?Podr¨¢n estos hombres salvar a Colombia?
La televisi¨®n Canal Caracol de Colombia abre el informativo del mediod¨ªa con la noticia de que una gallina com¨²n de un pueblo del departamento de Arauca se niega tercamente a bajar del ¨¢rbol en el que se refugi¨® hace tres d¨ªas despu¨¦s de que un bombazo de la guerrilla, el quinto en pocas semanas, sacudiera violentamente el municipio. Todas las triqui?uelas y los intentos de persuasi¨®n desplegados por sus due?os est¨¢n resultando est¨¦riles, y es que el traumatizado animal, libre en apariencia de todo da?o f¨ªsico, se muestra decidido a no volver a poner sus patas sobre la tierra. En un territorio en el que cada a?o se registran 27.000 asesinatos y 3.000 secuestros, que genera m¨¢s del 50% de los actos de terrorismo del planeta, la gallina-met¨¢fora de Arauca ilustra hasta qu¨¦ punto la violencia end¨¦mica de este atormentado pa¨ªs ha sobrepasado, tambi¨¦n para los animales, el l¨ªmite mismo de lo soportable.
El presidente electo tiene en cartera un plan de austeridad y una ambiciosa reforma pol¨ªtica que har¨¢ chirriar la estructura institucional y modificar los h¨¢bitos perversos del Estado
Manuel Marulanda, alias 'Tirofijo', de 72 a?os, l¨ªder del grupo guerrillero FARC: 'No preocuparse. Ya nos amar¨¢n cuando conquistemos el poder'
?lvaro Uribe: 'Hay que meter en la c¨¢rcel a 20.000 delincuentes de 'cuello blanco', nada de que cumplan sus condenas en casa, como hasta ahora'
La fumigaci¨®n masiva de los cultivos ilegales no ha impedido que la superficie dedicada a la droga haya crecido hasta alcanzar las 150.000 hect¨¢reas
EE UU quiere evitar el derrumbe colombiano porque, ante la crisis de otros pa¨ªses vecinos, no se puede descartar que se vuelva a un panorama de guerrillas
Llueve insistentemente en Bogot¨¢, pero la temperatura es tan agradable que uno est¨¢ por dar la raz¨®n a quienes dicen que la capital de Colombia tiene el mejor aire acondicionado del planeta. Los peri¨®dicos culpan un¨¢nimemente al invierno, '?al general Invierno?', de las inundaciones que se suceden en las barriadas, carentes de un eficaz sistema de desag¨¹e. El hotel en el que me hospedo, el mismo en el que el presidente y el vicepresidente electos, ?lvaro Uribe y Francisco Santos, respectivamente, trabajan intensamente cimentando la estrategia del nuevo Gobierno, es un verdadero b¨²nker, poblado por un ej¨¦rcito de polic¨ªas. M¨¢s que un equipo de gobierno, se dir¨ªa que los ministros del futuro Gabinete de Uribe componen una asociaci¨®n de damnificados por el terrorismo. Casi todos ellos han sufrido en carne propia el zarpazo de la violencia o perdido a algunos de sus familiares m¨¢s directos, un padre, una madre, un hijo, a manos de los grupos armados que se ense?orean en su pa¨ªs.
'Los viajes largos por carretera son muy peligrosos. Hay rutas, como la de Medell¨ªn-Bogot¨¢ o las que discurren entre el mar Caribe y el r¨ªo Magdalena, por ponerle un ejemplo, en las que usted se topar¨¢ seguramente con controles de las guerrillas de las FARC, de los paramilitares y del ej¨¦rcito. No se lo aconsejo', indica un taxista. La entrada a algunos de los restaurantes de m¨¢s ¨¦xito de Bogot¨¢, muchos de ellos sometidos a la extorsi¨®n -la capital produce el 50% del PIB y es considerada una isla de relativa estabilidad y orden-, est¨¢ guardada por perros adiestrados en la detecci¨®n de explosivos y por guardaespaldas que cachean concienzudamente a los clientes. ?Hasta d¨®nde alcanza el poder real de este nuevo Gobierno, respaldado por el 53% de los votos? ?Cu¨¢nto queda de Estado, ese que no abandona a los individuos a su suerte y que garantiza un m¨ªnimo de bienestar, m¨¢s all¨¢ de algunas ¨¢reas de Bogot¨¢ (ocho millones de habitantes) y de las grandes ciudades?
La mitad de rica
La Colombia que el pasado 26 de mayo ha votado abrumadoramente por el t¨¢ndem Uribe-Santos es la mitad de rica que hace s¨®lo cinco a?os. Aunque la mayor¨ªa de los 42 millones de colombianos piensan que el narcotr¨¢fico es el origen de sus males, hay una parte de la sociedad que a?ora en la desgracia los tiempos en que los narcos, comandados por Pablo Escobar, impon¨ªan su ley. La alta burgues¨ªa y muchos j¨®venes urbanos ilustrados sue?an directamente con la llegada de los marines norteamericanos. Tan dura es la situaci¨®n actual, tan grande la incertidumbre, con una guerrilla que pretende partir el pa¨ªs; que elimina a los alcaldes y funcionarios p¨²blicos en sus zonas de influencia; que practica la tierra quemada, vuela puentes y l¨ªneas de ferrocarril; que, como sus poderosos oponentes paramilitares, mata y secuestra todos los d¨ªas en su disputa por el territorio; que ha encontrado en la producci¨®n y el tr¨¢fico de la droga el man¨¢ que les hace m¨¢s fuertes y m¨¢s ricos, aunque tambi¨¦n m¨¢s odiados y despreciados. 'No preocuparse', ha dicho Manuel Marulanda, Tirofijo, el anciano jefe (72 a?os) de las FARC, capaz todav¨ªa, por lo visto, de moverse por los Andes y el Amazonas: 'Ya nos amar¨¢n cuando conquistemos el poder'.
Estigmatizada por el narcotr¨¢fico, las guerrillas y las narcoguerrillas, acomplejada por su condici¨®n de sospechoso paria de la comunidad internacional, Colombia acaba de poner su incierto destino en manos de dos hombres que, enarbolando la consigna 'Mano firme contra la violencia, coraz¨®n grande para los desfavorecidos y por los derechos humanos', se han alzado con la mayor¨ªa absoluta en la primera vuelta electoral, a despecho de las poderosas fuerzas del establishment colombiano y en abierto desaf¨ªo a las guerrillas y al narcotr¨¢fico. ?lvaro Uribe V¨¦lez, hijo de una pionera del sufragismo y un hacendado antioque?o muerto por la guerrilla, ha sobrevivido a una quincena de atentados, el ¨²ltimo en la pasada campa?a electoral, cuando un coche bomba estall¨® al paso de su veh¨ªculo blindado en Barranquilla, matando a cinco viajeros de un autob¨²s. 'Tiene desde entonces un ray¨®n en el alma, y esa noche mi marido llor¨® por esos cinco inocentes todo lo que puede llorar un Uribe; pero no hay nada que pueda apartarle ya de su camino, socavar sus convicciones', dice Lina Mar¨ªa Moreno, su esposa. Si los criminales hubieran logrado su prop¨®sito, ?lvaro Uribe habr¨ªa pasado a la historia como un segundo Luis Carlos Gal¨¢n, el candidato limpio y firme que le cerr¨® el paso a Pablo Escobar en la Asamblea de Diputados y fue asesinado en Bogot¨¢, en 1989, durante la campa?a electoral que le llevaba en volandas al Gobierno.
Esta vez s¨ª, a expensas, obviamente, del enorme dispositivo de seguridad que le protege, hay que pensar que el salvador que Colombia se ha dado a s¨ª misma tras el estrepitoso fracaso de la entente negociadora que el Gobierno de Andr¨¦s Pastrana mantuvo con la guerrilla durante tres a?os, tomar¨¢ posesi¨®n el pr¨®ximo 7 de agosto y abrir¨¢ efectivamente una nueva etapa que puede definirse como el intento de 'recreaci¨®n del Estado colombiano'. ?Qui¨¦n es este hombre que dijo que si ganaba las elecciones le ver¨ªamos jugarse 'todo por la paz'? Autoritario para algunos, 'simplemente exigente, un pol¨ªtico a la altura de las circunstancias', para los m¨¢s, ?lvaro Uribe, de 50 a?os, disidente del Partido Liberal, es tambi¨¦n el candidato del Gobierno de EE UU y, desde luego, el preferido de la embajadora norteamericana Anne Patterson. No es un dato balad¨ª teniendo en cuenta que Colombia es ya a estas alturas el tercer pa¨ªs receptor de la ayuda econ¨®mica estadounidense y que el programa del presidente electo pasa porque los norteamericanos y la Uni¨®n Europea financien la creaci¨®n de un ej¨¦rcito de 100.000 soldados profesionales, el doble del actual.
Uribe quiere que Estados Unidos desarrolle el Plan Colombia -dinero norteamericano invertido en la compra de sistemas de detecci¨®n a¨¦rea, helic¨®pteros y aviones con que fumigar las plantaciones de coca y amapola-, de forma que esos medios puedan ser utilizados para combatir a las guerrillas, frustrar los secuestros y asistir a la poblaci¨®n desplazada por los combates, adem¨¢s, claro est¨¢, de interceptar a la veintena de avionetas cargadas con droga que despegan a diario de suelo colombiano. La fumigaci¨®n masiva de los cultivos ilegales no ha impedido que la superficie dedicada a la droga haya seguido creciendo en los ¨²ltimos a?os hasta alcanzar las 150.000 hect¨¢reas.
Aunque es un asunto que se mantiene bajo cierta reserva, los helic¨®pteros y aviones del Plan Colombia -proyecto que prev¨¦ la indemnizaci¨®n de 500.000 pesos (2.500 pesos equivalen a un euro) anuales a las familias que opten por un cultivo de sustituci¨®n- son, de hecho, utilizados para bombardear tambi¨¦n los grandes campamentos de las guerrillas. El ej¨¦rcito colombiano ha multiplicado as¨ª por cinco su capacidad de intervenci¨®n a¨¦rea y frustrado la estrategia de concentraci¨®n de tropas iniciada por las FARC. A la espera de la fecha en que tomar¨¢ formalmente las riendas del pa¨ªs, Uribe ha conseguido ya que la diplomacia y el Congreso norteamericanos avalen una nueva ayuda militar. 'Estados Unidos quiere evitar el derrumbe del Estado colombiano porque, vista la situaci¨®n actual de la regi¨®n, con Argentina, Venezuela y Brasil inmersos en graves crisis, no se puede descartar que en Latinoam¨¦rica se vuelva a un panorama de guerrillas similar al de los a?os ochenta', indica una fuente gubernamental.
El presidente electo tiene en cartera un plan de austeridad y una ambiciosa reforma pol¨ªtica que har¨¢ chirriar la estructura institucional porque pretende prescindir de un buen n¨²mero de senadores y diputados de la C¨¢mara de Representantes y modificar muchos de los h¨¢bitos perversos que hacen a la Administraci¨®n y al Estado inoperantes. '?C¨®mo es posible', fustiga, 'que el Congreso se siga gastando 600.000 millones de pesos al a?o en un pa¨ªs que tiene que cerrar hospitales a diario por falta de recursos? Hay que meter en la c¨¢rcel a 20.000 delincuentes de cuello blanco, meterles en la c¨¢rcel, nada de que cumplan sus condenas en casa, como hasta ahora. El orden es un valor de libertad, el Estado d¨¦bil facilita la violaci¨®n de los derechos humanos, y son sobre todo los pobres los que sufren por la violencia', proclama este hombre que, a semejanza de lo que ¨¦l mismo organiz¨® en la provincia de Antioquia a mediados de los noventa, pretende crear una red de un mill¨®n de informadores -taxistas, camioneros, vigilantes, conserjes, vecinos- que sean los ojos y o¨ªdos de las Fuerzas Armadas.
El contrapunto de ?lvaro Uribe en no pocas facetas del talante y trayectoria pol¨ªtica es, precisamente, su hoy vicepresidente Francisco Santos, un hombre de 41 a?os y pasado izquierdista, comprometido hasta el tu¨¦tano con los derechos humanos y la lucha contra la corrupci¨®n, que carga consigo los ocho meses en que permaneci¨® secuestrado, encadenado a una cama, por los sicarios de Pablo Escobar. Fue hace 12 a?os, cuando el gran capo de la droga, que controlaba a un largo centenar de organizaciones mafiosas, despleg¨® todos sus recursos, desde la oferta a hacerse cargo de la deuda exterior de Colombia hasta la pr¨¢ctica del terrorismo urbano m¨¢s salvaje y despiadado, para forzar al Gobierno a modificar las leyes que permit¨ªan extraditarle a Estados Unidos. Hijo de la oligarqu¨ªa colombiana, periodista, copropietario de El Tiempo -el primer diario del pa¨ªs-, Francisco Santos volvi¨® de su cautiverio con la determinaci¨®n de abanderar la lucha por los derechos humanos en su atribulado pa¨ªs. 'Desde luego, aquello me cambi¨® la vida. Comprend¨ª el dolor de la impotencia', dice.
Carta al presidente
Forzado por sus captores, Santos escribi¨® desde su cautiverio al presidente de la Rep¨²blica pidi¨¦ndole, s¨ª, que hiciera lo posible para conseguir la liberaci¨®n de los secuestrados, pero record¨¢ndole al mismo tiempo que como primer mandatario de la naci¨®n ten¨ªa la obligaci¨®n inexcusable de cumplir y hacer cumplir la legalidad constitucional. En cuanto recuper¨® la libertad, Santos cre¨® organizaciones como Pa¨ªs Libre y No M¨¢s, y puso en circulaci¨®n el lazo verde; iniciativas, todas ellas, inspiradas en el Foro Ermua, Basta Ya y el lazo azul vascos, hasta conseguir que la poblaci¨®n colombiana saliera por millones a las calles a expresar su hast¨ªo infinito, su desesperada ansia de paz.
Cuando las guerrillas del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) empezaron a volar las instalaciones el¨¦ctricas, No M¨¢s respondi¨® convocando un apag¨®n voluntario de las ciudades. 'Que nos nos apaguen, apagu¨¦monos nosotros'. Cuatro millones de hogares secundaron la convocatoria. Los colombianos se rebelaron masivamente contra el c¨ªrculo cerrado de la violencia que viene asfixi¨¢ndoles desde hace d¨¦cadas. Surgi¨® as¨ª una conciencia ciudadana que en materia de derechos humanos interpelaba por igual al terrorismo y al ej¨¦rcito, al narcotr¨¢fico y a la corrupci¨®n del sistema pol¨ªtico. Demasiado para los elenos (ELN) y las FARC, demasiado para los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y los narcos, demasiado para las fuerzas oscuras, los clanes pol¨ªticos mafiosos que operan en el sistema.
'Sab¨ªa que las FARC quer¨ªan matarme y viv¨ªa pr¨¢cticamente encerrado en el peri¨®dico, sin hablar casi por tel¨¦fono; pero un d¨ªa no pude aguantar m¨¢s y decid¨ª visitar mi finquita cerca de Bogot¨¢. En esas ocasiones siempre paro en el camino para comprar unos chorizos, y aquel d¨ªa, nada m¨¢s llegar a casa, me telefonearon desde la tienda para advertirme de que hab¨ªa gente que me pisaba los talones, que ven¨ªa a por m¨ª'. Francisco Santos, Pacho, como le conocen sus amigos, supo que ten¨ªa que huir y se refugi¨® en Espa?a, donde ¨¦l y su mujer, Mar¨ªa Victoria, vivieron los dos a?os m¨¢s felices de su vida. 'Ustedes los espa?oles no saben la felicidad que tienen, lo que supone poder pasearse por las calles sin miedo al atentado, poder ir en metro, recoger a sus hijos en el colegio'.
?lvaro Uribe, ex gobernador de Antioquia, ex alcalde de Medell¨ªn, es un hombre disciplinado y de car¨¢cter, muy trabajador, forjado en sus convicciones; un l¨ªder nato de trayectoria rectil¨ªnea, un t¨ªmido apasionado por la pol¨ªtica y los caballos que se reclama 'dem¨®crata con sentido de la autoridad y capitalista con sentido social', que niega ser de la extrema derecha, 'pero tampoco de la extrema flojera'. Seg¨²n su esposa, en Antioquia, 'Uribe es, m¨¢s que un apellido, una enfermedad. No hay Uribe enteramente cuerdo, ni tampoco bruto. Son gente terca, met¨®dica, con ideas claras y, cr¨¦ame que lo digo con pesar, sin ning¨²n sentido del humor. A cambio', apunta, '?lvaro es tambi¨¦n un hombre afectuoso, capaz de conmoverse; una persona que deja entrever cierta fragilidad. Esa imagen de autoritario que le han creado sus adversarios es equivocada', afirma.
Sus adversarios, m¨¢s abundantes en la izquierda que en la derecha, le atribuyen, sin pruebas, actitudes de condescendencia con los paramilitares de la AUC. Es una acusaci¨®n de mucho calado porque, entre otras cosas, el despliegue de una u otra estrategia gubernamental estar¨¢ inevitablemente condicionado por la decisi¨®n a adoptar frente a esos temibles grupos armados que coordina Carlos Casta?o, ex narcotraficante que cultiva ahora en las p¨¢ginas de Internet la imagen de un honorable patriota.
Responsables de hechos atroces, verdaderas org¨ªas de sangre contra la poblaci¨®n civil situada en la zona de influencia de las guerrillas, los paramilitares disponen de un armamento superior al del ej¨¦rcito gracias al narcotr¨¢fico y al apoyo que les prestan los viejos latifundistas y aquellos narcos que han adquirido esa condici¨®n gracias al dinero de la droga y a la violencia. Los paras han crecido exponencialmente m¨¢s que las guerrillas a las que combaten sin piedad en una disputa por el control del territorio. ?lvaro Uribe es partidario de negociar con ellos -Casta?o exige, de entrada, la liberaci¨®n de sus presos- frente a quienes opinan que no cabe dialogar con elementos del hampa organizados como brazo armado de los grandes narcos que constituyen el embri¨®n de una ultraderecha peligros¨ªsima para el futuro del pa¨ªs. Las AUC controlan el 40% de los mejores terrenos de cultivo de la coca y la amapola.
Con Uribe en el poder, nadie duda que el futuro Ejecutivo de Colombia dar¨¢ prioridad al fortalecimiento del d¨¦bil ej¨¦rcito colombiano y del conjunto de las instituciones del Estado antes de entrar a negociar a fondo con la guerrilla en un di¨¢logo 'ya nunca m¨¢s claudicante'. Mucho m¨¢s tras el fracaso de la negociaci¨®n con las FARC emprendida por el Gobierno saliente, el ex gobernador de Antioquia sostiene la tesis de que los alzados en armas colombianos s¨®lo renunciar¨¢n a la violencia cuando hayan descartado la posibilidad de la victoria. Recluido en el hotel de Bogot¨¢ donde organiza, en agotadoras jornadas, los movimientos de su Gabinete y planea sus inminentes visitas a Estados Unidos y a Europa, el presidente electo anuncia que el Estado combatir¨¢ por igual a la guerrilla y a los paras de Casta?o.
Los dos frentes
El problema es que hay poca gente dispuesta a creer que el ej¨¦rcito colombiano, aun reforzado con la ayuda norteamericana, pueda combatir eficaz y simult¨¢neamente a ambos frentes. Y parece dif¨ªcil que la guerrilla vuelva a sentarse a negociar, esta vez con la mediaci¨®n de la ONU, como propone Uribe, sin que el Gobierno haya demostrado con los hechos y suficientemente, no s¨®lo con acciones testimoniales, una decidida voluntad de acabar con los paramilitares. 'El Estado colombiano no ha tomado la decisi¨®n pol¨ªtica de combatir a las guerrillas sin la colaboraci¨®n t¨¢cita o expresa de los paramilitares. En el ej¨¦rcito y en otros estamentos se impone la l¨®gica de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo', afirma en tono grave un alto cargo gubernamental. En esta guerra sucia, sin reglas, donde la derrota se paga casi siempre con la muerte y se remata al herido, hay bastantes pruebas que sustentan esa acusaci¨®n.
Hombre de impulsos, de sentimientos y de acci¨®n, simpatizante de los equipos de f¨²tbol perdedores -'del Santa Fe, en Colombia; del Atl¨¦tico de Madrid, en Espa?a'- Francisco Santos es una persona din¨¢mica y dispersa, un torbellino de iniciativas e ideas que, como apunta Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en su libro Noticia de un secuestro, habla a la velocidad, ciertamente notable, de su pensamiento.
Generoso y desprendido, vitalista, dice que decidi¨® regresar a Colombia porque le dol¨ªa su pa¨ªs, porque se sent¨ªa demasiado c¨®modo en Espa?a y le pesaba la mala conciencia. 'Me gustaba lo que estaba haciendo y diciendo ?lvaro Uribe: la firmeza democr¨¢tica, la lucha contra la corrupci¨®n..., as¨ª que concert¨¦ una cita con ¨¦l. Hablamos de todo y sal¨ª ilusionado con la posibilidad de contribuir a que en los cuatro pr¨®ximos a?os mi pa¨ªs entre por el camino de la soluci¨®n. '?Qu¨¦ puesto quieres?', me pregunt¨®. 'Ninguno, yo no he venido por eso', le respond¨ª. 'Entonces ser¨¢s el vicepresidente. No se hable m¨¢s', me dijo. Nos dimos la mano', cuenta Francisco Santos.
Precauci¨®n en tiempos de guerra
LA VICTORIA DEL T?NDEM URIBE-SANTOS ha generado unas expectativas abrumadoras, excesivas, puede decirse, vistas las dificultades del empe?o. Colombia se enfrenta a tiempos de austeridad y seguramente de guerra, una palabra que molesta a ?lvaro Uribe en lo que supone de equiparaci¨®n impl¨ªcita de los alzados en armas con el Ej¨¦rcito y el Estado legalmente constituido. Uribe necesita a Santos para despejar los recelos que su imagen de hombre de orden suscita en muchas ONG y en parte de la opini¨®n p¨²blica internacional, le necesita para eliminar las violaciones de los derechos humanos protagonizadas por las Fuerzas Armadas, terreno del que depende en buena medida la credibilidad exterior del nuevo Gabinete. Aunque sin medios, con las dificultades que entra?a la situaci¨®n y la penuria econ¨®mica -la persecuci¨®n fiscal de los delitos ha requerido en ocasiones la colaboraci¨®n econ¨®mica de la poderosa embajada norteamericana- el mismo Gobierno de Pastrana ha trabajado esta ¨¢rea dando charlas de formaci¨®n sobre derechos humanos a los generales del Ej¨¦rcito y facilitando la tarea de la justicia, uno de los pocos baluartes del Estado que, aunque tambaleante, quedan en pie. La 'mano firme' precisa del 'coraz¨®n grande' para combatir la corrupci¨®n que corroe las entra?as del Estado y el propio Congreso. En el tercer pa¨ªs m¨¢s corrupto del mundo, empe?o al que contribuyen las empresas extranjeras, tambi¨¦n las espa?olas, sus se?or¨ªas cobran 45 veces el salario m¨ªnimo y, de acuerdo con las incre¨ªbles facturas que se presentan, los ba?os del Congreso colombiano resultan ser los m¨¢s caros del mundo. Uribe necesita a Santos para el desarrollo de una pol¨ªtica social que d¨¦ a este proyecto de reconstrucci¨®n del Estado el suficiente suelo popular, le necesita para volver a movilizar a la sociedad colombiana contra los secuestros y los asesinatos, contra la leva de ni?os por las guerrillas, para encauzar las inmensas ansias de paz. Bueno ser¨¢ que si los enfrentamientos y combates se multiplican, se respete la m¨¢xima que el general Belisario del Imperio de Bizancio dej¨® para la historia y que el presidente electo de Colombia ha citado en alguna ocasi¨®n: 'El Ej¨¦rcito no puede ir a la guerra con las manos sucias'.
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