Un arbitraje nefasto
Los tres jueces favorecieron a Espa?a en los lances intrascendentes y a Corea en los decisivos
Cuando arrecian las cr¨ªticas, un mal ¨¢rbitro tiene un siempre un buen camino a seguir: dar a unos lo importante y a otros, lo secundario. Un presunto reparto democr¨¢tico que esconde una actitud injusta. El camino indica tambi¨¦n repartir la decisi¨®n con sus asistentes, para diluir el protagonismo.
El ¨¢rbitro egipcio Gammal Gandhour, sigui¨® el manual a pies juntillas. De salida, Espa?a goz¨® de su favor. Las pocas faltas existentes ca¨ªan a favor de Espa?a, especialmente en una acci¨®n de Romero sobre Kim, que el ¨¢rbitro sancion¨® pero obviando la tarjeta, que pudo haber sido de cualquier color. Romero tambi¨¦n fue perdonado en otra dura entrada a Song.
Fue una trampa. A partir de entonces, les toc¨® el turno a los asistentes. El ugand¨¦s Tomusange, que puso en duda m¨¢s que su honradez su conocimiento de la regla del fuera de juego, y Ragoonath, de Trinidad y Tobago, se convirtieron en un freno para el ataque espa?ol. Ah¨ª empez¨® a comprender Espa?a que sus temores previos se iban a materializar. Al borde del descanso, una incursi¨®n de Romero fue detenida por Tomusange con un fuera de juego inexplicable: su ¨¢ngulo de visi¨®n era absoluto, sin obst¨¢culos. Antes, Ragoonath hab¨ªa frenado a Seol en otro fuera de juego que no existi¨®.
Tras el descanso, el ¨¢rbitro tom¨® el relevo y anul¨® un gol de Baraja por un leve roce de Helguera a un defensor surcoreano. Si Tomusange abr¨ªa serias dudas sobre sus conocimientos, el ¨¢rbitro se puso bajo sospecha y encendi¨® la alarma: 'En caso de duda, con Corea', debi¨® pensar, pervirtiendo el reglamento. La sospecha creci¨® con un empuj¨®n a Joaqu¨ªn en el ¨¢rea que qued¨® sin castigo.
Incluso el descanso entre el partido y la pr¨®rroga result¨® sorprendente, cuando Ragoonath quer¨ªa impedir que los suplentes espa?oles entraran al campo. Camacho le recrimin¨®, con empuj¨®n de por medio, que no hiciera lo propio con los surcoreanos y el asistente trinitense decidi¨® que hab¨ªa llegado su momento. En el gol de Morientes, a pase de Joaqu¨ªn, sigui¨® el dictado del ¨¢rbitro, en caso de duda: no pudo ver si el bal¨®n de Joaqu¨ªn hab¨ªa traspasado la l¨ªnea de fondo (que no lo hizo) pero lo se?al¨®, por si Corea lo pudiera lamentar. Despu¨¦s tuvo su ¨²nico acierto del partido: se?alar un fuera de juego de Joaqu¨ªn, que s¨ª era. Tomusange le tom¨® el relevo levantando el bander¨ªn en una acci¨®n de Morientes, di¨¢fana, con s¨®lo cuatro jugadores a los que atender. Y volvi¨® a errar. Un manual de principio a fin del cl¨¢sico arbitraje nefasto que concede a unos el favor del medio campo y a otros el honor de las ¨¢reas.
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