La droga es la gran arma de la guerra de Colombia
Los sectores en disputa -guerrilla y paramilitares- han visto en el narcotr¨¢fico la soluci¨®n para ganar la guerra
Hace 40 a?os, Colombia ten¨ªa una tasa de analfabetismo relativamente baja. Era un pa¨ªs subdesarrollado entregado al monocultivo del caf¨¦, el 50% de su producci¨®n agr¨ªcola, pero ten¨ªa industria manufacturera y ferrer¨ªa y se encontraba en franco desarrollo econ¨®mico. Hab¨ªa una clase media y una razonable confianza en el progreso, en las instituciones del Estado y en los valores del trabajo y la educaci¨®n. Hoy, Colombia tiene m¨¢s de 3 millones de ni?os sin escolarizar -4,5 millones, si se atiende a las fuentes no oficiales-, un problema de desnutrici¨®n que ataca al 25% de la poblaci¨®n infantil, un mill¨®n de campesinos sin tierra, m¨¢s de dos millones de desplazados por las actividades de las guerrillas, un 20% de parados -no hay seguro de desempleo en Colombia-, un 30% de subempleados en tareas que apenas dan para comer y un 60% de la poblaci¨®n con ingresos que no superan el ¨ªndice de subsistencia. Tiene, adem¨¢s de eso, una mentalidad narco que se ha extendido por el pa¨ªs como un mantra y unos alzados en armas en perfecto estado militar y econ¨®mico. Aunque el origen y sus caracter¨ªsticas son bien distintas -las FARC nacieron en los a?os cincuenta como autodefensa campesina frente a los terratenientes-, los tres grandes demonios que asolan el pa¨ªs -guerrillas, paramilitares, narcotraficantes- se nutren de la misma fuente: coca¨ªna, hero¨ªna y marihuana.
'A finales de los ochenta Escobar era visto como el Robin Hood colombiano'
El 48% del dinero de las FARC viene del narcotr¨¢fico, del 'impuesto' por hect¨¢rea
Desde mediados de los noventa, todos los sectores en disputa ven en el narcotr¨¢fico la soluci¨®n para ganar la guerra. Es el narcotr¨¢fico el elemento desestabilizador de Colombia, lo que hace a las distintas fuerzas guerrilleras y paramilitares armarse m¨¢s y mejor, incrementar sus efectivos, fortalecer sus posiciones, lo que alimenta en ¨²ltima instancia, la pesadilla de una guerra sin fin. Los 500 millones de d¨®lares anuales de ingresos que se le calculan a las FARC, por ejemplo, proceden en un 48% del tr¨¢fico de drogas y del impuesto por hect¨¢rea producida, el gramaje que imponen a los campesinos. El resto sale de la extorsi¨®n (36%) y de los secuestros (16%).
El man¨¢ de la droga lleg¨® a Colombia en la d¨¦cada de los setenta, cuando EE UU comenz¨® a fumigar en M¨¦xico los campos de marihuana. No es casualidad, seguramente, que las nuevas matas de la mar¨ªa destinadas a la exportaci¨®n brotaran vigorosas en una zona con tradici¨®n de contrabando como la Costa Norte, una de las ¨¢reas tambi¨¦n m¨¢s pobres de Colombia. El cultivo se generaliz¨® r¨¢pidamente al olor de los d¨®lares de los traficantes mexicanos y no puede decirse que las buenas familias de esa amplia regi¨®n se quedaran atr¨¢s. En poco tiempo, las gentes de esa regi¨®n paup¨¦rrima duplicaron sus ingresos, pero no as¨ª el Estado que permaneci¨® pasivo, ignorante de que el fen¨®meno tra¨ªa consigo el virus de su destrucci¨®n. 'Muchos de nosotros nos limit¨¢bamos a menear la cabeza y a comentar 'esos coste?os caribe?os...', reconoce hoy un hombre de negocios de Bogot¨¢.
A mediados de los setenta, cuando la mar¨ªa hab¨ªa saltado ya a otras muchas regiones y los narcotraficantes colombianos dispon¨ªan de sus propias redes, el cultivo industrial de la marihuana fue abandonado, de buenas a primeras, y sustituido por la coca. La producci¨®n de la coca¨ªna implica el procesamiento de la pasta de coca, muchas veces procedentes de Per¨² y de Bolivia por su mayor calidad, as¨ª como la instalaci¨®n de grandes laboratorios con generadores el¨¦ctricos en la selva, la construcci¨®n de verdaderos poblados para albergar a centenares de trabajadores. 'Hace falta una infraestructura y toda una estructura industrial: proceso qu¨ªmico, asistencia t¨¦cnica, pero en aquellos tiempos invertir un d¨®lar en eso supon¨ªa una ganancia potencial de 500, diez veces m¨¢s que en la actualidad', apostilla el hombre de empresa.
Un mill¨®n de colombianos trabaj¨® para el narcotr¨¢fico en los a?os en los que las ciudades vivieron una edad de oro, como en los mejores tiempos del caf¨¦. Las luchas por el control de la distribuci¨®n y los puntos estrat¨¦gicos desatada entre las bandas que a esas alturas dispon¨ªan de flotas de barcos, aviones y helic¨®pteros y hasta de submarinos adquiridos a antiguos pa¨ªses de la desmantelada Uni¨®n Sovi¨¦tica adquirieron entonces un salvajismo inusitado. El asesinato como epidemia social y la cultura de la muerte surgieron directamente ah¨ª. Y puede decirse que si el Estado colombiano no hinc¨® entonces completamente las dos rodillas y no abri¨® de par en par sus puertas a los narcotraficantes fue por la presi¨®n internacional -EE UU, oviamente- y porque hubo pol¨ªticos valientes y honestos que se jugaron la vida.
El abogado Omar Ferreira ilustra con su propia experiencia la tesis de que los industriales de Medell¨ªn, donde se concentra la mitad de la gran industria del pa¨ªs, y grandes familias latifundistas pactaron o participaron en los negocios de los narcotraficantes para salvar la reconversi¨®n industrial obligada por la apertura de los mercados o para paliar la p¨¦rdida de los mercados cafeteros amenazados por la competencia asi¨¢tica y africana. 'Los narcos', sostiene, 'se convirtieron en los grandes banqueros, blanquearon su dinero en las empresas y compraron buena parte de las tierras del pa¨ªs, adem¨¢s de practicar una pol¨ªtica populista de auxilio social construyendo casas y campos de f¨²tbol. A finales de los ochenta', relata, 'el profesor y ex ministro Enrique Low y yo mismo fuimos invitados a dar una conferencia en Medell¨ªn, cuando Pablo Escobar era visto como el Robin Hood colombiano y todo el mundo quer¨ªa hacerse una foto con ¨¦l. La sala estaba abarrotada, calculo que habr¨ªa unos 500 industriales de la zona, pero cuando Enrique Low acab¨® su conferencia, muy cr¨ªtica con las leyes que permit¨ªan el lavado de dinero, s¨®lo quedaban 3 asistentes. No comprendimos lo que pasaba hasta que el gobernador civil le indic¨® a Enrique Low que pod¨ªa garantizarle su seguridad y deb¨ªa abandonar la ciudad esa misma noche. Lo mataron ocho d¨ªas despu¨¦s en Bogot¨¢'.
Dice que la mentalidad narco sigue estando instalada en buena parte de la sociedad, que tras el desmantelamiento de las grandes redes, parte de las bandas encontr¨® trabajo en las guerrillas o en los paramilitares, y que no es nada extra?o el cambio de bando. '?Para qu¨¦ va a estudiar un hijo de la burgues¨ªa si ve a su antiguo compa?ero de juegos que sin estudios ni nada maneja m¨¢s dinero que el que ¨¦l podr¨¢ ganar quiz¨¢s en su vida?'.
EL PA?S publicar¨¢ ma?ana el quinto y ¨²ltimo reportaje de la serie La Colombia que espera a Uribe.
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