªa: 'Pero presidente, ?eres consciente de las consecuencias que ello puede acarrear? ?Qu¨¦ pasar¨¢ entonces con el efecto llamada? ?Qu¨¦ dir¨¢ tu amigo Berlusconi?'. Y Aznar con voz suave, a la vez que severa, le reprend¨ªa: 'Mariano, no podemos gobernar pensando en las consecuencias. Lo esencial son los principios'.
Despu¨¦s, el presidente llamaba a cap¨ªtulo a Rato y le ordenaba preparar un nuevo presupuesto en el que se incrementaran las pensiones, las coberturas por desempleo y las prestaciones sanitarias a cargo de la seguridad social. El aturdido ministro le dec¨ªa que as¨ª no se podr¨ªa cumplir con el objetivo del d¨¦ficit cero, pero de nuevo se o¨ªa la voz de Aznar implacable: 'Rodrigo, la moral y los principios siempre por delante. No podemos estar constantemente pensando en las consecuencias de nuestros actos'. Algo m¨¢s tarde, tras recibir algunas visitas, Aznar cog¨ªa el tel¨¦fono y le espetaba a su ministra de Educaci¨®n: 'Pilar, no me gusta el proyecto de ley que has elaborado. Debes tener presente que la educaci¨®n es un derecho y que es preciso preservar a cualquier precio la igualdad de oportunidades en los centros escolares. Esos y no otros deben ser los fundamentos de nuestra pol¨ªtica educativa'. At¨®nita, la ministra le respond¨ªa: 'Presidente, pero entonces...'. 'Nada, nada -le cortaba en seco Aznar-, no quiero o¨ªr hablar de consecuencias. En mi Gobierno s¨®lo admito hablar de principios'. Por fin, tras un agotador d¨ªa de trabajo, Aznar se retiraba a sus habitaciones y le dec¨ªa a su mujer en la intimidad: 'Ana, no est¨¢ bien lo que has dicho sobre el alcalde de Ponferrada. Nuestra obligaci¨®n moral es apoyar a la pobre Nevenka, sin pensar en el coste que ello pueda tener para la imagen del partido'. Dicho eso, y sin reparar en la cara de asombro de su se?ora,Aznar se quedaba pl¨¢cidamente dormido con la expresi¨®n de satisfacci¨®n en el rostro de quienes se acuestan con el deber cumplido.
Al d¨ªa siguiente me despert¨¦ animado y lleno de optimismo. No sab¨ªa muy bien por qu¨¦ pero ten¨ªa la sensaci¨®n de que el mundo no era tan malo y de que la vida me sonre¨ªa de nuevo. Mientras preparaba el desayuno encend¨ª la radio. Justo entonces comenc¨¦ a recordar el sue?o que hab¨ªa tenido durante la noche. Intentaba recomponerlo entero a partir de los fragmentos que acud¨ªan poco a poco a mi memoria. Pero su voz, llegada a trav¨¦s de las ondas, me sac¨® bruscamente de mis pensamientos: 'Espero que los obispos sepan valorar las consecuencias de no compartir la opini¨®n de la mayor¨ªa'. Luego, diversos comentaristas continuaron hablando de la campa?a de la renta y de la repercusi¨®n que los ¨²ltimos acontecimientos podr¨ªan tener sobre las aportaciones a la Iglesia cat¨®lica.
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