Burbujas de babas
?Podemos opinar en libertad? Esa era la pregunta. El espinazo de la tribuna. Me propon¨ªa torturarles con una columna de opini¨®n. Sin embargo, en un ejercicio de sinceridad, dir¨¦ que yo no he nacido para opinar. A lo sumo, soy capaz de interpretar la realidad desde unos par¨¢metros de distancia, pero la opini¨®n se la dejo a los que saben. Por eso, cuando me preguntan: '?Usted qu¨¦ opina?', yo suelo contestar: 'Pues mire, yo no opino nada, y en caso de opinar algo, opino lo que usted', y entonces, s¨®lo entonces, es cuando recibo el amor de la gente.
Y es que, ?para qu¨¦ quiere uno opinar? Si yo estimo, por ejemplo, que Espa?a no va bien, ?le voy a asustar a usted? Si yo sospecho, en una consecuencia l¨®gica, que la cosa se pondr¨¢ peor para todos, ?le sorprendo mucho opinando que vamos de culo? ?Oh, s¨ª!, este es un pa¨ªs libre -a qu¨¦ me suena eso, ?a pel¨ªcula?- y cada uno puede decir lo que quiera.
Lo peor es que lo contrario, negarse a opinar, un deporte bastante practicado por la gente del mundo feliz, le produce a uno la misma sensaci¨®n que estar muerto. Es una muerte dulce y liberadora. Eso s¨ª, de cuando en cuando a uno le entran ganas de regresar de fantasma al mundo de las ideas, y de mortificar a los vivos con sus dict¨¢menes de muerto. Son las conocidas opiniones de un cad¨¢ver. Hace poco, una amiga me dijo: 'Cu¨¦ntamelo, pero no opines'. Y la verdad es que se lo agradec¨ª. Me hab¨ªa liberado de una carga tremenda. Muy por el contrario de sentirme ofendido por mi falta de cr¨¦dito, cre¨ª que casi pod¨ªa opinar sin que se notase. Fernando Pessoa reflexionaba, cariacontecido: 'Hecha excepci¨®n de las cuestiones intelectuales, en las que he llegado a conclusiones que me parecen seguras, cambio de opini¨®n diez veces al d¨ªa; mi mente s¨®lo permanece estable ante cosas en las que no existe posibilidad emocional. S¨¦ qu¨¦ pensar acerca de tal o cual doctrina filos¨®fica, o de tal problema literario, pero nunca he podido tener una opini¨®n firme sobre cualquiera de mis amigos, o de mis actividades externas'.
El factor emocional, por lo visto, es concluyente a la hora de opinar. Fernando Pessoa se declaraba incapaz de opinar objetivamente sobre sus amigos o sus amores, pero la duda va m¨¢s all¨¢. Este factor emocional lleva a muchos a estar visceralmente convencidos de sus opiniones, pr¨¢cticamente fisiol¨®gicas, lo cual se parece mucho a una c¨¢rcel de emociones decorada de ideolog¨ªa. Es una cuesti¨®n intestinal. Tanto hablar del botell¨®n de nuestra juventud perdida, cuando deber¨ªamos mirarnos a nosotros mismos en nuestro propio espejo. ?D¨®nde est¨¢n la tolerancia y la comprensi¨®n, d¨®nde est¨¢ la rebeld¨ªa, y d¨®nde est¨¢ la cultura? ?Somos capaces de educar a nuestros v¨¢stagos en un clima de confianza, con absoluta libertad, y, sobre todo, con valent¨ªa para opinar?
Lo m¨¢s extravagante ser¨ªa pensar que, si nadie opinase, el mundo marchar¨ªa mejor. Pero usted dir¨¢, 'es que alguien debe opinar', y es cierto, no somos insectos, pero dejar opinar a alguien ser¨ªa como otorgarle un derecho especial sobre los dem¨¢s que no opinamos. Ser¨ªa una aristocracia de la opini¨®n, un concepto a todas luces indeseable en el mundo democr¨¢tico (sic) que todos deseamos. Y eso es lo que quieren muchos, cercenar de un modo u otro todo juicio de valores que no pertenezca a su bloque. Lo cual me hace pensar que hay opiniones nefastas por su forma, por su manera de manifestarse, sea cual sea su contenido. Por ello ser¨ªa l¨ªcito eliminar la opini¨®n del mundo. Al menos por un d¨ªa. Que absolutamente nadie opine nada. Que nadie se apropie del derecho a opinar. Que las valoraciones se pierdan como papeles en la playa. Que el silencio sea medicinal.
Y la vida sigue, opino. Es la ¨²nica certeza que tengo en este mundo de inseguridades crecientes. Lo s¨¦ porque veo a antiguas conocidas empujando el carrito de los cr¨ªos. Nos dijeron que hac¨ªan falta ni?os, y ah¨ª est¨¢n, certificando que la vida contin¨²a, a pesar de las amenazas de atentados mundiales. Tal vez deber¨ªamos pedirles su opini¨®n a ellos, a los beb¨¦s que todav¨ªa no saben hablar. Nos responder¨ªan con burbujas de babas, para lo que hay que decir.
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