?'Hooligans'? No, corderos
La cortes¨ªa y la dulzura de los japoneses amansa a los hinchas m¨¢s salvajes
Una docena de hinchas ingleses, en el partido Senegal-Turqu¨ªa, empezaron a cantar '?Senegal! ?Senegal! ?Senegal!' al mismo ritmo y con casi el mismo entusiasmo que la noche anterior, ante Brasil, habi¨¢n cantado '?England! ?England! ?England!'. Esta vez, por extraordinario que suene, los fans ingleses se portaron bien. La FIFA lo ha reconocido. El presidente de la UEFA, el sueco Lennart Johansson, que tambi¨¦n lo es de la comisi¨®n organizadora del Mundial, lo ha proclamado en un comunicado: 'Me gustar¨ªa felicitar a los hinchas ingleses (...). Cuando no se portan bien, siempre lo o¨ªmos bien r¨¢pido y bien alto. As¨ª que esta vez tambi¨¦n hay que decir bien alto que su comportamiento ha sido perfecto'.
El refinamiento nip¨®n es tan exquisito que la reacci¨®n natural no es profanarlo, sino imitarlo
Ejemplos del comportamiento perfecto de los ingleses, que se van de Jap¨®n sin trofeos pero con muchos amigos, los hay de sobra. Un grupo fue al encuentro Brasil-B¨¦lgica vestido de canarinhos, con las caras pintadas de verde y amarillo, sabiendo que el ganador se enfrentar¨ªa a Inglaterra. En los d¨ªas anteriores al partido Inglaterra-Argentina, muchos se acercaron a los pocos argentinos que hab¨ªan hecho el viaje y les pidieron fotografiarse juntos. Despu¨¦s de aquella cita los hubo que recogieron latas y papeles y los llevaron a los contenedores de basura. En un tren bala entre Tokio y Kobe se vio a uno alto, calvo y fornido, el estereotipo del hooligan, ayudando a una se?ora mayor japonesa a descender al and¨¦n. Tras la derrota ante Brasil, en vez de destrozar el estadio, algunos desplegaron una pancarta con un mensaje de despedida: 'Gracias, Jap¨®n'. Y as¨ª hasta llenar un libro.
Los hooligans no han sido lo que eran. Antes del torneo, la prensa japonesa los hab¨ªa vendido como una invasi¨®n armada. Se advert¨ªa sobre destrozos masivos, pillaje, violaciones... Y la gente se lo cre¨ªa. Los japoneses, especialmente en Sapporo, estaban aterrados. Pero la realidad fue diferente. Los ingleses acabaron gan¨¢ndose su simpat¨ªa. Su embajada, tan preocupada en principio, ya piensa en c¨®mo aprovechar, a nivel comercial y pol¨ªtico, la imagen nunca mejor de Gran Breta?a.
?C¨®mo se explica este extra?o fen¨®meno de la naturaleza? ?C¨®mo la especie m¨¢s salvaje de la fauna futbolera pas¨® a ser tan mansa?
Parte de la explicaci¨®n reside en los meticulosos preparativos de la polic¨ªa brit¨¢nica, que impidi¨® el viaje de m¨¢s de mil personas con antecedentes penales. Adem¨¢s, pas¨® informaci¨®n y asesoramiento a la japonesa. Pero quiz¨¢ la mejor la dio un ingl¨¦s que, en Sapporo, reconoci¨® haber participado en varias peleas con aficionados rivales a lo largo de los a?os, pero que en Jap¨®n no pod¨ªa hacerlo. ?Por qu¨¦ no? 'Porque la gente es tan cort¨¦s y dulce que ser¨ªa demasiado brutal comportarse de esa manera'.
Lo mismo, o algo parecido, han dicho otros ingleses. El refinamiento de los japoneses es tan exquisito que la reacci¨®n natural de un ser humano no es profanarlo, sino imitarlo. Entrar borracho, pegando gritos y dando patadas en un bar ser¨ªa como entrar borracho, pegando gritos y dando patadas en un clase de ni?os de cinco a?os excepcionalmente bien educados. No se hace. En tales circunstancias, el instino hooliganero se reprime.
El ¨²nico problema para Inglaterra fue que no s¨®lo sus hinchas se convirtieron en corderos. Sus jugadores, tambi¨¦n.
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