EE UU, frente al espejo
La selecci¨®n norteamericana busca una identidad ante el pa¨ªs que le proporciona la mayor¨ªa de sus aficionados al f¨²tbol
Cuando Estados Unidos se dispon¨ªa a recibir a M¨¦xico en el partido de clasificaci¨®n para el Mundial que se disput¨® en febrero de 2001, sab¨ªa que pod¨ªa garantizar un lleno de 90.000 espectadores en el Rose Bowl de Los ?ngeles. El ¨²nico inconveniente era que los espectadores habr¨ªan estado abrumadoramente a favor de los mexicanos, y los estadounidenses se habr¨ªan sentido como visitantes en su propio terreno. De forma que la Federaci¨®n norteamericana de f¨²tbol sacrific¨® los 2,5 millones de d¨®lares que se preve¨ªan como ingresos de taquilla y traslad¨® el partido a un estadio de 22.500 espectadores en Columbus, Ohio. Daba lo mismo que las temperaturas de febrero fueran g¨¦lidas. All¨ª, por lo menos, la multitud animar¨ªa al equipo local. El truco funcion¨® y Estados Unidos gan¨® 2-0.
'Ser¨¢ la primera vez que no juguemos delante de un p¨²blico partidario de los mexicanos'
Ambos rivales acabaron clasific¨¢ndose para el Mundial, y hoy se enfrentan en la segunda ronda en Chonju, Corea del sur. Los norteamericanos dicen, en broma, que han tenido que irse al otro extremo del mundo para tener otra ocasi¨®n poco frecuente de jugar contra M¨¦xico con un p¨²blico que no les sea abiertamente hostil. 'Es la primera vez que no jugamos delante de un p¨²blico partidario de los mexicanos, sea en Estados Unidos o en M¨¦xico', dice el capit¨¢n de la selecci¨®n, Claudio Reyna, que parece olvidar por un momento el partido de Columbus.
El partido ofrecer¨¢ a los norteamericanos la oportunidad de exhibir la legitimidad de su f¨²tbol ante el p¨²blico hispano de Estados Unidos, unos aficionados apasionados pero m¨¢s bien esc¨¦pticos y, en gran medida, ignorados.
La poblaci¨®n hispana de Estados Unidos asciende ya a 35 millones de habitantes. Para muchos de ellos, el f¨²tbol es el deporte favorito. No hace falta ense?arles en qu¨¦ consiste a los aficionados ni convencer a los jugadores de que deben disfrutar del juego. Existe un enorme p¨²blico potencial, lo bastante amplio como para convertir el f¨²tbol en el quinto deporte de Estados Unidos; sin embargo, su estructura de poder reside en los barrios residenciales de clase media blanca. El organismo responsable, la Federaci¨®n norteamericana de f¨²tbol, ha hecho escasos esfuerzos para reclutar a jugadores y aficionados hispanos. 'En mi opini¨®n, el f¨²tbol estadounidense debe trabajar m¨¢s para atraer a la comunidad hispana', dice Sunil Gulati, vicepresidente ejecutivo de la federaci¨®n. 'Estamos empezando a hacerlo, pero lamentablemente nos queda todav¨ªa mucho'.
Al mismo tiempo, muchos aficionados hispanos en Estados Unidos se resisten a apoyar a la selecci¨®n nacional o incluso a la Liga Profesional de f¨²tbol. Los de ascendencia mexicana apoyan a M¨¦xico y siguen su Liga profesional a trav¨¦s de la televisi¨®n, pero no est¨¢n convencidos sobre la calidad de los novatos estadounidenses.
Los miembros de la selecci¨®n estadounidense suelen sentirse hu¨¦spedes permanentes en su propio pa¨ªs. En vez de jugar contra M¨¦xico en Los ?ngeles, Chicago o Dallas, la Federaci¨®n busca refugios geogr¨¢ficos en Columbus o Boston. Hay pocas diferencias -aparte de la altura y la contaminaci¨®n- entre enfrentarse a M¨¦xico en Estados Unidos o en el Estadio Azteca del D. F. 'Es un mar rojo, verde y blanco, lleno de ruido', dice Reyna del Estadio Azteca, con su aforo de 110.000 espectadores. 'Pero la verdad es que en Estados Unidos nos da la misma sensaci¨®n'.
Tambi¨¦n tiene en cuenta Estados Unidos a las comunidades ¨¦tnicas cuando organiza partidos contra rivales regionales como Honduras, Costa Rica y Jamaica. Se trata de una pol¨ªtica que ha creado tensiones entre los aficionados hispanos. Existe una demanda colectiva contra la Federaci¨®n de f¨²tbol por su pol¨ªtica de entradas para un partido de clasificaci¨®n del Mundial contra Honduras, que se celebr¨® el pasado mes de septiembre en el estadio RFK de Washington. La federaci¨®n quer¨ªa reunir una muchedumbre proestadounidense y restringi¨® la compra de los mejores sitios, a trav¨¦s de las ventas por adelantado, a la 'familia del f¨²tbol en Estados Unidos' y los abonados a la temporada del D. C. United.
Humberto Mart¨ªnez, de Sterling, Virginia, ha presentado una demanda en el Tribunal del Distrito Federal, en la que afirma que a los aficionados hispanos se les impidi¨® de forma ilegal el acceso al partido debido a su etnia. La querella dice que se impidi¨® comprar entradas en la parte baja del estadio incluso al embajador de Honduras, Hugo No¨¦ Pino.
Estados Unidos ha ganado cuatro de sus ¨²ltimos cinco partidos contra M¨¦xico y, con ello, ha obtenido el respeto a rega?adientes de los aficionados. El partido de hoy es el primero entre los dos pa¨ªses en el mayor escenario del f¨²tbol. Pero nadie se hace ilusiones de que eso vaya a fomentar un cambio de opini¨®n sobre el inter¨¦s en el futuro, ni siquiera aunque se produzca una victoria estadounidense. 'Nos dar¨¢ credibilidad, demostrar¨¢ que tenemos un equipo decente', explica Gulati.
La federaci¨®n de f¨²tbol ha puesto en marcha varios programas para otear j¨®venes jugadores hispanos, que juegan con frecuencia en ligas independientes, y ha establecido diversos programas de asistencia a la comunidad hispana. Sin embargo, esta temporada, la Liga profesional no ha encontrado ninguna cadena de televisi¨®n de habla espa?ola y ¨¢mbito nacional. La Liga, en su s¨¦ptima temporada, se enfrenta a la ardua tarea de convencer, por ejemplo, a los aficionados hispanos en Los ?ngeles de que apoyen al Galaxy en vez de un equipo como el Chivas en la Liga mexicana.
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