Resistencia
La movilizaci¨®n del pasado 20-J ha resultado finalmente mucho m¨¢s importante de cuanto cab¨ªa esperar. Por eso nos ha sorprendido a todos, cogi¨¦ndonos a contrapi¨¦. A los mismos sindicatos, que no so?aban con el inesperado ¨¦xito logrado. Al Gobierno, cuya soberbia le hizo olvidar que no hay enemigo peque?o, y se crey¨® la f¨¢bula neoliberal de que hoy los sindicatos ya est¨¢n acabados: de ah¨ª que Cabanillas leyese un parte de victoria cuando la batalla estaba por jugar. Y a los observadores externos, que pronosticamos el fracaso de la movilizaci¨®n a partir de dos elementos incontrovertibles: el giro a la derecha de la ciudadan¨ªa europea y el casi absoluto dictado de la opini¨®n p¨²blica que controla el r¨¦gimen de Aznar.
La base social de la mayor¨ªa gobernante es indiferente al recorte de derechos
Los sindicatos han demostrado mantener intacta su capacidad de resistencia
Bien, pues no ha sido as¨ª. Por el contrario, los sindicatos han demostrado mantener intacta su capacidad de resistencia, desafiando con ¨¦xito la represi¨®n preventiva y medi¨¢tica de Aznar. Por supuesto, el Gobierno y su prensa adicta fingen ignorarlo, sosteniendo con la boca peque?a aunque grit¨¢ndolo muchas veces que la huelga fracas¨®. Pero muy pocos les creer¨¢n, pues en este pa¨ªs nos conocemos todos, y ya sabemos muy bien qui¨¦nes son los periodistas vasallos que participan desde hace tiempo en aquella conspiraci¨®n que un a?ejo sindicato del crimen organiz¨® para entronizar al ingrato Aznar.
El fracaso de la huelga s¨®lo se sostiene si se la compara con el 14-D. Lo cual es una falacia, pues son sucesos incomparables. El 14-D supuso una rebeli¨®n contra el Gobierno de las mismas bases sociales que le hab¨ªan conferido su representaci¨®n pol¨ªtica, y que mediante la huelga le exig¨ªan rendici¨®n de cuentas. Por eso aquel conflicto dividi¨® internamente a la base de poder de la mayor¨ªa gobernante, y ahora no ha sucedido as¨ª, pues los huelguistas del 20-J no han sido precisamente los votantes de Aznar. Por el contrario, la base social de la actual mayor¨ªa gobernante es indiferente al recorte de derechos sociales, y aplaude que su palad¨ªn ajuste las cuentas a los sindicatos. Por eso los funcionarios y empleados de servicios, que el 14-D se sumaron a la huelga, hoy no lo han hecho, entendiendo que se trataba del cl¨¢sico conflicto industrial de clase contra clase: pura resistencia sindical contra el Gobierno de los empresarios.
Adem¨¢s, en el 14-D se daba otra dimensi¨®n adicional que ahora no existe. Aquella movilizaci¨®n fue la un¨¢nime expresi¨®n de un doble desencanto. Desencanto con la transici¨®n, que se hab¨ªa revelado una restauraci¨®n continuista del neofranquismo olig¨¢rquico. Y desencanto con las ut¨®picas promesas que elevaron en volandas a Gonz¨¢lez al poder en 1982, induciendo unas desmedidas expectativas de cambio que luego se ver¨ªan radicalmente frustradas. Bien, pues nada semejante existe hoy. Nadie se encant¨® con la segunda transici¨®n de Aznar, y nadie se encant¨® con sus vac¨ªas promesas, pues el actual presidente carece de cualquier capacidad de encanto. As¨ª que nadie puede llamarse hoy a desencanto: ni sus votantes, encantados de que Aznar se haya crecido desmintiendo la desconfianza con que al inicio lo eligieron, ni sus v¨ªctimas, pues se han confirmado sus peores expectativas de derechismo neofranquista.
Por tanto, si al 20-J lo comparamos con lo que se esperaba de ¨¦l, y no con un 14-D irrepetible, deduciremos que ha sido un ¨¦xito rotundo, del que cabe esperar algunos efectos. Es claro que no provocar¨¢ un giro social, como el 14-D, porque Aznar no se ha sentido desautorizado, sino s¨®lo resistido. Pero s¨ª que puede causar un giro pol¨ªtico, pues la resistencia sindical ha ense?ado a Aznar que no se puede gobernar sin control. El poder debe estar limitado por un sistema de frenos y contrapesos. Pero, dado nuestro presidencialismo sin separaci¨®n de poderes, dada la sumisi¨®n de la opini¨®n p¨²blica al poder y dada la tendencia de la oposici¨®n a poner la otra mejilla, s¨®lo la resistencia sindical puede limitar a este Gobierno. Por eso cabr¨ªa esperar, quiz¨¢s ilusoriamente, que Aznar entienda la lecci¨®n.
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