Ausencias
S¨®lo sus caras desencajadas desment¨ªan el aire festivo de sus ropas. Por sus atuendos ten¨ªan pinta de ir de la iglesia al convite de bodas, por sus rostros parec¨ªan ir de entierro. Era como una larga pesadilla y sin embargo, era peor, porque era verdad. ?l se afloj¨® el nudo de la p¨¢lida corbata y se tir¨® la chaqueta sobre la espalda. Ella se tambaleaba sobre sus finos tacones y llevaba un considerable sofoco bajo las vaporosas telas de su vestido. A pesar de que la gente que desfilaba el pasado jueves por la calle de Pintor Sorolla de Valencia pasaba de ambos, ellos estaban sorprendidos, agachando la vista, como con miedo de que sus miradas se cruzaran con la de alguno de los manifestantes. Deb¨ªan haber comulgado con la rueda de molino que el Gobierno administraba por televisi¨®n y aquel gent¨ªo result¨® indigesto.
El Partido Popular ha intentado borrar una jornada que quisiera que nunca hubiera existido. Es una de esas ausencias de las que habla Paul Virilo en su Est¨¦tica de la desaparici¨®n y que son frecuentes a la hora del desayuno: 'La taza volcada sobre la mesa', nos dice el arquitecto, 'es una consecuencia bien conocida'.
El 20-J, nada m¨¢s levantarse y posiblemente en ayunas, aparec¨ªa el ministro P¨ªo Cabanillas intentando inocular a todo el pa¨ªs, a trav¨¦s de los rayos cat¨®dicos, la gran ausencia: no hab¨ªa huelga. Sin embargo, a pesar de la coincidencia horaria y a diferencia de esos breves extra?amientos matutinos, la desconexi¨®n del Gobierno con la realidad fue de unas considerables dimensiones, la de la propia huelga general. Por eso las manifestaciones con las que conclu¨ªa la jornada huelgu¨ªstica fueron tan numerosas, no hab¨ªa m¨¢s remedio, constitu¨ªan un acto de piedad, la realidad ten¨ªa que sacar al Gobierno del ensimismamiento en que estaba sumido. Y esa riada humana que desfil¨® por las calles de las grandes ciudades se convirti¨® en un tremendo ?cataplum!, el de cientos de miles de tazas de desayuno rotas.
Como al d¨ªa siguiente el Gobierno segu¨ªa en estado catat¨®nico, algunos peri¨®dicos no adictos, como ¨¦ste, tuvieron que recurrir a la fotograf¨ªa a¨¦rea para hacer el recuento despu¨¦s de la batalla. De Cibeles a Sol, 84.000 metros cuadrados ocupados. Lo que a raz¨®n de tres o cuatro personas por metro cuadrado, da entre 252.000 y 336.000, seis veces m¨¢s de los 40.000 admitidos por el Gobierno. Y es que como explica Allan Sekula, en un texto citado por Virilo en la misma obra, 'el sentido de la foto a¨¦rea, su lectura, depende de lo que pueda aprovecharse del acto racional de la interpretaci¨®n como fuente de la inteligencia militar ... pocas fotos, exceptuadas quiz¨¢ las del campo de la medicina, son, en apariencia, tan libres con respecto al alto sentido de su utilizaci¨®n...' Y si la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios, la huelga general es la expresi¨®n condensada de la lucha de clases. Una lucha, en este caso animada por un decreto del Gobierno, que ha tenido la virtud de visualizar un conflicto que parec¨ªa adormecido. Esta vez no hubo anestesia social.
El Gobierno dispone de la tregua estival para salvar su orgullo, aunque con ello le eche una mano al Partido Socialista, que en este caso ha sido pura comparsa de la vanguardia sindical. Pero cuando llegue el debate parlamentario no podr¨¢ refugiarse en una nueva ausencia, a riesgo de que ¨¦sta se convierta en el s¨ªntoma.
Puede que el Gobierno no sea de centro, pero el pa¨ªs no es de derechas.
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