Caballer¨ªa con misiles
Costa Rica cay¨® con hero¨ªsmo ante un desordenado pero lujoso Brasil
La admirable infanter¨ªa de Costa Rica batall¨® contra la poderosa caballer¨ªa de Brasil. Naturalmente, perdi¨®. Pero ninguna hinchada se puede sentir m¨¢s orgullosa de su equipo que la costarricense. En un duelo muy desequilibrado -la mayor potencia se enfrentaba al equipo de un peque?o pa¨ªs-, Brasil gan¨® porque tiene toda clase de goleadores: desde Ronaldo a cualquier defensa. Todos viven para el gol. No fue casualidad que el lateral Junior anotara uno y el central Edmilson otro. Lo mismo pudieron hacer Caf¨² o Lucio, que tiene alma de delantero. Costa Rica contest¨® a todas las ocasiones brasile?as, pero a sus jugadores se les apagaban las luces frente al portero.
Su heroico partido no impidi¨® la eliminaci¨®n a Costa Rica. Ten¨ªa que sacar un empate, pero Brasil no est¨¢ para conceder nada. Termina la primera fase con 11 goles a favor, cifra a la que se puede poner un asterisco porque probablemente particip¨® en el grupo m¨¢s sencillo. Lo que no se discute son las inmensas posibilidades de un equipo en el que cualquiera puede marcar. Edmilson se descolg¨® con un golazo impresionante, mitad chilena, mitad volea. Una belleza de gol que habla de la facilidad brasile?a para desarmar a cualquiera.
De lo que no dispuso Brasil frente a Costa Rica fue de orden y mediocampo. El partido enloqueci¨® desde el principio y nadie quiso hacer el trabajo oscuro. Bueno, uno s¨ª: Gilberto Silva, medio centro para m¨¢s se?as. Este Gilberto gasta el apellido de Mauro Silva, funciona en la misma posici¨®n y tiene la misma vocaci¨®n de bombero. Se qued¨® solo en mitad del campo, como un mohicano, sin recibir ayuda de un equipo en el que los delanteros son delanteros y los defensas tambi¨¦n. Caf¨² y Junior se pegaron por ver qui¨¦n llegaba m¨¢s lejos en sus incursiones. Juninho regate¨® alegremente por donde le pareci¨®. Los centrales abandonaron sus posiciones con un entusiasmo juvenil. En medio de aquel jolgorio, el pobre Gilberto patrullaba el medio campo con tanta abnegaci¨®n como falta de resultados.
Brasil decidi¨® que el partido se jugara en las dos ¨¢reas. Ellos jugaban en la de Costa Rica y los costarricenses en la de Brasil. Hubo tres tiros al palo, 20 remates detenidos o rechazados por los porteros, ocasiones desperdiciadas ante el asombro general, sobre todo en la porter¨ªa de Marcos. Y siete goles. No pod¨ªa ser de otra manera en un partido aventado como pocas veces se ha visto en la Copa del Mundo. Al menos, en sus ¨²ltimas ediciones.
A Costa Rica le result¨® imposible su desaf¨ªo. Recibi¨® muy pronto tres goles y se encontr¨® con la amenazante presencia de Ronaldo, que record¨® a la fuerza de la naturaleza que fue. En el primer gol atac¨® la pelota con tanta fuerza que no hubo manera de detenerle. Un defensa le agarr¨® de la camiseta, otro del pantal¨®n. Imposible. Los arrastr¨® a todos. El segundo fue uno de esos goles sucios por los rebotes, pero en todos ellos surg¨ªa Ronaldo para llevarse el bal¨®n. La respuesta de Costa Rica al cicl¨®n fue hermosa: marc¨® dos goles, se acerc¨® al milagro y perdi¨®. Una gran infanter¨ªa, pero infanter¨ªa al fin. Y los otros, la caballer¨ªa con misiles. As¨ª no hay nada que hacer.
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