Redefinir la dopamina
Los detectives de ficci¨®n siempre han sido esclavos de la moda. Fueron hombres duros hasta que se instauraron la cuota femenina y la multirracial. Despu¨¦s, aparecieron los detectives con movilidad reducida, como Ironside. Sali¨® la detective monja, la detective anciana y la detective embarazada. Eso por no hablar del pornodetective, que ha interpretado como nadie el gran pornoactor Ramon Nomar. Ahora, en la novela Hu¨¦rfanos de Brooklyn, de Jonathan Lethem, el detective tiene s¨ªndrome de La Tourette: hace tics. Y no es el ¨²nico en la literatura reciente. En el libro C¨ªclopes, de David Sedaris, sale un ni?o, tambi¨¦n tiquero, y en el de Sue Grafton, H de homicidio, hay un g¨¢nster con la misma enfermedad. Hasta en Ally McBeal sal¨ªa una, interpretada por Anne Heche. Si los tiqueros (el 1% de la poblaci¨®n) se han puesto de moda, est¨¢ claro que los catalanes estamos de enhorabuena. Aqu¨ª, dos de las personas que despiertan m¨¢s adhesi¨®n popular desde hace 20 a?os tienen s¨ªndrome de La Tourette. Uno hace de presidente y el otro de escritor. No es s¨®lo que cuando salen por la tele arrasan, es que adoramos su manera de ser, y esto se debe, en parte, a los tics. Sepan que las personas con Tourette segregan el neurotransmisor conocido como dopamina en cantidades que los dem¨¢s s¨®lo igualar¨ªamos en caso de tomar coca¨ªna. Este extra hace que los enfermos de Tourette piensen con mucha rapidez, tengan ideas brillantes y, a la vez, les provoca los movimientos involuntarios. Imaginen una vida entera bajo los efectos continuados de una droga estimulante, pero de manera legal. Es la vida de Jordi Pujol, la de Quim Monzo o la de Mozart.
Los enfermos de Tourette piensan con mucha rapidez, tienen ideas brillantes y, a la vez, les provoca los movimientos involuntarios
As¨ª que me voy a la Associaci¨® de Malalts amb S¨ªndrome de La Tourette de Barcelona. Comparten despacho con otras agrupaciones, pero distingo enseguida al vocal, Emili Alcal¨¤. Es el se?or que saca la lengua repetidamente, golpea la mesa con los nudillos de una mano, chasquea los dedos de la otra, se pega en el pecho, emite ruidos y gira el cuello hasta que el hueso de las cervicales le cruje. 'El tic es una orden interna, irresistible', me explica, mientras levanta un brazo. 'Aguantarse el tic es como aguantarse un estornudo. Habr¨¢s visto que tambi¨¦n los combino: golpeo la mesa, sacando al mismo tiempo la lengua, por ejemplo'. Cuando me entero de que su oficio consiste en montar microchips, trato de no pensar en las heridas mortales que puede causarse con un destornillador de precisi¨®n. Pero resulta que cuando trabaja los tics desaparecen. Me cae bien enseguida porque (tambi¨¦n) le molestan las faltas de ortograf¨ªa, y cuando entra en los chats no puede evitar corregirlas.
Con nosotros est¨¢ la psic¨®loga de la asociaci¨®n, Montserrat P¨¦rez P¨¤mies. Ella no s¨®lo est¨¢ muy quieta, sino que habla tan claro y tan despacio que me pone un poco nerviosa, y tartamudeo. 'A ver si resultar¨¢', me advierte 'que tambi¨¦n te sobra la dopamina'. Montserrat considera esta enfermedad fascinante porque 'las personas con Tourette tienen un gran nivel intelectual, motivaci¨®n y sentido del humor'. Por supuesto, le encanta ver como Jordi Pujol improvisa un discurso brillante a partir de cuatro notas del famoso papel arrugado, y le apasionan los escritos de Quim Monz¨®, en los que se detecta, seg¨²n ella, 'que es un Tourette', ya que 'saca una gran rentabilidad a sus obsesiones'. Porque pueden tener tambi¨¦n tics rituales, como asegurarse de que los zapatos est¨¢n bien alineados debajo de la cama. 'Son grandes amantes de la simetr¨ªa', aclara. En la asociaci¨®n hay un chaval, que tiene el tic de saltar por encima de las sombras de la calle (ser¨¢ mejor que Paul Auster no se entere de esto). La cuesti¨®n, me explica, es que los ganglios basales, en el cerebro, son los que se encargan de los automatismos. Los enfermos de Tourette, los tienen alterados, pero lo compensan con un buen c¨®rtex (suena a piropo: '?Vaya c¨®rtex!'). Eso significa que a un tiquero le puede costar m¨¢s aprender a leer, pero luego se le dar¨¢ muy bien. Los ni?os con Tourette, pues, a pesar de ser muy inteligentes pueden tener d¨¦ficit de atenci¨®n, o ser torpes. En la asociaci¨®n hay uno, superdotado para la m¨²sica, que toca sonatas de Beethoven (cuando toca, no tiene tics), pero le cuesta retener la trama de la Caperucita Roja.
Ya con la confianza, le pregunto a Emili si no puede evitar el crujimiento del cuello, para no hacerse da?o. 'De ninguna manera', me contesta, al tiempo que hace crujir el cuello: 'El crujimiento es precisamente la consecuci¨®n del tic. Si no me cruje, no est¨¢ conseguido y debo repetirlo'. Y cuando al irme, le doy mi n¨²mero de tel¨¦fono, comenta: 'Ser¨ªa m¨¢s pr¨¢ctico que dijeras el n¨²mero en tres grupos de tres, y no en un primer grupo de dos (93), luego uno de tres y dos de dos'. Tiene toda la raz¨®n. Qu¨¦ hermosa es la l¨®gica. Ahora que se va Pujol, ?a qui¨¦n confiaremos la producci¨®n extra de dopamina del pa¨ªs? Despu¨¦s de tantos a?os, nos hemos acostumbrado a l¨ªderes de opini¨®n amantes de la simetr¨ªa y con dopamina de sobras. Cualquier otra cosa nos parecer¨¢ insulsa. El debate sobre si el sucesor debe ser Mas o Maragall es est¨¦ril. Sus programas pol¨ªticos son lo de menos. Lo que importa son sus niveles de dopamina. Hag¨¢mosles un an¨¢lisis para comprobarlo. Porque, sinceramente, ni uno ni otro parecen ir muy sobrados.
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