Un regalo envenenado

Sin la m¨²sica de Kurt Weill, La ¨®pera de cuatro cuartos no ser¨ªa un cl¨¢sico del teatro del siglo XX. Interpretando las canciones de Weill sobre letras de Bertolt Brecht se han encontrado a gusto int¨¦rpretes tan diferentes como Lotte Lenya, Louis Armstrong, Lou Reed, Milva, Elvis Costello, Juliette Gr¨¦co, Tom Waits, Sting y un largo etc¨¦tera que incluye cantantes espa?oles como Miguel R¨ªos, Ana Bel¨¦n o Nina. Weill mezcl¨® en su coctelera musical los m¨¢s diversos estilos, los agit¨® con una deliciosa vena mel¨®dica y lo sirvi¨® al p¨²blico sin hielo, dinamitando las barreras entre m¨²sica seria y popular con talento y una inquietante mala leche.

Un montaje de La ¨®pera de cuatro cuartos sin cantantes de verdad es, por tanto, una opci¨®n fallida, y deber¨ªa saberlo Calixto Bieito, porque, cuando el Grec le ofreci¨® montar un Brecht, escogi¨® precisamente este cl¨¢sico por su fuerza musical. No se trata de buscar voces oper¨ªsticas: con Weill se han estrellado sistem¨¢ticamente. Tampoco abundan actores que sepan cantar, y menos en Espa?a. Lo sabe Bieito y ha querido salvar la situaci¨®n con un equipo de buenos actores que sacan como pueden las canciones de Weill. Algunos, como Boris Ruiz, ni se molestan en disimular sus escasas dotes canoras: como actor es un Mackie de muchos quilates, pero, cuando canta, la verdad del personaje desaparece de escena y lo que se oye es un dolor de muelas. Las canciones hay que interpretarlas, y eso s¨®lo lo pueden hacer cantantes profesionales, por eso brilla con luz propia Celicia Rossetto, que lleva el personaje de Jenny a su terreno, visceralmente porte?o y por ello tremendamente comunicativo.

El montaje, que encierra las virtudes pero tambi¨¦n los excesos t¨ªpicos de Bieito, funciona s¨®lo a r¨¢fagas. El escenario, una t¨®mbola de feria repleta de electr¨®domesticos y osos de peluche en la que buscan un golpe de suerte mendigos, putas, chulos, asesinos y polic¨ªas corruptos, es un espect¨¢culo en s¨ª misma: es el coraz¨®n en el que cobra vida la cr¨ªtica del capitalismo salvaje que Brecht y Weill lanzaron hace casi ochenta a?os y que Bieito traslada a nuestro tiempo con desigual fortuna.

La propuesta encierra muy buenas ideas, pero pierde su agresividad por reiteraci¨®n excesiva de los mismos mensajes. Tanta reiteraci¨®n hace que hasta el lenguaje vulgar pierda su efecto transgresor. La ¨®pera de cuatro cuartos es un bomb¨®n para un director de escena, pero encierra tambi¨¦n regalos envenenados que han pasado una agria factura a Bieito.