La canci¨®n de todos los veranos
En el Mundial, como en casi todos los torneos, aparecen los favores arbitrales al anfitri¨®n y al favorito con las consiguientes quejas del resto
Minuto 81: el argentino Monti consigue batir al portero franc¨¦s Th¨¦pot y tres minutos despu¨¦s, a seis del final, el ¨¢rbitro brasile?o Almeida Rego decreta el final del partido. El hecho ocurri¨® en julio de 1930, en el primer Mundial de la historia, celebrado en Uruguay. Sin antecedentes previos, sin negocio econ¨®mico, sin ¨¢rbitros ex¨®ticos, sin guerra de poder en la FIFA, la sospecha arbitral es tan vieja como el f¨²tbol. El egipcio Ghandour, el trinitense Ragoonath o el ugand¨¦s Tomusange, que acribillaron a Espa?a con una r¨¢faga de errores el s¨¢bado ante Corea, no han inventado nada. Simplemente han seguido el gui¨®n.
El Mundial 2002 pasar¨¢ a la historia por el declive arbitral, aunque s¨®lo a?ada una l¨ªnea m¨¢s en una historia universal de la debilidad humana. Si acaso propone la novedad de que una televisi¨®n, la RAI, anuncie medidas legales contra la FIFA por da?os y perjuicios, tras la eliminaci¨®n de Italia, la gran maltratada del torneo.
De los 13 partidos m¨¢s pol¨¦micos, 10 fueron dirigidos por ¨¢rbitros europeos o americanos
Brasil y Corea han sido ahora las m¨¢s beneficiadas; Italia, la m¨¢s perjudicada
El Mundial de Corea y Jap¨®n no ha alterado el orden establecido: apoyar al de casa y defender la jerarqu¨ªa. Es decir, Corea -con representaci¨®n en la directiva de la FIFA- y Brasil. Jap¨®n s¨®lo hall¨® alg¨²n favor en su decisivo partido ante Rusia.
Es el esc¨¢ndalo de cada cuatrienio. Ocurri¨® en 1938, con la permisividad arbitral ante el juego duro de Italia; en 1954, Hungr¨ªa vio con estupor c¨®mo se le anulaba un gol a Puskas en la final contra Alemania; en 1958, Alemania consegu¨ªa un gol que no hab¨ªa traspasado la l¨ªnea de meta; en 1966, el damnificado fue Uruguay, con dos expulsados y una mano no pitada al alem¨¢n Schnellinger (como la de Frings este a?o ante EE UU). En la final, se produjo el famoso gol de Hurst que no traspas¨® la l¨ªnea.
El Mundial de Espa?a en 1982 inici¨® el calvario de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, martirizada por el ¨¢rbitro espa?ol Lamo Castillo que no les se?al¨® dos claros penaltis a su favor. Cuatro a?os m¨¢s tarde, los sovi¨¦ticos encajaron dos goles de B¨¦lgica en fuera de juego, aunque el Mundial mexicano pas¨® a la historia por la famosa mano de Dios de Maradona, ante Inglaterra. El calvario sovi¨¦tico continu¨® en Italia donde la mano de Maradona sirve, en esta ocasi¨®n, para evitar un gol. El Mundial italiano, en 1994, pas¨® a la historia por el codazo de Tassotti a Luis Enrique.
La lista ser¨ªa interminable y los casos de perjuicios al fuerte en beneficio del d¨¦bil, escasa. El presente Mundial no pod¨ªa ser una excepci¨®n. Corea, en su papel de anfitri¨®n, ha gozado del favor arbitral en cuatro de los cinco partidos disputados. Contra EE UU, el suizo Urs Meir fue el ¨²nico que vio el penalti de Agoos a Hwang; contra Portugal (0-1), el argentino ?ngel S¨¢nchez expuls¨® a dos jugadores portugueses, mostr¨¢ndose especialmente estricto con el defensa Beto; contra Italia (2-1), el ecuatoriano Byron Moreno anul¨® un gol legal a Tomassi y expuls¨® injustamente a Totti, que no simul¨®, sino que sufri¨®, la falta; y contra Espa?a (0-0), el tr¨ªo arbitral, comandado por el egipcio Ghandour, supli¨® las deficiencias de los tres centrales surcoreanos.
Brasil, en su papel favorito, ha caminado sobrado de goles en el campeonato, pero cuando ha hecho falta los ¨¢rbitros han echado el resto a su favor. Turqu¨ªa fue la primera selecci¨®n en entenderlo, cuando el surcoreano Young Joo Kim decret¨® penalti por una falta producida clamorosamente fuera del ¨¢rea y expuls¨® a Unsal por lanzar un bal¨®n contra Rivaldo, que exager¨® y simul¨® la agresi¨®n. La FIFA, a¨²n tranquila, s¨®lo sancion¨® econ¨®micamente al jugador brasile?o del Bar?a. Ante B¨¦lgica, en octavos de final, con 0-0 en el marcador y en pleno dominio del equipo europeo, el ¨¢rbitro jamaicano Prendergast anul¨® un gol legal a Wilmots por una falta que luego reconoci¨® como inexistente. Curiosamente, ninguna de las dos selecciones tienen errores arbitrales en contra.
Extra?amente, la m¨¢s perjudicada ha sido Italia, maltratada ante la d¨¦bil Croacia, con dos goles anulados a Vieri y Materrazi, y frente a Corea, en octavos de final.Son ejemplos obvios de un Mundial que acumula al menos 13 partidos bajo sospecha, incluyendo la lastimosa actuaci¨®n de L¨®pez Nieto en el crucial Alemania-Camer¨²n, donde bati¨® el record de tarjetas (16) en los Mundiales, eso s¨ª democr¨¢ticamente repartidas. Las otras selecciones afectadas han compartido decisiones favorables y contrarias. En el fondo, el Mundial s¨®lo amplifica la vida cotidiana del arbitraje en cada pa¨ªs: las decisiones est¨¢n siempre condicionadas por las mismas circunstancias. Ante la duda, se favorece al de casa o al de mayor rango, a sabiendas de que en tales circunstancias el eco del error ser¨¢ infinitamente menor. El problema, en el Mundial como en las ligas nacionales, llega cuando las dos circunstancias conviven en el mismo partido. En la Copa del Mundo, ha prevalecido el factor casero y los favores a Corea han supuesto la eliminaci¨®n de selecciones con pedigr¨ª como Italia o Espa?a. Es la l¨®gica de los campeonatos del mundo: nadie quiere jugar contra el pa¨ªs organizador, porque exige un esfuerzo suplementario para alcanzar la victoria, derribar al contrario y superar la tendencia arbitral. Un gol, generalmente, no basta para ganar.
Los errores arbitrales han tenido poco que ver con la procedencia de los colegiados. Los 13 partidos decididos por el silbato, han tenido protagonismo de casi todos los continentes: dos asi¨¢ticos, seis europeos, un africano y cuatro americanos. S¨®lo el ¨²nico ¨¢rbitro australiano, Shield -que dirigi¨® el T¨²nez-B¨¦lgica-, ha salido indemne. Alemania y Turqu¨ªa pasar¨¢n el ¨²ltimo examen. Los primeros ya anuncian sus temores de enfrentarse al anfitri¨®n. Los segundos, al m¨¢ximo jerarca. La FIFA siempre ha combinado el negocio que oferta el pa¨ªs organizador y el prestigio que propone el m¨¢ximo favorito. Espa?a e Italia, al parecer, no se inclu¨ªan ni en lo uno ni en lo otro.
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