Verano
Ya estamos todos aqu¨ª de nuevo. La arena cruje bajo el sol despiadado, las islas Medas tiemblan detr¨¢s de una cortina de vidrio, los pinos se retuercen en su grieta roque?a. A mi alrededor hablan en holand¨¦s, catal¨¢n, franc¨¦s, espa?ol, alem¨¢n, para decir lo mismo, que el agua est¨¢ helada, que te pongas crema, que c¨®mo quema la arena. Cada a?o igual, como los girasoles. Llegan grupos de j¨®venes din¨¢micos, ellos con el calz¨®n por la rodilla, ellas con un dos piezas a¨²n m¨¢s sucinto que el del a?o pasado. Unos menguan, otras crecen. Van hacia el agua y ellos las empujan. Chillidos, risas, tiernos insultos. Cada a?o igual. Figuras eternas, escenas esculpidas en la dura materia del tiempo, imperecederas. Y la m¨¢s cl¨¢sica, la que conmueve m¨¢s profundamente, la de esas criaturas en perpetua agitaci¨®n, corriendo como ardillas, y en constante s¨²plica: '?Mam¨¢, m¨ªrame!'. En todos los idiomas del planeta. Abre las carnes, tanta fragilidad.
Trotan torpemente hacia el mar, pero antes de zambullirse como ranas vuelven la cabeza: '?Mam¨¢, m¨ªrame!'. Cavan un pozo, hacen volatines, se ponen los pies de pato: '?Mam¨¢, m¨ªrame!'. Las madres, hermosas y adormiladas, condescienden, miran con un gesto entre esc¨¦ptico y burl¨®n: 'Que ya te veo...'. Y luego suspiran.
Imagino que alg¨²n dentista, tras acabar un delicado empaste, se dir¨¢ a s¨ª mismo: '?Mam¨¢, m¨ªrame!'. Y los pol¨ªticos, cuando salen en una foto junto a jefes de Estado; y los futbolistas, y todo quisque. Desde luego, s¨¦ de muchos escritores que al concluir una p¨¢gina inmortal se dicen: '?Mam¨¢, m¨ªrame!'. Y suelen ser hu¨¦rfanos, o su madre se fug¨® a un pa¨ªs brumoso donde el verano dura un d¨ªa. No importa, buscaremos desesperadamente esa mirada toda la vida pidiendo permiso para poner empastes, firmar decretos, concluir p¨¢ginas inmortales, para seguir viviendo. As¨ª, imagino yo, buscan los desmesurados ojos de las v¨ªrgenes andaluzas sus devotos, temerosos de perder la vida ante una virgen ciega: '?M¨ªrame, soy tan fr¨¢gil...!'. Esa necesidad, esa dolorosa necesidad...
Que me perdone el Defensor del Lector, pero debo concluir esta columna playera honradamente: 'Est¨¦s en donde est¨¦s, ?mam¨¢, m¨ªrame!'.
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