Inflexi¨®n
El autor considera que la huelga general tendr¨¢ importantes efectos en la pol¨ªtica espa?ola en el futuro inmediato
La convocatoria de huelga general auspiciada por las dos centrales sindicales mayoritarias en Espa?a merecer¨¢, sin duda, mucha atenci¨®n por su indudable trascendencia y por sus innegables consecuencias pol¨ªticas en el futuro inmediato. Al margen de las obligadas declaraciones del Gobierno de Aznar rest¨¢ndole importancia, compar¨¢ndola con la huelga de 1988 o procurando adjudicar el supuesto fracaso de la convocatoria al PSOE, estoy convencido de que desde el mismo d¨ªa de la convocatoria analizan sus notables consecuencias pol¨ªticas y electorales. Consecuencias que el propio PSOE sopesar¨¢ sin duda igualmente y cuyo resultado, supongo, sabr¨¢ administrar con inteligencia.
Antes de exponer algunas consideraciones sobre el significado que, a mi juicio, esta convocatoria de huelga general merece, no me resisto a hacer un comentario previo en relaci¨®n con el formidable esfuerzo medi¨¢tico desplegado en los d¨ªas previos para desactivar, en la medida de lo posible, el alcance de una medida tan excepcional como trascendente. El empe?o en deslegitimar la huelga evidenciado por portavoces oficiales y sus numerosos piquetes informativos en los medios de comunicaci¨®n controlados directa o indirectamente por el Gobierno, creo que ha sobrepasado, una vez m¨¢s, los niveles que deber¨ªan considerarse aceptables en una democracia madura.
En el PP saben perfectamente que ya nada ser¨¢ igual desde el 20 de junio
Cualquier observador imparcial llegar¨¢ a la conclusi¨®n de que el pasado 20 de junio en Espa?a no hubo una huelga general. Pero el mismo observador concluir¨¢ que en Espa?a se produjo una jornada de huelga que paraliz¨® completamente la industria, la construcci¨®n, el campo en Andaluc¨ªa y Extremadura, buena parte del transporte y adem¨¢s consigui¨® un grado muy notable de adhesi¨®n en la educaci¨®n y menor en otros sectores. Es decir, fue un paro general protagonizado por la clase obrera tradicional a la que se incorporaron, de forma desigual, otros sectores profesionales y parcialmente, dato importante, los j¨®venes. Una huelga de clase, con todo lo que ello significa, a la que se han adherido por solidaridad otros sectores que han querido manifestar tambi¨¦n su malestar por medidas del Gobierno que entienden perjudiciales para sus intereses. La mayor parte de las manifestaciones celebradas ese d¨ªa en las ciudades espa?olas, han sido las m¨¢s multitudinarias movilizaciones de protesta desde la transici¨®n y negarlo ¨²nicamente contribuye a aumentar la irritaci¨®n de quienes asistieron contra los portavoces oficiales que ofrecen incre¨ªbles cifras de asistentes.
En el PP saben perfectamente que ya nada ser¨¢ igual desde el 20 de junio. No les supongo tan torpes como para pensar que creen en los argumentos que esgrimen estos d¨ªas. Por el contrario, han demostrado durante estos a?os sobrada solvencia en el an¨¢lisis de la estructura social espa?ola y eficacia en su estrategia electoral como para ello. Naturalmente, los manuales de estrategia aconsejan que digan lo que dicen, pero nosotros tenemos la obligaci¨®n de analizar los hechos y sacar nuestras propias conclusiones. En este punto, creo que han comprobado que la relevancia del movimiento sindical en Espa?a, pese a su escaso grado de afiliaci¨®n, todav¨ªa es importante en sectores muy representativos de poblaci¨®n asalariada. Si estaba en su ¨¢nimo aprovechar la confrontaci¨®n y ganar el partido, deben olvidarse, por ahora, de cualquier intento de emulaci¨®n de actuaciones pasadas de Thatcher contra el movimiento sindical y el laborismo brit¨¢nicos. Saben adem¨¢s que la pasada convocatoria de huelga general nada tiene que ver con la huelga general de 1988. Ni las condiciones, ni las motivaciones, ni los grupos de presi¨®n y sectores sociales que la apoyaron entonces pueden compararse. Saben tambi¨¦n que de nada sirve intentar hacer recaer un supuesto fracaso de la convocatoria en el l¨ªder de la oposici¨®n. Es m¨¢s, creo que en esta cuesti¨®n su t¨¢ctica puede resultar equivocada si el PSOE sabe leer correctamente los resultados de la huelga. Si la direcci¨®n del PSOE no se deja llevar por quienes reclamen la necesidad de un discurso m¨¢s supuestamente de izquierdas, podr¨¢ rentabilizar electoralmente este punto de inflexi¨®n. Su reto consiste ahora en mantener un dif¨ªcil equilibrio entre la elaboraci¨®n de propuestas claras de defensa de los pilares fundamentales del Estado de Bienestar, con las reformas que hagan falta, como elemento b¨¢sico de seguridad y garant¨ªa de mantenimiento de derechos de ciudadan¨ªa, y la elaboraci¨®n de una alternativa de gobierno cre¨ªble para amplios sectores de centro-izquierda. En definitiva, convertirse en el referente ¨²til para el electorado de izquierdas y, a la vez, ser percibido como alternativa real de gobierno para el electorado de centro. Acontecimientos como el del 20 de junio refuerzan el grado de cohesi¨®n de una parte importante del suelo electoral del PSOE, pero con ser condici¨®n necesaria no es suficiente para ganar elecciones.
De otra parte, en el PP saben que una huelga de clase para partidos de tipo cogelotodo, como es su caso, sin afectar el grado de fidelidad de los sectores sociales que constituyen su base electoral tradicional, puede significar una desafecci¨®n notable de sectores populares que han votado PP en alguna ocasi¨®n en el pasado reciente y que tal vez no lo hagan en las pr¨®ximas convocatorias electorales. La imagen de anteriores resultados electorales en grandes ciudades, con apoyo mayoritario al PP en casi todos los distritos, incluidos por supuesto los distritos con predominio de clase trabajadora, podr¨ªa cambiar en el futuro. Aparte de consideraciones referidas a la p¨¦rdida de fidelidad electoral evidenciada en todos los sistemas democr¨¢ticos, muchos de estos trabajadores cambiaron su opci¨®n a favor del PP por motivaciones relacionadas con los efectos de la profunda crisis de 1993-1995 y con los esc¨¢ndalos de la ¨²ltima etapa de los gobiernos socialistas, renovando su confianza en el PP, ya en plena fase de recuperaci¨®n econ¨®mica, porque ten¨ªan m¨¢s seguridad de obtener un empleo o trabajo m¨¢s estable. Algunas de las medidas en relaci¨®n con la reducci¨®n de servicios p¨²blicos o con su deterioro por falta de financiaci¨®n sufinciente, unido a la desatenci¨®n a determinadas ¨¢reas urbanas y la medida encaminada a abaratar el despido y a introducir menor nivel de protecci¨®n y seguridad en el empleo, motivo central de la huelga, ir¨¢n consolidando lenta, pero gradualmente, la p¨¦rdida de confianza de amplias capas populares en la opci¨®n que representa el PP. Con este voto los conservadores no ganan las elecciones, pero puede ser el soporte electoral necesario para constituir mayor¨ªas absolutas y para conservar algunos gobiernos regionales y locales que se resuelven con un estrecho margen de votos.
Por otra parte, en determinados sectores de las clases medias ha ganado terreno la idea de que el Gobierno del PP exhibe en esta ¨²ltima etapa actitudes autoritarias e inflexibles, no exentas de talantes soberbios y displicentes, que han ofendido en demasiadas ocasiones a segmentos muy variados y diferentes de la sociedad espa?ola. Creo que en pocos meses han dilapidado en buena parte el capital pol¨ªtico atesorado durante seis a?os de Gobierno dialogante y con vocaci¨®n de centro, para reforzar su perfil de Gobierno atrincherado en sus mayor¨ªas parlamentarias, escorado a la derecha, sin capacidad de di¨¢logo e incapaz de afrontar y resolver conflictos y problemas complejos en situaciones dif¨ªciles.
Soy de los que cree que desde hace un tiempo ha cambiado la direcci¨®n del viento para el partido conservador espa?ol. Ignoro si son ciertas las encuestas que me dice manejar una persona bien informada del PP en las que ese partido perd¨ªa terreno antes de la convocatoria de huelga, pero estoy convencido de que tras la huelga se ha reducido su apoyo electoral. La huelga ha hecho que la fuerza del viento en contra sea algo mayor. Y cuando cambia definitivamente la direcci¨®n del viento electoral ya no es suficiente con presentar buenos datos macroecon¨®micos o reservarse para el ¨²ltimo a?o electoral la aprobaci¨®n de nuevas medidas fiscales o de otro tipo. Es algo m¨¢s profundo que todo eso y creo que algunos v¨ªnculos y complicidades t¨¢citas pueden haberse roto definitivamente el pasado 20 de junio. Si yo fuera Mayor Oreja, muy probable candidato del PP en las pr¨®ximas elecciones generales, tendr¨ªa motivos para empezar a preocuparme. Todav¨ªa lo estar¨ªa m¨¢s si fuese candidato conservador a alguna comunidad aut¨®noma o a determinadas alcald¨ªas, porque al celebrarse antes que las generales, con toda seguridad muchos ciudadanos votar¨¢n contra la pol¨ªtica de Aznar en el rostro del candidato regional y local. De eso en Espa?a ya tenemos experiencias. Recuerden las elecciones auton¨®micas de 1995.
Joan Romero es profesor en la Universidad de Valencia.
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