Capit¨¢n Am¨¦rica
Reyna se reivindica junto a su selecci¨®n en el mejor teatro
A los cuatro a?os, hace 24, Claudio Reyna ya jugaba al f¨²tbol, algo l¨®gico en un chico argentino cuyo padre hab¨ªa militado en el Independiente. Poco despu¨¦s aquel bal¨®n se convert¨ªa en un raro objeto en los pies del joven bonaerense, a los ojos de sus nuevos compatriotas. En Estados Unidos, al f¨²tbol se juega con la mano y con el pie y, por lo tanto, lo suyo era otra cosa. Soccer lo llamaban, una palabra menor para constatar la diferencia. Ayer, 4.000 personas se dieron cita en el estadio RFK de Washington, al alba, para asistir al encuentro de su selecci¨®n contra la alemana. Vieron, como tantos otros, que su equipo ca¨ªa con toda la dignidad, que en el f¨²tbol va asociada muchas veces a la injusticia, y que aquel muchacho, de padre argentino y madre portuguesa, Claudio Reyna, era capaz de hacer con los pies lo que otros hac¨ªan con las manos.
El f¨²tbol es su familia: su padre fue jugador y su mujer gan¨® el Mundial con EE UU
Desde siempre, Reyna ten¨ªa el cartel europeo de figura del f¨²tbol estadounidense. Por eso emigr¨® al Bayer Leverkusen, pero ni Ribbeck ni Daum supieron exprimir sus virtudes y recal¨® en el Wolfsburgo, un equipo menor de la Bundesliga, en el que lleg¨® a ser el capit¨¢n y estuvo acompa?ado por su compatriota Deering. Remont¨® el vuelo en el Glasgow Rangers, escoc¨¦s, y finalmente fue transferido al Sunderland, ingl¨¦s, su actual club, por siete millones de euros, un r¨¦cord para un jugador de su pa¨ªs. Una trayectoria interesante en cualquier jugador europeo o suramericano, pero absolutamente an¨®nima en su pa¨ªs.
Suplente en el Mundial de Estados Unidos 94 y titular en el de Francia 98, en el que la suya fue la peor de las 32 selecciones participantes, su reinado era m¨¢s virtual que real, por m¨¢s que Bora Milutinovic ya advirtiera de su talento natural.
Sin embargo, el f¨²tbol le rodea: hijo de futbolista y esposo de futbolista. Su mujer, Danielle Egan, ha sido siete veces internacional con la selecci¨®n femenina de f¨²tbol de Estados Unidos, un pa¨ªs que, guiado por el culto al ¨¦xito, repar¨® en este deporte cuando las mujeres ganaron el Campeonato del Mundo y lograron el oro ol¨ªmpico.
Ayer, Reyna dio un paso adelante, precisamente cuando Estados Unidos cogi¨® el billete de regreso. Reyna, ante la Alemania de Ballack, imparti¨® un curso pr¨¢ctico de inteligencia, liderazgo, estrategia y brillantez, que la m¨¢quina germana nunca pudo destruir. Fue la reivindicaci¨®n del Capit¨¢n Am¨¦rica, como ya le denominan algunos en su pa¨ªs, donde su fama est¨¢ suficientemente contrastada por un hecho irrefutable: adem¨¢s de p¨¢gina web tiene su propia marca de calzados, Reyna superstar.
Ya es alguien, como lo es en Europa y desde ayer en el mundo. Reyna resume la personalidad de la patri¨®tica selecci¨®n estadounidense -como ayer la defini¨® Ballack- que ha confeccionado Bruce Arena: actitud, entrega, potencia y versatilidad. El esp¨ªritu americano cultivado en el exigente f¨²tbol europeo, en el que juegan la mayor¨ªa de los futbolistas que ayer se enfrentaron a Alemania.
Aquel proyecto de futbolista que naci¨®, c¨®mo no, en la Universidad de Virginia -la cuna del f¨²tbol estadounidense- ha tenido dos escuelas implacables con tra los esp¨ªritus pusil¨¢nimes: Alemania y Gran Breta?a. Ayer se plasm¨® en toda su magnitud.
Casi perdido para el gran f¨²tbol, Reyna se reivindic¨® en el mejor teatro para cumplir su sue?o Y, de paso, halagar el sue?o americano.
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