Al fin f¨²tbol
Despu¨¦s de muchas lunas, por fin se vio un buen partido de f¨²tbol en el Mundial. Fue bueno porque los brasile?os jugaron en brasile?o, y porque los turcos no admitieron nunca su inferioridad. Equipo orgulloso, competitivo, sin complejos, a Turqu¨ªa le estimul¨® la semifinal, la primera que disputa en su historia. Pareci¨® que hab¨ªa estado en mil. Propuso un partido abierto, sin concesiones, de ¨¢rea a ¨¢rea, justo lo que todos temen frente a Brasil. Y con raz¨®n. El admirable encuentro de Turqu¨ªa sirvi¨® para comprender el enorme arsenal del que disponen los brasile?os, donde en cada puesto hay una figura del f¨²tbol. No una de esas artificiales que tanto se llevan ahora, sino una estrella de verdad, de las que ganan partidos. A eso se dedica gente como Caf¨², Roberto Carlos, Rivaldo, Ronaldo, Ronaldinho y algunos de sus centrales, siempre dispuestos a sumarse a la fiesta.
No es el Brasil memorable del 82 o del 70. Aquellos equipos ten¨ªan estilo adem¨¢s de grandes jugadores. A este equipo le falta misterio, es demasiado evidente en su v¨¦rtigo. Pero el v¨¦rtigo brasile?o es el mejor del mundo, lo mismo que lo contrario. Eran los mejores cuando manejaban los partidos con aquel f¨²tbol enga?ador, falsamente moroso. Y lo son ahora porque tienen a los mejores jugadores del planeta. Por mucho que tiendan al arrebato, hay mucho de reconocible en sus maneras. De Brasil siempre se espera que los laterales sean incesantes y profundos, que los centrales tengan recursos de centrocampistas, que los delanteros inventen lo que otros no pueden.
Todo eso qued¨® explicado frente a Turqu¨ªa. Caf¨² y Roberto Carlos acompa?aron una y otra vez en las jugadas de ataque, pero no para cualquier cosa: llegaban como aviones y pon¨ªan a temblar a la defensa turca. Rivaldo, de cuyas peculiaridades como jugador no hay duda, hizo su mejor partido en los dos Mundiales que ha disputado. Machac¨® al portero con sus venenosos remates y estuvo mucho m¨¢s claro con el bal¨®n de lo que acostumbra. Rivaldo result¨® incontrolable durante toda la noche. Y Ronaldo decidi¨® el encuentro como lo hacen los grandes, en una jugada que se iba complicando por momentos y que solucion¨® con su puntera. La soluci¨®n correcta, por supuesto.
A Brasil, que tuvo oportunidades de todos los colores, le falt¨® gobernar el partido, si por eso se entiende limitar riesgos. No hizo de la pelota su mejor aliado, como era de ley en sus viejos equipos. No parece esa clase de selecci¨®n, o no es el estilo que pretende Scolari. Y algo de m¨¦rito tuvo Turqu¨ªa en esta buena semifinal: con la evidente distancia que separa a sus jugadores de los brasile?os, todos estuvieron en su mejor versi¨®n. Desde el poderoso y seco central Alpay hasta el extremo San, un futbolista valiente que hace ganarse el sueldo a cualquier defensa. Fue, en definitiva, una semifinal con cara y ojos, con mucha gente encantada de reclamar el protagonismo, con excelentes actores, en definitiva. Ya era hora.
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