Disparates
Hasta ahora no hab¨ªa relacionado al moro que vende La Farola en mi calle con el que conoc¨ª de ni?o en los futbolines de Arapiles, el moro con el uniforme de escolta del general¨ªsimo que tocaba la trompeta montado a caballo, el moro que cantaba el himno del Madrid mientras fumaba la grifa y nos ense?aba a hacer pajas a los perros. No me extra?¨® que este moro de ojos brillantes cuando le compran La Farola fuera el de hace medio siglo, ya que a los africanos no se les nota la edad. Pero si alguien me avisa de los l¨ªos en que andaba metido le habr¨ªa contestado que no pod¨ªa imagin¨¢rmelo de un tipo tan discreto que parec¨ªa de otra raza porque ced¨ªa la acera a las se?oras y siempre ten¨ªa cambio.
Como recordar¨¢n ustedes, en menos de quince d¨ªas dos autobuses de la EMT se pusieron en marcha por su cuenta, sin conductor al volante. Eso prueba que en esta ciudad ocurren disparates continuamente, sin ir m¨¢s lejos cuando a ra¨ªz de ganar el Real Madrid la novena hubo que vaciar la fuente de la Cibeles, aunque m¨¢s propio hubiera sido envolverla en cemento como durante la guerra civil y de este modo los futbolistas blancos no habr¨ªan enfadado a la autoridad por convertir en una merienda de negros su victoria y mont¨¢rselo con la estatua al estilo de las despedidas de soltero, que al fin y al cabo la Cibeles, por muy diosa que sea, no rechista ni aunque le quiten una mano.
Para quejarse de atropellos est¨¢ la autoridad, y a m¨ª la del municipio nuestro me parece apropiada al manicomio en que se ha convertido Madrid, pero mi admiraci¨®n no pasa de plat¨®nica desde que una vez por acercarme a o¨ªr su discurso me dej¨® ciego, son cosas de la ortodoncia cuando se pone el alma en las palabras. Y al escucharle esta vez por la tele con la misma fe, protestando de las salvajadas de los representantes del club se?or, por instinto cerr¨¦ los ojos para que no me salpicase con sus chascarrillos, con lo que pude grabar en mi memoria que nuestra autoridad le daba vueltas al plan de llevarse la Cibeles a Barcelona, porque como all¨ª no ganan ni ligas ni copas, sino s¨®lo disgustos -y al decir las eses pon¨ªa perdidos a los periodistas-, ten¨ªa la certeza de que no iban a hacer con ella lo del moro con los perros.
Se sabe que esta autoridad nuestra cuando trata de tender puentes monta el pollo, porque hubiera sido m¨¢s diplom¨¢tico reconocer que en Barcelona hay mucha m¨¢s educaci¨®n que aqu¨ª, y no abordar la materia deportiva, siempre delicada. Est¨¢ claro que nuestra autoridad quiere tocarle otras partes al pr¨®jimo adem¨¢s de los ojos y all¨¢ cada cual con sus tendencias, aunque por lo que a m¨ª respecta me parece de perlas abrir un socav¨®n donde hoy est¨¢ la Cibeles, ya que circular¨ªa mejor el tr¨¢fico. Pero que no cunda el ejemplo, porque si todos nos apuntamos a quitarle un monumento a la ciudad para salvarla de los madridistas, seguro que la dejamos m¨¢s pelada que el desierto del S¨¢hara.
Y al evocar el p¨¢ramo donde me machaqu¨¦ la mili repar¨¦ en el que es para la tele el mayor terrorista del mundo, y no se me hab¨ªa ocurrido hasta entonces compararle con el que vende La Farola en mi barrio, aunque fij¨¢ndose un poco se nota que cuando da la charla a los colegas en Afganist¨¢n, junto a la tienda de campa?a, no atraviesa su mejor momento, ya que gasta el uniforme de Regulares de la Guardia de Franco y el turbante de tah¨²r con el que actuaba de trilero en la esquina de Magallanes con Fernando el Cat¨®lico. Pero al menos le brillan los ojos porque no se los cierra nuestra autoridad con la ortodoncia.
As¨ª que me acerqu¨¦ a decirle que le hab¨ªa visto por la tele y ¨¦l se fue por la tangente mostr¨¢ndome fotos de perros desnudos. Por curiosidad le pregunt¨¦ si proporcionaba grifa a los amigos y ¨¦l respondi¨® que me daba recuerdos del Real Madrid. Total que le abr¨ª la bolsa, y al ver el adoqu¨ªn que guardaba pens¨¦ que nuestra autoridad hab¨ªa ordenado desmontar poco a poco la Cibeles para que su desaparici¨®n no se notase tanto, y que estaba empleando a estos moros para que transportasen la estatua por piezas, igual que los negros cargan con los bultos de los blancos en la pel¨ªcula de Las minas del rey Salom¨®n.
Como le acus¨¦ de robar nuestro patrimonio ech¨® a correr y, lo mismo que cuando activas una escalera mec¨¢nica con s¨®lo pisarla, el autob¨²s arranc¨® en cuanto ¨¦l subi¨®, dejando al conductor en tierra y con el bocata en la mano. Y deb¨ªan tenerlo ensayado, porque el autob¨²s avanz¨® muy derecho por la Puerta del Sol hasta estrellarse contra el edificio de la Comunidad, igual que los aviones del 11 de septiembre. As¨ª que cuando divis¨¦ a mi moro junto a una ventanilla toc¨¢ndose el chich¨®n le dije: 'R¨ªndete, Bin Laden'. Y con la peor intenci¨®n a?ad¨ª: 'Torres m¨¢s altas cayeron'.
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